Con motivo de las europeas, se ha vuelto a resaltar una encuesta del CIS sobre hábitos democráticos, por la que un 27% de los jóvenes ... de 18 a 24 años no considera que la democracia sea preferible a otras formas de gobierno. El dato es preocupante, sin duda, porque supondría que un 27% de los jóvenes de 18 a 24 años tienen menos luces que la calle donde vivo a las tres de la mañana. O eso o es que dan la democracia por sentada. Grave error. Yo les daría a leer 'El mundo de ayer', donde Stefan Zweig cuenta que justo antes de que estallara la Primera Guerra Mundial, los jóvenes vivían una vida sonrosada, alegre y despreocupada; bebían, reían y galleaban por las calles pensando solo en divertirse y en cómo labrarse un futuro halagüeño, que no ensombreciera su nivel de vida ni su optimismo radiante. No sabían del martillo de la dictadura ni del estruendo de la guerra, y todo el fuego que conocían era fuego amigo: tenía que ver con la adrenalina propia de los veinte años antes que otra cosa. Ni por asomo pensaban que sus calles, enjardinadas de alegría y buen humor, pudieran ser pasto de las llamas en un santiamén. La guerra les pilló de improviso, porque daban la paz por sentada, como el 27% hace ahora con la democracia, que considera un árbol de hoja perenne. Error.
El problema no es que piensen eso, es que lo piensen retechados bajo el paraguas de la libertad. Están confiados, no ven el peligro y, de esa forma, dan pie a la entrada de personajes como el tal Alvise, inflamado de desprecio y con una retórica incendiaria, tropezada de proclamas. Oírlo da vergüenza, sí, pero también hace que nos tiemblen un poco las piernas: da miedo pensar qué podría hacer alguien así empurpurado de poder. Un tipo que dice que debería estar permitido disparar a un narcotraficante por la calle. Un tipo al que no hemos visto venir porque se ha movido por las redes sociales, un ecosistema donde mi generación y las de antes nos movemos con respiración asistida. Por eso ha estado fuera de radar hasta casi darnos de morros con él. Un tipo al que votan sobre todo menores de 35 años y que tiene más de 500.000 seguidores en Telegram, 177.000 en TikTok, 228.000 en Facebook y 155.000 en su grupo de WhatsApp. Ese es su terreno de juego, no el de los medios, a los que tacha de mercenarios y basurilla. Con todo, no es eso lo más intranquilizador. ¿Qué es entonces? Que ahora tiene coartada: el abrigo que le dan sus más de 800.000 votos. No solo se nos ha colado por la puerta de atrás. Ese respaldo nos dice algo peor: ha venido para quedarse.
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