Un futuro para el Mar Menor
Trabajaríamos con todos los pueblos sobre una idea de bienal en la que todas las artes hablarían, pensarían y debatirían sobre el futuro y el medio ambiente
Un día despertamos y el mar se había muerto. Es como un cuento pero muy real, es una pesadilla de la que, sin embargo, habrá que salir y para ello habría que ir proponiendo futuros deseables. El Mar Menor va a vivir tiempos negros y no hablamos de un lapso corto, durante años veremos un proceso en el que ojalá seamos capaces de devolverlo a su estado natural. Queremos borrar nuestra huella grasienta lo antes posible, pero sabemos que no será así. El escenario para los próximos tiempos pasa por una reducción del turismo y las diferentes industrias en general, lo cual va a obligar a tomar medidas que redefinirán la economía y hasta la identidad de la Región.
Propongo hacerlo a través del arte, la cultura y el pensamiento. Propongo generar una industria de la cultura en el Mar Menor, sobre él y sus territorios, crear una red, un circuito de actividad en torno a la idea de preservación de la naturaleza en la que el drama medioambiental que hemos provocado nos lleve a hacer reflexionar y conseguir cambiar las inercias que acabarán con el hombre en la tierra. Este artículo propone convertir el horror en futuro a través del pensamiento y que, sobre ese movimiento cultural, se genere una nueva industria limpia y poderosa, una industria de futuro. Intentaré ser más práctico que teórico en la argumentación, entiendo los recelos que esta afirmación puede despertar.
A finales del siglo XIX, Venecia era una ciudad sucia, enferma y olvidada. Los ajustes y desajustes de la creación de la nación italiana la dejaron en una situación periférica en muchos sentidos tras abandonar los invasores austriacos el país. La población se redujo y solo algunos aristócratas nostálgicos viajaban a visitar los canales para encontrar un mundo en decadencia que Thomas Mann contó en 'La muerte en Venecia'. Ante aquella situación que alejaba a la gloriosa capital del Véneto de la modernidad y de las otras grandes ciudades italianas, el alcalde Riccardo Selvatico propuso el 19 de abril de 1893 crear una gran exposición de arte que tuviese repercusión en todo el mundo. Dos años más tarde se inauguraba la primera edición de la Biennale de Venecia, el primer evento artístico global que desplaza todos los focos y a todos los actores durante uno de cada dos veranos a la laguna. Luego vino la Biennale de cine, la de arquitectura y luego el deseo de todo el planeta por recorrer la ciudad en góndola y tomar café en Florian o comprar máscaras de carnaval. Una laguna palúdica abandonada a un destino es hoy la capital mundial de un turismo que ha generado otros problemas, pero esa es otra historia.
No soy un ingenuo. El Mar Menor, que geográficamente tanta relación tiene con la laguna, no es Venecia. No existe una ciudad formidable que llame a los turistas, no tiene los tesoros artísticos, no tiene la posición central en Europa. Aquí habría que trabajar con otros tiempos, en otra escala.
En el Mar Menor trabajaríamos con todos los pueblos sobre una idea de bienal en la que todas las artes hablarían, pensarían y debatirían sobre el futuro y el medio ambiente. Cada dos años habría un gran evento pero la actividad sería constante. Mientras se va recuperando la laguna en torno a ella se iría construyendo una red de espacios expositivos y de debate en la que se buscaría la financiación de instituciones y empresas para generar una marca de gran cultura en el Mar Menor. En un plazo medio sería inevitable en el circuito del turismo cultural. La inversión se recuperaría de distintas formas pero estaríamos, de entrada, reconvirtiendo parte de las estructuras ya existentes.
Plantear algo así en la Región de Murcia es complejo. La desastrosa gestión cultural y el nepotismo de hace unos años ha hecho pensar a parte de la sociedad que la cultura es una fiesta con Alaska o viajes de autopromoción de consejeros en 'business'. No, no se puede volver a caer en aquellos errores. El proyecto del que hablo debería constituirse desde una fundación impulsada por la presidencia de la Comunidad Autónoma en la que todos los municipios de la ribera fueran patronos, así como las grandes empresas implicadas en la zona. Desde esa estructura se debería crear una oficina que trabajase desde allí en el diseño y luego en la programación de actividades. Se buscaría el máximo impacto mediático y una fuerte proyección del turismo cultural, pero debería tener un sustrato teórico y didáctico. Más allá de generar ese gran foco cultural sobre lo medioambiental, deberíamos ser capaces de contar a la gente de la Región qué ha pasado y cómo debemos diseñar el mundo del futuro para que nuestros hijos tengan la vida que deseamos para ellos.
Sé que se dirá que este es el artículo de un visionario, pero el mundo sin visionarios seguiría en 1491. El lunes el Gobierno regional tendrá un anteproyecto en la mesa.