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Dice Woody Allen con su humor de siempre que su forma de cuidarse es evitar comer concienzudamente todo alimento que le dé placer. Si huyes ... de las cosas que procuran felicidad, incluso las más pequeñas, no abusarás de ellas y te irá mejor, viene a ser el estribillo. Más allá del chiste, yo no termino de verlo así. Puesto que la felicidad no existe –decía Cabrera Infante que era una meta, no un estado– es justo en las cosas pequeñas, las más pigmeicas y como a la vuelta de la esquina, en las que hay que centrarse para echarse al cuerpo un poco de la dicha dispersa de la vida. No sé, alegrías hay muchas: el primer sorbo de una cerveza fría, el momento cimero de un buen libro de Javier Cercas, las alcachofas de La Pequeña Taberna, o cuando descubres, así como si nada, que eso tan angustioso también pasará. Incluso la luz, por qué no. Nunca hubieras pensado que algo tan doméstico como darle al interruptor y que se hiciera la luz fuera un deleite. De repente, un gesto de todos los días que queda elevado al primer cajón del podio por una razón sencilla: no creías que fuese tan importante hasta que dejaste de tenerla.

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laverdad Sí, quiero, luz de mi vida