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Demasiadas incógnitas para 2021

Sábado, 16 de enero 2021, 01:23

En muchos ámbitos hacer pronósticos suele ser a menudo complicado, junto al riesgo añadido de no acertar. En el deportivo, por ejemplo, un jugador de golf evita anticipar antes de un golpe dónde va a situar la bola porque es conocedor de las numerosas variables que pueden intervenir: idoneidad del palo elegido, el viento, la humedad, el 'stand', el 'swing', etc. Pero en los temas más serios, y los económicos lo son, las previsiones son obligadas y a veces de suma utilidad, sin que ello suponga que no deban relativizarse, como la experiencia demuestra.

Cualquier organización o institución, sea el Gobierno, las distintas administraciones, las empresas e inclusos los particulares, precisan de un presupuesto para ordenar su actividad, aun sabiendo que pueden producirse desviaciones, pero se trata de aproximarse a la realidad, aunque no nos guste, de planificar y de intuir por dónde irán los acontecimientos a la luz de los datos disponibles.

De entrada, lo más probable es que la normalidad sanitaria se demore y condicione el momento de la recuperación económica, que las previsiones gubernamentales no se cumplan y que estemos más próximos a las estimaciones del Banco de España, que son las que más crédito merecen al Banco Central Europeo, como recientemente ha reconocido su vicepresidente, Luis de Guindos.

El que los Bancos centrales y la UE hayan inyectado una liquidez y más ayudas nunca conocidas en el sistema es un buen punto de partida, pero no resuelve las dudas de si serán gestionadas eficazmente y en tiempo y, sobre todo, de si ayudarán a corregir los desequilibrios que ya han aparecido entre los distintos sectores, tal como resalta una editorial de la Actualidad Económica al referirse a la recuperación en forma de K (a algunos les está yendo bien o muy bien, mientras que a otros mal o muy mal). Inevitablemente, en 2021 tendremos más paro, más deuda y más impuestos (el que estos últimos se hayan congelado o reducido en la mayoría de los países de la UE no parece haber influido en la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, ni en sus compañeros de viaje).

Las empresas, una vez despejadas las incertidumbres sobre el 'Brexit' y ante la incógnita del devenir de la guerra comercial entre China y la nueva administración norteamericana, estarán muy vigilantes sobre la evolución de las principales magnitudes económicas y, sobre todo, de la letra pequeña de las prórrogas de los ERTE y de si se retoma o no a lo largo del año la revisión del SMI, algo en lo que va a seguir insistiendo a buen seguro la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. La misma, sin demasiada concreción, acaba de enumerar las reformas y líneas de actuación que pretende presentar en Bruselas y que van aparejadas a la llegada de los fondos europeos, y entre las que incluye la reforma laboral, las políticas activas de empleo y la formación. Tampoco se ignora la opinión de expertos internacionales al reconocer que España es un caso extremo de cómo la pandemia ha afectado a su economía, siendo su desplome el mayor de la eurozona, y alertan del problema que supondrá si el norte y el centro de Europa se recuperan más rápido y presionan para normalizar las políticas fiscal y monetaria, algo que puede suceder a finales de este año y especialmente a lo largo de 2022.

Frente a tantas incógnitas hay también alguna certeza, como la que supone el que las empresas en épocas de crisis se centran más en autoevaluarse, diagnosticando sus puntos fuertes, para afianzarlos, y los débiles, para corregirlos. En el ámbito laboral es una buena ocasión para que cada empresa analice su plantilla, la dimensión de la misma y el nivel de cada uno de sus integrantes al tiempo que refuerza la motivación de sus trabajadores si estos perciben la necesaria cercanía y proximidad de la dirección en esta situación de dificultad. Es un buen momento también para revisar los gastos improductivos, mejorar los procesos y apostar decididamente por la digitalización, así como explorar nuevos nichos de negocio más o menos próximos a la actividad principal.

Las empresas conocen sobradamente que nadie les suele regalar nada y que, si se establece alguna ayuda, bienvenida sea, pero que su futuro dependerá en gran medida de que su proyecto empresarial sea el adecuado, de la profesionalidad de los empleados y de la correcta gestión de los recursos a su alcance. Y también saben de la importancia del asociacionismo empresarial al prestar su apoyo y respaldo a CEOE y Cepyme, que, con una encomiable firmeza y flexibilidad, vienen encarando las negociaciones no siempre fáciles con el actual Gobierno.

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