La muerte de 'El Bolas' ya tiene su sospechoso
Seis años después del brutal asesinato de Javier Moreno en la localidad de San Javier, la investigación cerca a un presunto narco
A Javier Moreno, alias 'El Bolas' o 'El Largo', exjugador de balonmano, antiguo pinchadiscos y aparente corredor de fincas, le metieron dos balazos en la ... cabeza a cañón tocante, uno sobre un parietal y el otro -el de gracia- en la nuca, entre las 14.50 y las 16.37 horas del 11 de febrero de 2015. A esa última hora le entró una llamada al teléfono móvil que ya no estaba en disposición de responder. Las muchas que siguieron a aquella, en su mayoría de familiares y amigos preocupados por la falta de noticias, obtuvieron el mismo resultado hasta que su Iphone 5, con la batería fundida, acabó expirando a las 12.57 horas del 13 de febrero.
Aquel día que fue su último día había salido a media mañana de la casa de su novia en Alcantarilla y se había encaminado hacia la zona costera fronteriza entre Murcia y Alicante -Campoamor, Pilar de la Horadada, San Pedro del Pinatar...-, donde tenía algunos asuntos que quería dejar resueltos antes de recoger a su hija -su gran amor- y marcharse con unos amigos a disfrutar de su refugio en Sierra Nevada. Llevaba encima algo más de 7.000 euros, con los que pretendía abonar una parte del trabajo que un decorador había hecho recientemente en su casa de Ibiza, y a sus más íntimos -muy pocos- les había confesado que esa jornada quería afrontar definitivamente un problema que le estaba quitando el sueño. «Un amigo mío me la ha hecho muy gorda y sabe que estoy muy mosqueado con él», se había sincerado.
Javi no llegó a pagar al decorador. Ni recogió a su hija. Tampoco acudió ya por la tarde a casa de un amigo de Bigastro, en la Vega Baja, con quien iba a disfrutar de esas breves vacaciones en Granada. El único viaje que volvió a realizar lo hizo, ya cadáver, en el maletero de su viejo Audi A6 ranchera, que fue hallado al cabo de ocho días en el aparcamiento del hospital del Mar Menor. Alguien le había seccionado la cabeza y los brazos y los había metido en una bolsa de basura. 'El Bolas', lo que habían dejado de él, todavía portaba entre sus ropas los 7.000 euros con los que había salido de casa. Dinero más que de sobra para pagar a Caronte, el barquero de la negra laguna.
La macabra obra de unos sicarios
Fueron unos agentes de la Policía Nacional quienes el día 19 dieron con el vehículo y con el cadáver, rastreando la zona en la que el teléfono móvil había emitido sus postreras señales. Inmediatamente después, la investigación fue asumida por los especialistas de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de la Jefatura Superior de Policía que, a pesar de que el cuerpo había sido hallado en demarcación de la Guardia Civil, reclamaron para sí el asunto basándose en que ya venían indagando en la desaparición de Javier. Con esa decisión asumían un reto brutal. Quizás entonces no imaginaban -o quizás sí, y por eso la asumieron- que iban a afrontar una investigación de una complejidad tan extraordinaria que, a lo largo de muchos meses, les llevaría a seguir sin resuello innumerables pistas por casi medio mundo: muchas prometedoras pero todas ellas, por igual, infructuosas.
Como nadie está a salvo del 'síndrome de Hollywood', el hecho de que el cuerpo de Javi apareciera parcialmente desmembrado, y además en un sitio público, pronto orientó la investigación hacia la aparente participación de unos sicarios, que de esa expeditiva manera habrían ajustado cuentas con 'El Bolas', a la vez que enviaban un mensaje diáfano -algo así como «con nosotros no se juega»- a otros navegantes de esos mares procelosos del submundo delictivo.
Desde luego, el móvil del asesinato no era el robo -nadie se había preocupado siquiera de registrar el cuerpo-, pero la precipitada teoría de los asesinos profesionales en la que todos cayeron -caímos- chocaba con otros datos que apuntaban en la línea de la chapuza y a los que no se prestó mucha atención. Alguno tan evidente como que a nadie con un mínimo de experiencia criminal se le ocurriría dejar en el coche del difunto, entre otras muchas posibles pruebas, sus teléfonos móviles. Sí, en plural, porque los investigadores no tardaron en hallar en la guantera, además de su IPhone 5, un pequeño Nokia 100, un modelo básico, de cuya existencia nadie entre su familia y amistades tenía conocimiento y en cuya agenda Javi solo tenía anotados tres contactos.
Durante largos meses, los policías se enzarzaron en una labor descomunal para desentrañar el contenido de esos dos móviles e identificar a los numerosos contactos de 'El Bolas', y especialmente en la ardua tarea de establecer qué tipo de relación mantenían con este, pues cada vez eran más abundantes e inequívocos los datos que apuntaban a que el fallecido tenía un lado oscuro: el tráfico de cocaína en cantidades relevantes. Y los especialistas de la UDEV estaban convencidos de que era por esa vía por la que le había llegado la muerte.
