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Frases. Fue García Márquez quien me enseñó el poder magnético de una frase memorable, de esas de podio. Al leer por vez primera 'Cien años ... de soledad' descubrí que una buena frase te dice a veces mucho más que cien páginas enteras. Él era todo un as en eso, capaz de describir situaciones, personajes y cosas en menos de lo que dan dos renglones. 'Cien años de soledad' y otras novelas de Gabo están consteladas de frases cimeras, y desde entonces me pasa a menudo que recuerdo más la frase redonda de un libro que el propio libro, o lo que dijo alguien en una película antes que la misma película. Me ha pasado ahora viendo la serie de Alaska: «He tenido una actividad química con sustancias enriquecedoras para el espíritu que me han ayudado a abrirme», dice. Es casi poético y no puedes evitar reírte de gusto, no de risa. Es difícil resumir mejor y con más elegancia que en esta vida te has metido de todo lo que te ha venido en gana. Y a quien le guste bien, y al que no, también.
Para las nuevas generaciones, Alaska puede ser una cantante antañona y más o menos excéntrica, pero la gente de mi edad, que se asomó al mundo en los 80, descubrió el sexo, el alcohol y otras adrenalinas propias de la edad entre canciones de Radio Futura, Extremoduro, Hombres G, Duncan Dhu, otros muchos y, cómo no, Alaska, si miramos solo a España. Vean la serie, merece mucho la pena.
Y hablando de frases inspiradas. Otra para el embeleso que me he encontrado esta semana y he guardado para no marchitarse mi espíritu recolector. Es de un cuento de la estadounidense Lucia Berlin y habla de un viejo que prefiere morir antes que vivir sin la mujer que ama. Dice así: «Apenas come nada. Quiere morirse... La última vez él incluso me preguntó si podía conseguirle unas pastillas, para ayudarlo a marcharse 'antes de que ella deje de quererme'». Irse antes de que ella deje de quererlo, es difícil expresar el amor de una forma mejor. Sé que olvidaré el argumento del cuento en unas semanas, pero le sobrevivirá esta frase que encastillaré mucho tiempo aún en el magín, como dicen los antiguos, hablando de antañones, por dos razones: una, porque es triste, sí, pero también hermosa; y dos, porque es mejor que el propio cuento que la encierra.
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