Ahora somos legión
CRISTINA SOBRADO CALVO
Martes, 1 de diciembre 2020, 21:39
Desde hace un par de años, tal vez por las reposiciones de espacios como 'El Hombre y la Tierra' en televisión, una marea de vídeos con mensajes dejados como avisos futuristas del muy querido y añorado doctor Félix Rodríguez de la Fuente inundaron las redes sociales, renovando la vigencia de lo que ya entonces estaba pasando en nuestros espacios naturales. O, mejor dicho, en nuestro planeta.
Para muchos naturalistas actuales, como la que escribe, Félix fue una inspiración de vida. Quisimos hacer lo que él hacía, recogimos su guante de alguna manera, humildemente y sin, por supuesto, la energía, personalidad, clarividencia, resolución y talento que derrochaba el personaje. Y al verlos me preguntaba hasta qué punto habían calado, no ya aquellos primeros mensajes conservacionistas, sino los posteriores años de educación ambiental que tanto ciudadanos como políticos han ido desarrollando desde asociaciones de diferente corte y desde los gobiernos y las administraciones. La educación ambiental llegó para instalarse en nuestras vidas, en nuestra educación y, sin embargo, parece que las cosas no van a mejor. Entonces, ¿nada ha cambiado? Claramente sí.
Recuerdo mis primeros años en el pueblo que ahora es mi hogar, Moratalla. Salíamos al monte cada vez que podíamos (y seguimos saliendo) y era raro encontrarnos con nadie, salvo pastores en su jornada laboral o paisanos con sus quehaceres de labranza. Si había una cigüeña electrocutada, o un tejón o salamandra atropellados y se recogía el dato era porque nosotros, mi pareja, Jesús y yo, nos interesábamos en hacerlo. Como otros tantos naturalistas en sus pueblos y ciudades. Era la soledad del raro. Había incluso quien te miraba con recelo, porque no acaba de entender el interés que despertaba en nosotros si volvían o no a ocupar su colonia de tal o cual paraje los coloridos abejarucos.
La educación ambiental llegó para instalarse en nuestras vidas y, sin embargo, parece que las cosas no van a mejor
Y en los últimos 23 años todo aquello quedó atrás. No hay un evento que tenga que ver con aves, o cualquier otro animal, que suceda en el municipio, y que alguien vea, del que no seamos inmediatamente avisados, muchas veces por varias personas e incluso por gente a la que no conocemos personalmente. Moratalleros y moratalleras, siempre amantes de su pueblo, ahora se han convertido muchos de ellos en auténticos conservacionistas, no sé si conscientemente, pero lo son. Se preocupan de la salud de los lugares que ahora frecuentan y conocen bien, y mi teléfono es un termómetro de ello.
Con la pandemia que estamos viviendo, y tras el confinamiento, la soledad (en cuanto a humanos se refiere) de algunos de nuestros paisajes se convirtió en bullicio de hora punta de metro madrileño, y fue mucha la gente que contactó con nosotros para trasladarnos su preocupación sobre la presión excesiva que sufrían dichos lugares. Amén de las publicaciones en redes sociales pidiendo un poco de 'conciencia ambiental', hecho este que hace un par de décadas hubiera sido impensable. Así pues, ahora somos legión los que velamos por la salud de este paraíso que es Moratalla, incluso de los lugares más escondidos. Una esperanza para la conservación de un rinconcito del planeta, uno de esos aportes a pequeña escala cotidiana que al final, son tremendamente importantes.