Borrar

Un ascensor es como un zulo en movimiento. Quiero decir que no es agradable quedarte encerrado en uno, sin teléfono móvil, con la correa del ... perro en la mano y el perro al final de la correa queriendo salir, pero así ha pasado. De repente, en un punto indeterminado entre el segundo y el quinto piso, zas, el ascensor hace un extraño, da un saltito, cangurea un poco y se para. El perro se pone un poco nervioso y lamento que no tega un carácter más pachorriento, pero es así. Después de aquietarlo y de pulsar todos los botones en diferentes estrategias –de arriba abajo, de abajo arriba, de izquierda a derecha y en zigzag– para comprobar que está tan parado que parece que así fuera a quedarse para siempre, pulso el botón de alerta. Suena una musiquita al otro lado. Y luego, una voz de mujer, que me dice hola y que sabe en qué edificio estoy. Lo deben de tener informatizado. Bien. Bueno, ¿bien? No tanto. Me dice que vuelva a pulsar en dos minutos y me dirán entonces cuánto va a tardar el técnico. Como soy muy obediente, dos minutos después vuelvo a pulsar. Ahora es una voz de hombre, que me responde: «Tardará entre 35 y 40 minutos». Cómo, ¡40 minutos! Nota mi sorpresa y me dice: «Pero no se preocupe, siempre tardan menos de lo que dicen».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

laverdad Encerrado en el ascensor