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Murió el abuelo M., de 70 años, por culpa de una enfermedad fulminante, y la despedida no resultó como la familia había querido. En el tanatorio les advirtieron del puntual horario de cierre a las 11 de la noche, lo que impedía el velatorio nocturno, que en la etnia gitana a la que pertenece la familia del difunto, es una tradición arraigada e ineludible. Lo primero era acompañar al abuelo en su última noche sobre la tierra, así que los parientes no tuvieron otra opción que marcharse, no sin el finado. El tanatorio cargó el féretro en el coche fúnebre y lo trasladó a la cochera de la vivienda familiar, en pleno centro urbano de San Pedro del Pinatar.
Los siete hijos, numerosos nietos y parientes cercanos y llegados de otras provincias para despedir al respetado patriarca sumaron más de 200 personas en la puerta de la vivienda. «En el garaje colocaron el féretro, rodeado de unos 50 familiares, así que los demás tuvieron que quedarse fuera», cuenta Juan García Santiago, amigo de la familia. «Del tanatorio llegó el difunto con una tapa de frío, pero no funcionaba y no trajeron otra», asegura.
No había sillas para todos: niños y ancianos recién llegados de lejos para despedir al abuelo, «un hombre respetado y querido, una buena persona de vida ordenada», les describe García Santiago.
Buscaron por las viviendas cercanas sombrillas para soportar el relente. Incluso prendieron una fogata en un bidón para combatir el frío húmedo de la madrugada. «Una situación digna de otros tiempos», lamenta García. De pronto se levantó esa noche -el 2 de marzo- un ventarrón que obligó a todos a refugiarse en coches y casas cercanas«, cuenta el portavoz de la familia. El malestar provocado por la experiencia entre la colonia local de etnia gitana, que integran unas 1.430 adultos censados más 238 menores escolarizados, les ha llevado a recoger firmas y acudir al Defensor del Pueblo. Ya suman más de 500 firmas, que presentarán al alcalde, Pedro Javier Sánchez, y a la Consejería de Consumo para iniciar el proceso de arbitraje. »Es una injusticia. Pagamos un seguro de decesos durante toda una vida para que haya que velar a un familiar en un garaje«, explica el portavoz familiar. Han pedido por escrito a los tanatorios cercanos que ofrezcan a las familias la opción del velatorio nocturno para los usuarios.
El dueño del tanatorio Rocamer, donde surgió el desencuentro, Rosendo Mercader, asegura que «no quieren el tanatorio para velar, sino para usarlo como hotel para los familiares que vienen de fuera». Explica que con la pandemia se decidió cerrar los tanatorios por la noche y ya no se ha vuelto a cambiar el horario «porque es una empresa privada y, por tanto, libre de fijar su horario». El empresario defiende que «el servicio funerario 24 horas que se contrata en la póliza no es de velatorio nocturno, sino de recogida del difunto a cualquier horas de la noche».
Desde la Unión de Consumidores de España (UCE) ya han logrado que los tanatorios del noroeste de la Región ofrezcan a las familias la estancia nocturna junto al fallecido. «Es lo justo, después de pagar toda la vida un seguro, pero depende de las reticencias de los tanatorios y, de momento lo gestionamos por la vía de la mediación, pero si tenemos que ir por vía judicial, lo haremos», explica la asesora jurídica de UCE, María José Hernández. Han logrado el apoyo del Obispado y de los alcaldes a los que han recurrido para «que al menos les den esa opción a las familias, porque si no te dejan despedirte, te ocasiona graves problemas psicológicos, como pasó en la pandemia». La abogada exige que, si se niegan a prestar ese servicio, lo especifiquen en las pólizas.
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