De lo que veas, la mitad...
Tirando a dar ·
Las oenegés deben asumir un compromiso real con la transparencia. Se precisan auditorías independientesAdvierte nuestro refranero que de aquello que veamos, solo creamos la mitad, y de lo que ni siquiera vemos, nada. Advertencia difícil en un mundo ... en el que hasta lo que vemos, sabemos que puede ser una gran mentira o una ilusión óptica gracias a la IA.
Mentiras que se trasladan hasta lo que, supuestamente, debería ser inaccesible a ellas. Me refiero al escándalo que ha generado saber que, desde 2016, Naomi Campbell ha estado desviando dinero recaudado por la ONG que dirige para emplearlo en viajes lujosos, compras extravagantes y para regalarse una vida de altísimo nivel.
Esto no constituye novedad. En los últimos años, hemos sido testigos de un creciente número de escándalos en torno a organizaciones no gubernamentales (ONG), entidades que, en teoría, deberían estar dedicadas a ayudar a los más necesitados. Sin embargo, algunas veces se han convertido en el escenario perfecto para prácticas corruptas y enriquecimiento particular por parte de sus directivos. El caso más reciente, el de la modelo Naomi Campbell, es un claro ejemplo de cómo algunos líderes traicionan la confianza de los donantes y, lo más grave, de las comunidades a las que se supone deben servir.
No se puede negar que las oenegés desempeñan un papel fundamental en la sociedad. Son las primeras en responder ante desastres humanitarios, en combatir la pobreza extrema y en defender los derechos humanos. Pero su fortaleza depende casi exclusivamente de la confianza pública. Por eso, cuando se descubre que sus líderes están malversando fondos y viviendo a cuerpo de rey, aunque sean republicanos, con el dinero destinado a causas nobles, la indignación es profunda y justificada.
El problema no es solo Naomi Campbell, ni su caso es único. Este es solo un síntoma de un mal mucho más profundo: la falta de rendición de cuentas en muchas oenegés. En demasiadas ocasiones, los directivos tienen un poder prácticamente ilimitado y un acceso sin restricciones a los recursos. Si a esto le sumamos una falta de auditorías externas rigurosas, nos encontramos ante un escenario propicio para el abuso. Los fondos que deberían ser canalizados hacia proyectos humanitarios acaban financiando estilos de vida fastuosos.
Las víctimas más directas de estos desfalcos no son solo los donantes, aunque también se ven estafados, sino las personas que dependen de esos recursos para mejorar sus condiciones de vida. Esta situación genera un daño irreparable en la confianza de la gente. Los escándalos de malversación hacen que los donantes se lo piensen dos veces antes de abrir la cartera, y, a ver, ¿quién podría culparlos? ¿Quién quiere contribuir a una causa cuando no está seguro de que su dinero llegue a quienes lo necesitan?
La solución no es sencilla, pero absolutamente necesaria. Las oenegés deben asumir un compromiso real con la transparencia. Se precisan auditorías independientes, controles estrictos y la obligación de rendir cuentas ante organismos externos. Por sí solas, las medidas internas ya han demostrado ser insuficientes. Pero más allá de los controles financieros, es fundamental que los directivos comprendan la enorme responsabilidad moral que conlleva liderar una organización de este tipo. No se trata de una simple gestión de fondos; se trata de vidas humanas. Aunque, en más de una y de dos ocasiones, en la única vida que piensen sea en procurarse la vida padre.
Casos como el de Naomi Campbell deberían servir de advertencia para muchas otras. Las oenegés no pueden permitirse más escándalos de este tipo, porque cada nuevo caso erosiona un poco más la confianza pública y, lo peor: deja a las personas más vulnerables sin el apoyo que tanto necesitan.
Esta situación revela una peligrosa tendencia que está deteriorando la credibilidad de las oenegés, una crisis que amenaza con dañar irreparablemente a todo el sector porque la confianza es difícil de recuperar. Transparencia, controles, auditorías y una sociedad que se comprometa a luchar contra la corrupción para asegurar que cada donación está realmente destinada a quienes más la necesitan y no a financiar la vida de lujo asiático de unos pocos privilegiados.
Y, como dice el refrán: si no lo vemos...
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