Una auténtica fortuna en un trastero
Así, aunque sus más allegados señalaron en un primer momento a que el desahogo económico del que disfrutaba Javi procedía de un puñado de operaciones inmobiliarias muy rentables, los agentes no tardaron en averiguar que, pese a su tremenda discreción, era propietario de valiosos inmuebles -Campoamor, Ibiza, Granada, Argentina...-, de un barco valorado en 400.000 euros, de cuentas bancarias con más de 800.000 euros... y que la mayor parte de esas propiedades constaban a nombre de testaferros.
Fueron algunos amigos íntimos quienes comenzaron a reconocer que 'El Bolas' se dedicaba eventualmente a mover algunos kilos de cocaína, «de una calidad que no se ve en el mercado», y que en apariencia solo se relacionaba con un gran distribuidor, del que adquiría la sustancia estupefaciente, y con un reducido grupo de traficantes a quienes él mismo proveía.
Para esas relaciones 'comerciales', determinaron los agentes, utilizaba el modesto Nokia 100 e identificaba a sus contactos por nombres y alias femeninos, como el de 'Gorda'. Incluso el propio Javi asumía ese rol de mujer en sus conversaciones con el fin de despistar a quien pudiera interceptarlas. «Hola, guapa, ya hablé en persona con mi novio y su jefe. A finales de enero vienen a trabajar. Estate atenta», escribía, por ejemplo, apenas un mes antes de su muerte.
La prueba definitiva de la vinculación de 'El Bolas' con el tráfico de drogas y de los elevadísimos ingresos que le reportaba llegó cuando la Policía, siguiendo las pistas proporcionadas por algunos allegados, registró un trastero que el fallecido tenía en la zona de Playa Flamenca, en la costa oriolana, y en el maletero de un viejo Opel Corsa allí guardado halló más de 1,3 millones de euros en gruesos fajos de billetes y un kilo de cocaína de gran pureza.
El chivatazo con la pista definitiva
En este punto, las sospechas iniciales de que el asesinato de Javier Moreno respondía a un ajuste de cuentas por drogas se habían consolidado definitivamente, hasta llevar a los especialistas de la UDEV a la convicción de que no existía otra posible causa o móvil que pudiera explicar el crimen. De ahí que durante meses desarrollaran una extenuante labor de rastreo -con cientos, miles, de horas de intervenciones telefónicas y seguimientos- sobre todas aquellas personas que, vinculadas al fallecido, estarían a su vez inmersas en el tráfico ilegal de estupefacientes. Buscaban una prueba que les permitiera esclarecer el asesinato, pero todos los esfuerzos, en el mejor de los casos, solo sirvieron para abrir investigaciones judiciales paralelas por delitos contra la salud pública. De manera que algún narco acabó convirtiéndose así en víctima colateral de la muerte de 'El Bolas' y hoy purga sus culpas en prisión.
Siguiendo el rastro de los contactos del fallecido y de los muchos viajes que hacía al extranjero, los agentes impulsaron comisiones rogatorias -ordenadas por el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 7 de San Javier- a países como Argentina, Holanda, Uruguay, Colombia y Estados Unidos, siempre en busca de ese hilo que permitiera desenredar el enmarañado ovillo.
Allá para finales de 2015, la investigación se encontraba enquistada y un tinte de desánimo impregnaba los oficios con los que los agentes reclamaban al juez, mensualmente, que mantuviera las intervenciones telefónicas sobre un grupo de viejos conocidos de 'El Bolas', la mayor parte de ellos traficantes. De ahí que la llamada anónima que ese 28 de diciembre, a las 15.58 horas, se recibió en la sede de la UDEV bien pudiera haber sonado por unos instantes a inocentada. «En la muerte de 'El Largo' -vino a decir el informante- está implicado un vecino de San Pedro del Pinatar llamado Jesús Ángel, que tiene una finca en San Javier: Los Rastrojos. A Javi lo mataron por culpa de una deuda». Y colgó.
Un puzle que al fin encajaba
El chivatazo tuvo para los agentes el mismo efecto que dos tiros de farlopa para un cocainómano en pleno bajón. Los puso a volar. Localizaron la finca y constataron que estaba apenas a dos kilómetros del hospital del Mar Menor, donde fue localizado el cuerpo de 'El Bolas'. Identificaron al propietario, Jesús Ángel M. J., alias 'Chulín', y comprobaron que tenía antecedentes por tráfico de drogas y un aparente acceso a armas de fuego. Obtuvieron el número de su móvil y confirmaron que estaba en la agenda del IPhone del fallecido. Revisaron los posicionamientos del IPhone 5 de la víctima y constataron que se encontraba en la zona de Los Rastrojos cuando en apariencia le arrebataron la vida. Hicieron lo propio con el móvil del sospechoso y se toparon con que estaba situado en esa misma área al menos desde las 16.56 horas de aquel 11 de febrero...
