La paz
Llama la atención que el actual mandamás de los Estados Unidos no haga ascos a autoproclamarse candidato al Nobel de la Paz
Una de las palabras con mayor poder significante es paz. La paz la define María Moliner como «tranquilidad y ausencia de conflicto»; asimismo, se refiere ... a «la situación entre pueblos o naciones donde no hay guerra ni oposición». Aunque oímos hablar también de la paz conyugal, la paz a secas nos remite inexorablemente a lo que se consigue después de un tiempo de beligerancia. Hoy día, por influencia directa de lo que pasa en la franja de Gaza y Cisjordania, o en una Ucrania invadida por los rusos, la paz es un término que supone el deseo de la mayoría, que ve y oye asombrada cómo se masacra día a día a las poblaciones más indefensas. Amanecemos todos con la esperanza de oír o leer en los medios de comunicación eso de que la guerra haya acabado, o sea, que ha llegado la paz. Lo cual no quiere decir, ni mucho menos, que el pueblo invadido recupere la forma de vida anterior al estrago. La paz en estos casos es sinónimo de desasosiego, de no saber qué va a ser del derrotado. Con razón don Luis, el protagonista de 'Las bicicletas son para el verano', le dice a su hijo, ante los escombros de un Madrid asolado por las bombas: «No ha llegado la paz, Luisito, ha llegado la victoria». Porque la paz es buena para los vencedores, nunca para los vencidos.
La paz es motivo literario por antonomasia. Son innumerables los ejemplos que el arte y la literatura han dado sobre el tema. Por citar dos, de tiempos muy distantes, recordemos la paloma de la paz pintada por Picasso, símbolo universal, creado en 1949, a propósito del primer Congreso Mundial por la Paz. En el otro extremo de la historia, la obra de Aristófanes llamada precisamente 'La paz', comedia que escribió el autor ateniense, cuando, aprovechando la guerra del Peloponeso, no deja títere con cabeza del negocio surgido en el conflicto entre Atenas y Esparta. Pero no sólo Picasso y Aristófanes han hablado de este tema. En 'Guerra y paz' Tolstoi cuenta la invasión de Rusia por parte de Napoleón, que alcanza medio siglo de conflictos y concordias. Por no hablar de las guerras civiles, como la del norte y el sur de los Estados Unidos, o la nuestra, fuente inagotable de novelas, dramas y películas, que muestran la dificultad que supone alcanzar la paz.
La paz es algo etéreo. Tanto, que los Premios Nobel decidieron, ya en su primera edición de 1901, otorgar uno de sus galardones a «la persona que haya trabajado más y mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos alzados y la celebración y promoción de acuerdos de paz». En su amplio listado aparecen multitud de nombres para mí desconocidos, junto a otros de especial relevancia: Martin Luther King, Willy Brandt, Teresa de Calcuta, Rigoberta Menchú, Nelson Mandela o Yasir Arafat. Todos ellos de trayectorias políticas y humanas reconocibles. Llama la atención el concedido a Henry Kissinger, junto al presidente de Vietnam del Norte, en 1973, dos años antes de que terminara la guerra entre esos países. Mientras que el vietnamita despreció el Premio, el americano lo recogió sin ningún rubor, aunque lo hiciera con las manos manchadas de sangre: no sólo por el conflicto del Medio Oriente, en donde los americanos consiguieron una de las derrotas más dolorosas de su historia, sino por su intervención en la caída de Allende, con otro baño de sangre.
Hay curiosidades, como que entre casi el centenar de Nobeles de la Paz no haya nadie de nacionalidad española, o que aparezcan hasta cuatro presidentes de los Estados Unidos, el último de ellos, Barack Obama. También hay años en los que no se concedió. Tampoco sé de dónde partirán las nominaciones para presentar candidaturas a dicho galardón, pero llama poderosamente la atención que el actual mandamás de los Estados Unidos, de la misma manera que no se corta un pelo para decir que las vacunas son peligrosas, o que los inmigrantes se comen sus mascotas, no hace ascos a autoproclamarse candidato al Nobel de la Paz. El que saca el ejército a la calle para evitar protestas a su gobierno, el que dijo que cuando fuera elegido a los quince días terminaría con las guerras del mundo, el que alaba y humilla a Putin o a Zelenski en el mismo discurso, dice muy convencido que merece el Nobel de la Paz. Se lo darán, verán ustedes.
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