Recién empurpurado en Venecia, dice Almodóvar que lo que más le chiflan no son los premios, no. A sus 74 años, lo que de verdad ... le importa es el paso del tiempo. «Siento que cada día que pasa es un día menos que puedo vivir», asegura. Normal, porque Almodóvar no es Maduro, que puede hacer milagros y adelantar la Navidad a octubre. Así que, viendo que el último peldaño no está ya tan lejos, lo que más le preocupa es la muerte.
Veamos lo que dicen los expertos de ella. Traigo aquí dos opiniones distintas, una más concluyente y otra más alentadora, para que se queden con la que más les guste. Rodrigo Quian, neurocientífico y autor del ensayo 'Cosas que nunca creeríais', dice que no hay un más allá, ni existe otra vida a la vuelta de la esquina ni hay conciencia más allá del instante postrero. «Es imposible, cuando nuestra actividad cerebral cesa, se acabó», asegura. El cerebro es principio y final, viene a decir, y las neuronas son el gran capitán, tan importantes que nos marcan el camino a seguir incluso antes de haberlo emprendido. «Si yo monitoreo la actividad cerebral de una persona, puedo predecir qué decisiones va a tomar», afirma.
Sin embargo, el médico y cirujano Manuel Sans sostiene una teoría menos terrenal, como para endomingarnos algo el ánimo. Autor de 'La supraconciencia existe', lleva años estudiando el tránsito de la vida a la muerte. «Nuestra conciencia continúa su viaje más allá del plano físico. A nuestra muerte, nuestra conciencia se libera. Nuestro cuerpo solo es un estuche», asegura.
Añade Sans que ha hablado con pacientes que han tenido experiencias cercanas a la muerte y que al regresar le han dicho que mejor no lo hubieran hecho: «Tan feliz estaba al otro lado», le han objetado. Lo dice el jefe de la unidad de cirugía digestiva del hospital universitario de Bellvitge, no uno del manojo de 'influencers' que surfean en Instagram ni el cuñado de la barbacoa, no. Sobre si esas experiencias cercanas a la muerte pueden ser alucinaciones de última hora, asegura que no: «Imposible. A los 15 segundos de morir el encefalograma es plano, no hay actividad neuronal». Es decir, que, según él, son experiencias reales.
Claro, enseguida nos sentimos inclinados a darle la razón, porque esta opinión nos regala más el gusto que la otra. Como decia Benedetti, «yo no sé si Dios existe, solo tengo la esperanza de que exista». Pero llega luego nuestro lado serio, nuestro hombre del traje gris, y dice que nos dejemos de transportes ni embelesos, que nanay. Así que...
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