Estado de derecho y democracia
Los jueces tienen que presentarse a la sociedad como tales, sin apellidos que les ubiquen en un ámbito político determinado
Aún recuerdo cuando allá, por los años 70, mis compañeros de promoción celebrábamos el final de los estudios de Medicina, estudios que habíamos comenzado en ... 1970. Y fue allí cuando el que fuera líder estudiantil de la izquierda de entonces se dirigió a mí, por entonces militante del Partido Popular Demócrata Cristiano, y nos estrechamos fuertemente la mano. Yo había sido su contrapeso durante varios cursos. Habíamos mantenido importantísimos enfrentamientos ideológicos y estratégicos en las miles de asambleas del curso o de facultad que se convocaron. Ambos estuvimos de acuerdo en que, en esa batalla ideológica y estratégica, no hubo vencedores ni vencidos. Nuestro paso por la universidad fue una escuela de aprendizaje de los valores democráticos. Habíamos comenzado la carrera con Franco y la terminamos con Adolfo Suárez de presidente. Posteriormente, varios de esos compañeros de promoción y yo mismo hemos tenido responsabilidades institucionales y orgánicas en el ámbito político.
A principios de los 70, la universidad fue un motor importante en el avance de lo que llamábamos «conquistas democráticas». En esos tiempos estaban, por un lado, los partidarios de romper con todo lo anterior y, por otro, los que nos inclinábamos porque se hicieran las reformas que fueran necesarias, con el objetivo de conseguir que España llegara a ser un Estado democrático y de derecho. Todos pertenecíamos, pertenecemos, a la generación que vivió activamente la Transición desde un gobierno autocrático a otro democrático. Somos la generación que vio nacer nuestra actual Constitución, Constitución fruto del acuerdo y consenso entre todos los partidos políticos del momento, 'la Constitución del 78'. Fue a partir de esa fecha cuando España se convirtió en un Estado democrático y de derecho.
Cuando usted cree que alguien, persona o institución, le está perjudicando, tiene la opción de denunciar ante los juzgados a esa institución o persona. Usted espera que un juez/a imparta justicia. Usted espera que ese juez dicte una sentencia justa, sin estar influido por esa institución o persona a la que ha demandado, que actúe independientemente del poder de esa institución o persona a la que ha demandado. El poder judicial actuará y emitirá sentencia, tras oír a todas las partes implicadas. Usted, yo, todos, podemos defendernos ante cualquier hecho que consideremos injusto porque vivimos en un Estado de derecho, lo que implica que los poderes Judicial, Legislativo y Ejecutivo sean independientes. Esa separación de poderes la describió en el año 1748 el señor de la Brede y Barón de Montesquieu en su obra 'El espíritu de las leyes'. Ahí podemos leer:
«Todo hombre que tiene poder se inclina a abusar del mismo; va hasta que encuentra límites. Para que no se pueda abusar hace falta que, por disposición de las cosas, el poder detenga al poder».
Se confía la vigilancia de los tres poderes a ellos mismos: cada uno vigila, controla y detiene los excesos de los otros.
Lo propio de la distinción totalitaria de los poderes estatales está basada en «la unidad de poder y separación coordinada de funciones», mientras que la separación de poderes democrática está basada en «la pluralidad de poderes autónomos y equilibrio de funciones».
En la separación de poderes ningún poder debe tener preponderancia real o formal sobre los demás poderes.
El pueblo no será soberano si uno de los poderes constituidos que le representan no emanase inmediatamente de él.
El Estado de derecho implica que el Poder Judicial es independiente del Poder Legislativo y del Poder Ejecutivo, y debe ser contrapeso de esos poderes. Si no es así, no hay Estado de derecho y, por lo tanto, no hay Estado democrático. La calidad democrática se va lentamente resintiendo, y a través de esa rendija comienzan a verse los primeros pasos del populismo».
Reivindico la Constitución del 78 como la Ley de Leyes de todos los españoles, garante de la separación de los tres poderes que constituyen y dan forma a un Estado democrático. Es mejorable y será mejorada, no me cabe la menor duda, pero sin perder un ápice de su propia esencia. Es la Constitución del consenso de todos los partidos políticos y de su refrendo por una gran mayoría del pueblo español.
Durante mi etapa de ejercicio político activo, tuve la gran suerte de conocer y convivir con a algunos de los 'padres de la Constitución', así como con diputados de todo el arco político. Les aseguro que nunca, nunca, hubo insulto ni exabrupto alguno en los mil y un debates políticos que viví activa y pasivamente, es más, créanme si les digo que en La Taberna de Manolo frecuentemente confraternizábamos diputados de distintos partidos políticos.
Termino: los jueces y magistrados, por ley, no pueden militar en partidos políticos, sin embargo, su afiliación a asociaciones bien definidas políticamente establece su espejo ideológico: progresistas, conservadores, independientes. Sinceramente, pienso que esa manifestación pública de su ideología afecta a la calidad democrática de nuestro sistema. Los jueces, los magistrados, tienen que presentarse a la sociedad como tales, sin apellidos que les ubiquen en un ámbito político determinado.
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