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Veo 'Un completo desconocido', la película sobre los inicios de Bob Dylan, genio e insolencia a partes iguales. Joaquín Sabina, que siempre habló de él ... homenajeadoramente, sabía de su arrogancia, y cuenta que una vez lo vio en Madrid mientras se cortaba el pelo y salió corriendo a saludarlo, pero estando a un metro no fue capaz de dirigirle la palabra: no vio al hombre, sino al gigante. Y así veíamos antes su país, Estados Unidos: un coloso que acomplejaba a todo quisque. Pero veo la peli y no puedo evitar un pensamiento: en contra de lo que algunos piensan, a EE UU no lo han hecho grande sus armas, sino su cultura. La púrpura de su cine, sus libros, sus parques, su inventiva, su ciencia, su tecnología, su riqueza enorme y su tasa de paro pigmeica, su ímpetu y su vitalidad. Está claro: EE UU siempre fue un espejo donde mirarse.
Por eso da más pena verlo hoy con su presente chungo, su contaminación galopante mientras mira a otro lado, como si le importara un pepino, y sus masas de gente fanatizadas, dopadas del peor patriotismo, ese que invoca la bandera, no como un rasgo identitario donde reconocerse, sino como un arma que está por encima de todo, incluida la razón y el sentido común. Con el mundo cada vez más holliniento, ellos se permiten el lujo de elegir a Trump. Todo un disparate. Sí, plásticos en los océanos, carbono en el cielo, partículas nocivas en el aire, pesticidas en los cultivos, fenómenos atmosféricos descacharrantes... El mundo se desmerenga y ellos eligen a Trump y su arrogancia XXL. Sí, el pragmático Trump, el hombre menos romántico del mundo. Y es que yo me lo imagino antes en cualquier parte, también en un campo de minas, antes que en una cena con velas para dos y música de fondo. Sí, el primitivo Trump, solo hay que mirar la diarrea de decretos despachados. Hasta 26 firmó solo en su primer día para desbaratar parte de lo que había hecho su antecesor en el cargo, y hasta 72 en el primer mes. Que si indulto a los del Capitolio, amén; que si uno antiinmigración, amén; que si abandono de la OMS, amén; que si cambio el nombre del Golfo de México, amén; que si fin al objetivo del 50% de coches eléctricos, amén... Demasiados amenes y todos apuntando en el mismo sentido, es decir, contra el sentido común.
Tampoco sorprende. Trump ha sido siempre así y ahora, a los postres, no va a cambiar, a no ser que viva doscientos años, pero, como dice Fernando Savater, lo malo de la tercera edad es que ya no hay cuarta.
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