Aquellas expresiones
DEMASIADO PERRO ·
Mi madre vino cuando era una niña. Por eso creció en Murcia e incorporó todas las expresiones típicas de aquí a su forma de hablarEl otro día una tuitera comentó que su madre, cuando está un poco pachucha dice: «No estoy muy católica» y me hizo mucha gracia porque ... era una de esas frases que usaba la mía y que, ahora, con el paso del tiempo, recuerdo con tanto cariño. Mi madre era poblata, su familia vino de la Puebla de don Fadrique, como tantos vecinos de aquella localidad antes de la guerra. A los vecinos de Huéscar, la Puebla o Santiago de la Espada siempre les atrajo más Murcia que Granada, aquí había más curro. Mi madre vino cuando era una niña. Por eso creció en Murcia e incorporó todas las expresiones típicas de aquí a su forma de hablar. Era, de hecho, murciana de pura cepa y usaba palabras, expresiones y requiebros que ahora se nos van y da un poco de pena.
Tremendamente certeras. Eran aquellas expresiones típicas del habla murciana espectacularmente eficaces en la descripción de un estado de ánimo, de una persona o una situación. «No estoy muy católica» hacía referencia a esos momentos en que estás regulín, medio que te pones malo medio que no, vamos, cuando estás incubando algo. Pero había muchas que recuerdo con nostalgia. El otro día hacía Pepe Belmonte en su Twitter referencia a «tener mucho saque», esto es, ser de buen comer. Cuando mi madre se echaba una siesta breve en su pequeño sofá, decía «me he clisao». A mí me hacía mucha gracia una expresión que sería políticamente incorrecta en estos días de lo políticamente correcto, cuando alguien era un poco flojo intelectualmente, lo que hoy día sería 'border-line', mi madre decía: «Ese es semiloro». Cuando algo le daba rabia, «le daba coraje», que me parece expresión muy atinada.
Brutales. Otras eran brutales, por su contundencia y poder descriptivo, expresiones del pueblo llano que atinan de manera demoledora. Por ejemplo, cuando mi madre te encargaba algo y sabía, porque yo era un zagalón indolente, que podía hacerlo de manera chapucera decía: «No lo hagas estilo me cago en tu puerta». Se entiende, ¿verdad? Cuando remoloneaba y no hacía mis tareas me soltaba: «No te duermas en los laureles». Todas las que recuerdo se las cuento a mi hija y las usamos medio en broma medio en serio, porque son producto de cientos de años del uso del lenguaje y forman parte del habla. Nos reímos porque son expresiones que describen al pelo las situaciones. A mí sobrino Pacorro le encantan y tampoco le hace gracia que se pierdan. Luego están las clásicas, aquellas que hacen tanta gracia a la gente de fuera de Murcia como: «Hace pico esquina», «hace chaflán» o lo de la típica «leja». La coliflor era «pava» y las judías «bajocas».
Personas. Había algunas que calificaban a las personas como «mala follá», «desaborío» o incluso «revenío». Cuando alguien sufría un ataque de cualquier tipo le había dado «un paparajote». Una persona insustancial «no tenía fuste», o un hombre que era muy bajito, era «un medio polvo», para mí de las mejores. Crecí rodeado de aquellas palabras que mi padre y otros adultos también utilizaban: un chamby era un helado, un blayer un pequeño bocadillito de los de Pepico del tío Ginés. Las cerillas eran mistos. Recuerdo que mi padre, cuando te portabas mal decía: «Gastar formalidad...». Siempre me gustó que en la huerta, hacer el amor fuera «casarse»; y recuerdo una que me impactó en mi niñez, hacer algo inútil, que no servía para nada, era «como el que le toca los huevos a un carbonero». Siempre me intrigó, lo confieso, porque tocar los genitales a un fulano que trajina a diario con el carbón no tiene que ser una pérdida de tiempo, si acaso, algo sucio. Cuando se insultaba gravemente a alguien le decían «más que pringuezorra». Y cuando alguien estaba necesitado de cariño estaba «más salío que un pico esquina». Y termino, amigos, con una de mis favoritas, muy aplicables a esas legiones de tipos y tipas que sin formación, sin experiencia profesional y siendo más vagos que una manta con valium, arriban a la política para ganar un buen sueldecico a costa del contribuyente. Esa sí era de mi madre, la señora Milagros: «Ese es más gandul que san Onofre, que se tumbó en un ribazo y lo atravesó la junza». Todas estas expresiones se pierden y un servidor las utiliza siempre que puede, porque las llevo en el ADN, porque me gustan, porque son certeras, ácidas y enormemente descriptivas. No deberían perderse, he dicho.
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