La ruina del pedigüeño
No hay quien huya. No hay paz en ninguna parte ni para nadie
Hace años, cuando comenzó a circular el euro como moneda europea, capté una frase de un mendigo joven que me llamó mucho la atención. A ... esa hora la calle Trapería, arteria central de Murcia, estaba repleta de gente que salía de sus trabajos y se apresuraba en busca del almuerzo. Ese joven mendigo, al que hace muchos años que no veo, se situaba en las Cuatro Esquinas. Al pasar yo por allí, le escuché decir para sí mismo: «Esto del euro me va a buscar la ruina».
Tenía razón, era la época en que casi nadie dejaba propina en los bares ni daba lismosna porque al no dominar todavía el valor de la moneda no se sabía si dejar unos céntimos era mucho o poco. En realidad el euro nos arruinó un poco a todos. De pronto las cosas se multiplicaban por tres, pero me alertó la exclamación del mendigo. Él, por muy mendigo que fuese, sentía sus 'finanzas' amenazadas, sus ingresos callejeros estaban dando un bajón alarmante.
Hace unos días,a la puerta de un supermercado urbano, una pobre –como se llamaba antes a los mendigos–, creo que era rumana, gritaba en su idioma, echando sapos y culebras por su boca, contra otro mendigo, este español, que se levanta y le pide a la otra que le hable con educación y en español. Al salir de hacer mis compras, al otro lado de la calle, otro hombre que había estado involucrado en la discusión, me pide un cigarro, mientras me explica que había habido una discusión con la rumana. Le digo que había visto parte del alboroto, y me explica que, claro, tal como están las leyes, si ellos se ponen agresivos con la mujer la policía les podría detener por violencia de género. Pienso que eso habría sido considerado una reyerta callejera, pero, en fin, no lo sé.
Y luego pienso, mientras camino cabizbajo, en que la tranquilidad no existe para nadie. Muchos de estos pedigüeños están dramáticamente atrapados por la droga o han caído en la mendicidad por otras circunstancias fatales, pero para algunos es casi una elección voluntaria, una forma de vida, quizás –creen– más libre o al menos más tranquila. Pero al final se discute por el espacio, la competencia está por todas partes, o te acosan igual las 'crisis' monetarias, como al pedigüeño aquel de las Cuatro Esquinas, agobiado por la ruina del euro. No hay quien huya. No hay paz en ninguna parte ni para nadie. Vale.
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