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Un hombre obstinado

Pedro Sánchez llega a la Moncloa después de perder dos elecciones y recuperar el liderazgo del PSOE

Lorena Gil

Jueves, 31 de mayo 2018

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Pedro Sánchez «no las tenía todas consigo». Dicen en su círculo cercano que esta última semana «estaba muy frío, incluso serio, porque sabía que era muy difícil conseguir» que la moción de censura contra Mariano Rajoy saliera adelante. Los nubarrones no se despejaron hasta que el PNV le anunció su apoyo, previo compromiso del líder del PSOE de mantener los Presupuestos. Investido ya presidente en el Congreso, le costó andar dos pasos seguidos fuera del escaño (prestado). Devolvió abrazos y besos por doquier. Incluidos los que le tiró su madre, Magdalena, desde la tribuna de invitados. Pedro Sánchez, cuya 'llama' parecía apagarse, acababa de renacer.

«Aprendí a esforzarme hasta que el árbitro pita el final del encuentro». La frase aparece en su biografía personal. El líder del PSOE, que ha confesado le gusta pintar caricaturas, alude de esta manera a su etapa como jugador de baloncesto en Estudiantes. Pero el mismo concepto se puede aplicar a su carrera política. Una y otra vez, cuando todo el mundo le daba por acabado, el político madrileño ha sabido ponerse por delante en el marcador. «Es un hombre muy prudente, que sabe medir los tiempos», le describen quienes le conocen bien.

Siendo un desconocido diputado se impuso en las primarias de finales de 2014 a Eduardo Madina y tomó las riendas del PSOE. Fue cabeza de lista en las generales de 2015 y 2016. En los dos casos cosechó los peores resultados en las urnas de su partido. Pese a todo, llevó al Congreso su candidatura a presidente del Gobierno y fracasó, después de que Podemos no le diera los votos que necesitaba tras haber pactado con Ciudadanos. Renunció al escaño para no tener que facilitar la investidura de Rajoy y abandonó la Secretaría General del partido. Lo hizo, apuntan, porque «sus padres le educaron a ser fiel a su palabra y sus convicciones».

La derrota se daba por segura. Pero el encuentro no había acabado. Algo que quizás solo él sabía. Porque el año pasado decidió concurrir de nuevo a las primarias del PSOE. Y contra todo pronóstico volvió a ganar. Venció al aparato, que apostaba por la hasta entonces todopoderosa Susana Díaz, lideresa de Andalucía, el mayor granero de militantes socialistas. Y ahora, sin escaño en el Congreso, se ha convertido en el primer político español que logra derrocar a un presidente del Gobierno mediante una moción de censura.

¿Quién le iba a decir a Pedro Sánchez que un año después de hacerse con la secretaría general del PSOE iba a salir también por la puerta grande en el Congreso de los Diputados? Ni él mismo se esperaba «ser presidente de esta manera». «No entraba ni de lejos en sus predicciones», aseguraron ayer fuentes del partido una vez superada la votación.

En el último año, solo la crisis institucional en Cataluña y su apoyo al 155 le ha hecho sacar la cabeza. Al secretario general del PSOE le lastraba su ausencia del Congreso, en el que sí estaban presentes Rajoy, Iglesias y Rivera. Hasta ayer. Pedro Sánchez ha sobrevivido a los peores resultados electorales del socialismo, a la presión de los barones de su partido e incluso a que en entre los suyos le llamen «madelman inexpresivo». El caso es que si algo ha demostrado es que posee una voluntad a prueba de bomba y un orgullo sin parangón. Es «obstinado», señalan. «No se calienta, mantiene el tono». Y el pulso.

Papel de gestor

Casado con una bilbaína, Begoña Gómez, a quien pasa a buscar por el trabajo siempre que puede; es padre de dos hijas y reside en una de las mejores zonas de Madrid. Nacido en febrero de 1972, estudió en el Ramiro de Maeztu; jugó en el Club de Baloncesto Estudiantes hasta los 21 años –ahora practica el 'running'–, y es seguidor del Atlético de Madrid. Su gusto musical se cataloga como 'indie'. Se queda con grupos como Los Planetas, Lori Meyers, Vetusta Morla, La Habitación Roja o Björk.

Su biografía también habla de sus veranos en Irlanda –su padre pedía un crédito todos los veranos para enviarles a estudiar inglés–; la licenciatura en Economía, el doctorado que obtuvo en una universidad privada y de su trabajo como asesor de Bárbara Dürkhop en el Parlamento Europeo. Fue jefe de gabinete de Carlos Westendorp, Alto Representante de Naciones Unidas en Bosnia; concejal de Madrid y discípulo del exministro Miguel Sebastián.

Mariano Rajoy siempre ha estado convencido de que 'el guapito' –como lo llama Susana Díaz– iba de farol. El primer intento para gobernar, el de la investidura, le salió rana. Pero decidió volver a arriesgarse. Primero recuperando el liderazgo de un PSOE cuyos barones nunca han confiado en él. Optó por volver a la carretera, en una estrategia similar a la que le hizo triunfar en 2014. Comió anchoas en Santander con Miguel Ángel Revilla, se divirtió en la Tamborrada de San Sebastián... Y retornó a la planta noble de Ferraz.

Pedro Sánchez se ufana en decir que él es solo fiel a su militancia. Unos seguidores a los que dio su número de teléfono para que le mandaran 'whatsapps'. No lo ha cambiado. «Sabe quiénes estuvieron a su lado y quiénes no», aseguran desde su círculo. Por lo pronto, ha conseguido recolocarse en el tablero político. Dicen de él que siempre quiso ser presidente del Gobierno. La duda será ahora si tendrá tiempo de convencer en su papel de gestor, con la vista puesta en una futura convocatoria electoral. «El vértigo es mucho», reconocen en su entorno. «Pero está tranquilo. Sabe que tiene ante sí una enorme responsabilidad».

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