La fragilidad, el Covid-19 y la conciencia
No es de extrañar la facilidad con que pasamos de la ilusión, la esperanza y la euforia a la decepción, la frustración y la tristeza
Me hablaba una madre hace unos días sobre su gran preocupación por el coronavirus y decía, pensando en sus dos hijos, que sentía una sensación de incertidumbre y miedo, sobre todo, al futuro. Le comenté que experimentamos continuamente la fragilidad de la vida y esta madre respondía con una cierta angustia vital: «Es demasiado frágil y nos creemos que somos dioses y un bicho nos baja del pedestal».
La fragilidad de la vida nos hace percibir la realidad como una amenaza continua, combinados con sus momentos ilusionantes y felices, pensamos que puede ocurrir algo en cualquier momento que nos haga sufrir y nos deje un inmenso vacío y desesperanza. El transcurrir del tiempo se convierte en un aliado por excelencia de la fragilidad, sin perder de vista que el propio paso del tiempo nos indica que la vida es breve y es expresión de la fragilidad de nuestra existencia; vamos experimentando lo quebradizo de la vida. No es de extrañar la facilidad con que pasamos de la ilusión, la esperanza y la euforia a la decepción, la frustración y la tristeza.
Esta fragilidad la hemos experimentado en la crisis económica que comenzó en el 2008 y que supuso que muchas personas quedaran en paro o precariedad laboral, que muchas familias fueran desahuciadas, que pasaran de un nivel de consumo elevado a que sus hijos pasaran hambre y ni siquiera pudieran pagarles los cinco euros que costaba una excursión. Personas orgullosas de sí mismas a personas sin autoestima y sin ganas de vivir. De presumir de nivel de vida a vivir desde la vergüenza y el fracaso.
De nuevo se pide que sea la gente sencilla la que pague todo esto y se mantengan los beneficios de los ya enriquecidos
Ahora, esta fragilidad la estamos experimentando y viviendo con la expansión del coronavirus, que ha desatado una gran preocupación, la cancelación de muchísimas actividades, una menor productividad que ha puesto a la economía neoliberal en estado de conmoción y que ahora pide al estado que intervenga para paliar los efectos económicos negativos de esta epidemia. Las grandes potencias, las grandes multinacionales, se han arrodillado y están desbordadas, augurando grandes pérdidas. Además ha puesto en cuarentena la movilidad social, afectando considerablemente al turismo. Un virus ha hecho mella en la soberbia y la prepotencia de los poderosos, ha sacudido a los países enriquecidos.
Aquí debería entrar la conciencia, esa conciencia social y ecológica, para replantearnos la vida y nuestra sociedad. Desde la caída del Muro de Berlín se han construido otros muros, muchos muros, y no se aprovechó una oportunidad histórica para construir una humanidad desde la justicia, la paz y la libertad. Se han construidos muros de exclusión, de marginación, de racismo y de xenofobia. La crisis económica del 2008 se utilizó por quienes la habían provocado, élites financieras y económicas con la complicidad de parte de la clase política, para realizar recortes sociales y laborales, recortes que quieren que se conviertan en permanentes. Con la crisis del coronavirus vemos ya actitudes de 'sálvese quien pueda' o la petición de la clase dirigente empresarial de realizar nuevos recortes sociales y laborales. De nuevo se pide que sea la gente sencilla, trabajadora, la que pague todo esto y se mantengan los beneficios de los ya enriquecidos. ¿Por qué los que son grandes adinerados no pueden perder un poco? Ese poco no supone nada, absolutamente nada.
¡Ojalá pase todo esto! Estoy pensando en la gente mayor, más vulnerables o aquellas personas con enfermedades graves. Además de este deseo, podríamos utilizar la conciencia para reflexionar sobre cómo estamos construyendo el mundo. Nos podría ayudar a empatizar con los refugiados y refugiadas, con los inmigrantes, con la gente que lo pasa mal, por su pobreza, con la gente que no llega a final de mes, que está a punto de verse en la calle por un desahucio. Sufrimos nosotros. ¿Por qué no entendemos el sufrimiento de los demás?
Una conciencia social y ecológica para construir un mundo basado en los derechos humanos, para proteger el planeta, para construir relaciones humanas y humanitarias. Esta crisis con motivo del coronavirus nos puede enseñar que lo importante en la vida es la persona y su dignidad, establecer relaciones de amistad y de perdón, de comprensión y solidaridad, de crítica constructiva y autocrítica.
Espero que esta crisis no suponga reforzar la avaricia y la codicia, los mecanismos de control y dominio social o aprobar más recortes sociales. Espero y deseo que esta crisis nos ayude a construir una humanidad con humanidad y desde la humanidad, y no es ninguna redundancia.