Juan Martínez: «Olvidar nuestras plantas propias lleva a una uniformidad fea y peligrosa»
«Con la Administración maniatada por los políticos, queda la tarea individual de los particulares», explica el catalán, de padres cartageneros
G. S. FORTE
MURCIA
Martes, 19 de enero 2021, 21:28
A Juan Martínez Solano (Barcelona, 1969) le tira Cartagena, donde nacieron sus padres y adonde vuelve a menudo a plantar especies mediterráneas en tierras de ... sus antepasados. A la inversa, también se lleva un trocito de aquí a Barcelona, donde reside, vendiendo salazones y ñoras murcianas, entre otras cosas, en la empresa mayorista que fundó su padre. La riqueza medioambiental de la falda del cartagenero Tajo de Peñas Blancas lo tiene «anclado en la infancia». Quizá por eso ha encontrado en los bosques de la montaña de Monserrat, otra verticalidad soberbia más próxima a donde vive, uno de sus espacios favoritos.
–¿Qué le lleva a venir a reforestar montes en Cartagena?
–Mi padre es de [la diputación de] Perín y mi madre de la Rambla del Cañar [ambas en Cartagena]. Aunque yo nací y me he criado en Barcelona, tengo una cadena sentimental con la casa en que nació mi madre. Una casa con un viejo olmo en la puerta y vistas al Tajo Peñas Blancas. Los años que puedo voy unos días de vacaciones a Cartagena, siempre en otoño, para poder plantar en las tierras que dieron vida a mi familia. Empecé el otoño de 1992, algunos de mis arboles ya lucen al verlos. En aquellos primero años era una tarea individual mía. Ahora ya no, ahora me apoyo en [la Asociación de Naturalistas del Sureste] ANSE y en [la Asociación de Recuperación del Bosque Autóctono] Arba Cartagena, asociaciones de las que soy socio y que llevan adelante una impresionante labor.
«Los humanos trajimos especies invasoras, es nuestra labor erradicarlas»
–¿Qué amenaza a las especies autóctonas?
–No soy un purista de las especies autóctonas en sentido estricto. Como he dicho, en la puerta la casa familiar en el Cañar hay un olmo. Para mí, toda la flora mediterránea es autóctona. Nunca sabremos qué había en nuestros campos hace 5.000 años, pero los registros polínicos dicen cosas que ahora mismo son inviables. El lógico uso agrícola de las mejores tierras ha relegado a nuestros árboles y arbustos a los montes, a los sitios no aptos para la agricultura. Esto es normal. Lo extraño y anormal es la saña destructiva hacia gran parte de nuestras plantas propias, pienso en los artos ('Ziziphus lotus') arrancados con odio sin sentido alguno. Nuestras especies autóctonas están recuperando terreno en los montes y en los bancales que dejan de ser labrados. A largo plazo habría que eliminar las especies alóctonas, como eucaliptos y cañas. Algunas de estas especies invasoras son muy capaces de no permitir que haya otro tipo de plantas. Los humanos las trajimos, es nuestra labor erradicarlas. Nuestras plantas autóctonas son las mejor adaptadas a nuestro clima, y además son únicas. Muchas de ellas solo existen en el sureste ibérico. Son pequeños tesoros. Olvidar nuestras plantas propias lleva a una uniformidad fea y peligrosa para la salud. Esto último, que la falta de diversidad ecológica es un problema a largo plazo, es un tema de los importantes, todo el mundo debería ser consciente.
–Dentro de las múltiples labores de voluntariado relacionadas con el medio ambiente, ¿por qué ha elegido la reforestación?
–Las plantas, los árboles y arbustos son la base de todo el medio ambiente. Sin arboles no hay fauna. En mi caso, no solo planto especies forestales, le doy mucha importancia a un árbol como la higuera. Una modesta higuera en un pequeño ramblizo da sombra y alimento al que lo necesite. Falta sombra en los montes de Cartagena
–Repoblar árboles desde organizaciones particulares, ¿no es una forma de suplir lo que debería hacer la Administración? ¿O cree que debería ser una función más propia del ciudadano?
–Sé que en la Administración hay y ha habido gente muy cualificada en temas de medio ambiente; gente con criterio e idea de dónde y cómo debería haber actuado la Administración para mejorar la vegetación y su potencial. Y ojo, que no siempre se ha de hacer algo, a veces dejar a la naturaleza a su ritmo es lo ideal. Lo que no creo es que eso sea válido siempre. Lamentablemente por encima de estos valiosos técnicos medioambientales hay cargos políticos, faltos de conocimientos y solo pendientes de sus cadenas de favores y del qué dirán en base a términos cortoplacistas. Con la Administración maniatada por los políticos, queda la tarea individual de los particulares. El refranero es inapelable, y, como siempre, hace más quien quiere que quien puede.
–¿Cómo convencería a más ciudadanos para que se sumen a estas iniciativas?
–Educación. No hay otra. Mis mayores vivieron del campo sin preservar nada. Era economía de subsistencia. Ahora los bancales se abandonan, la gente tiene un buen nivel de vida, mira en su entorno y lo valora. Es cuestión de tiempo. En el futuro los ecologistas seremos casi todos.
–¿Por qué es necesario repoblar espacios forestales cuando la superficie arbolada está creciendo por sí misma?
–Los que reforestamos solo aceleramos lo que ya hará la naturaleza por sí sola. Sin intervención humana habría bosques de lentiscos, coscojas, garroferos y acebuches... y en las partes más áridas artos arbóreos. Ahora no hay más que pinos retorcidos y cañas. Las cortas de leña de nuestros antepasados, unido a mis queridas cabras, han dejado poblaciones silvestres reducidas a muy pocos individuos. No es el caso de todas las especies, obviamente. Pero en la medida de lo posible, se deberían interconectar las poblaciones. Conste que yo solo planto en trozos de bancal de herencia familiar, en zonas que solo tenía sentido labrar con arado.
«La falta de diversidad ecológica esté entre los temas más importantes»
–¿Qué espacio forestal de la Región de Murcia es su preferido?
–La falda del Tajo de Peñas Blancas [en Cartagena]. Es un mosaico de aladiernos, palmitos, chaparras y carrascas. Sé que no soy objetivo, tengo ese paisaje clavado en mi infancia.
–¿Y de todo el país?
–No sería capaz de quedarme con uno solo. Me han impresionado bosques tan inmensos como el de Irati, en el Pirineo navarro. Me apasiona pasear por la Fageda d'en Jordà, en Gerona, pero también el delta del Llobregat con sus lagunas. Me gustan bosquetes curiosos como un pinsapar en la provincia de Zaragoza que se reproduce contra toda lógica. La garganta de los Infiernos en el valle del Jerte,... aunque, tal vez, mi bosque favorito sea la parte sur de la montaña de Montserrat [en Barcelona], la zona de las rieras, ramblas, que cruzan el Bruc. Un bosque mediterráneo puro.
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