Aquí no hay primavera
La 'letra pequeña' del Mar Menor
Pues no, este no es otro libro sobre la Guerra Civil, pero sí otro artículo sobre el Mar Menor. Allí pasé el sábado, donde la ... Federación de Fútbol ha organizado un campeonato de España de fútbol playa inclusivo que arranca esta semana, y que es el motivo de mi visita, pero no de este artículo. Lo que me sorprende es que no tengo ningún problema para aparcar, ni para sentarme a la mesa en el restaurante ni para dar un borneo por la playa en un sábado con un sol mofletudo, talla XXL, y una temperatura amable en el que esperaba todo lo contrario. Sí, ha llegado mayo, pero aquí sigue siendo otoño. Se habla mucho de la España vacía, pero poco del Mar Menor vaciado, y me produce una sensación extraña: me alegro de que no haya agobios, pero me apena que el Mar Menor luzca un tanto atristado en una época donde cualquier ciudad a la que vas está hasta la bola. Aquí mismo conté la última vez lo llena de gente que vi Sevilla hace días. Los barrios más castizos y aún sin 'souvenirizar' lucían hasta la bandera, como si no fuera yo, sino el mundo entero el que estuviera de vacaciones. 'Que no te lo cuenten, ven a verlo', parecían decir todos. No ocurre lo mismo en el Mar Menor. Basta con ver el precio de las casas en venta para darse cuenta de que la zona está de capa caída: sí, el mundo puede estar de vacaciones, que aquí el último tren parece haber pasado.
Miras el mar, que luce cachazudo, aquietado, sin encabrillar, y aparentemente todo está en orden, pero al mirarlo no puedes evitar pensar en lo que hay debajo, que es donde está la 'letra pequeña' de esto. Más allá de la superficie está ese mar podrido del que habla en 'Anoxia' Miguel Ángel Hernández. Un mar que no reverdece, sino que verdea, que no es lo mismo, y que de vez en cuando vomita una enmadejamiento de peces muertos y algas sin vida que nos recuerdan que las aguas son mansas, sí, como de charco, pero no limpias.
Qué fácil es malograr un sitio y qué difícil recuperarlo. Lo que más sorprende ahora es la porrada de millones que parecen estar gastando, con oficinas por aquí y comisiones de todo por allá, pero sin que haya vislumbres de una solución a corto plazo. Este verano volverán a descargarlo de algas, nada más que una operación cosmética, porque aquel Mar Menor donde yo jugaba de chico hoy agoniza y la razón es sencilla: mientras escribo estas líneas siguen entrando nitratos.
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