Todas las piezas iban casando, una tras otra, sin un solo renuncio. La investigación avanzaba a ritmo supersónico y los especialistas de la UDEV otorgaban ya «total credibilidad» a la hipótesis abierta por la llamada anónima. El resto de las líneas de indagación decayeron definitivamente casi en ese mismo momento.
Con tales indicios, el instructor pronto autorizó las escuchas sobre el sospechoso y su esposa. Y pese a que había transcurrido casi un año desde el crimen, las grabaciones se revelaron como un maná, en el que las referencias a 'El Bolas' y a su trágico final se sucedían tan frecuentes como aparentemente reveladoras.
«Mi marido es un narcotraficante»
La mujer, además de confirmar que Jesús Ángel tenía acceso a un arma de fuego y que hacía prácticas en un club de tiro, no tardaría en presumir con unas amigas de que su marido «no 'gramea' ni nada de eso. Es un narcotraficante (...). El no quiere estar trabajando a sueldo para ganar una mierda. Gana mucho dinero y vivimos de puta madre (...). Tenemos seis casas, tenemos una finca, tenemos todo lo que nos da la gana».
Luego les desvela que conocían a 'El Bolas', uno que era como su marido, «pero más arriba», y que había acabado decapitado.
El 18 de agosto de 2016, en una conversación entre el matrimonio, 'Chulín' admite el grave problema que había tenido con 'El Bolas'. «Llegó un día y (me dijo) que le diera 50.000 euros más. Dos kilos dice que no le había pagado. Tuve un rifirrafe con él. Yo cogiéndolo de las manos y tal, y él ya intentando intimidarme. ¿Tú me vas a intimidar a mí, cabrón? Y bufaba y bufaba, allí en la casa».
Y sigue desembuchando: «Que le den, que le den. Yo no le deseaba eso, pero que le den, porque casi yo lo hubiera hecho (...). Porque me apretaba mucho (...). A malas, a muy malas, si me presiona y tal, ¿qué hago yo? Pues un tiro en la cabeza y me lo limpio. ¡Claro!».
La mujer, en tono de reproche, le hace ver que no se puede matar a alguien por 50.000 euros. «¡Hombre, no, le voy a dar 50.000 euros y me voy a callar! Y después me dice que me va a partir el culo y me callo también», insiste 'Chulín'. Y cuando la esposa le advierte que actuar de esa manera significaría la ruina, él no recula: «Me busco la ruina, ¡pues la ruina nos la buscamos los dos! A mí también, pero ese no me quita 50.000 euros (...) ¿Qué hago si me pide 50.000 euros y no puedo pagárselos?».
Y acaba señalando que «ha sido por cojones. Bueno, te has buscado un problema, pues no lo han matado, le han cortado la cabeza».
Los policías no salen de su asombro. Escuchan el relato y se convencen de que está narrando lo que supuestamente le hizo a 'El Bolas', punto por punto, dato por dato, pero usando la tercera persona, quizás por miedo a la reacción de su mujer. Algo así como decirle: «He sido yo, y quiero que lo sepas, que llegues a esa conclusión, pero no puedo confesártelo abiertamente». La misma interpretación hacen los expertos en Análisis de Conducta de la Unidad Central de Inteligencia Criminal, a quienes los investigadores remiten la grabación para su análisis. «Es el principal sospechoso de tener alguna relación con los hechos», concluyen.
En un momento dado, 'Chulín', en otra conversación con su esposa, incluso ofrece una explicación al descuartizamiento, asestándole un mazazo a la teoría de los sicarios y del truculento mensaje que pretendían enviar. «¿Y no tuvieron bastante con pegarle un tiro y ya está? ¿Tuvieron que hacer eso con él», le interroga la mujer. «Eso era para coger y que no lo encontrasen. Se quedaron a medias. Era para coger y perderlo. Pero bueno, da igual, matado está. Se estaba buscando que lo matasen».
Todo muy verosímil. Porque, parándose un momento a pensarlo, no es sencillo desmembrar y deshacerse sin dejar rastro de un tipo de 1,90 metros de estatura y un centenar muy largo de kilos. Y al tercer corte, quien quiera que lo estuviera troceando, optó por el camino más derecho: meter el cadáver al coche y abandonarlo donde tuviera más a mano. Y que Dios o el Diablo proveyeran.
Una investigación concluida
Jesús Ángel fue detenido en noviembre de 2016 y en el registro de su domicilio y de la finca rural se hallaron 178.000 euros en efectivo, dos armas de fuego y pequeñas cantidades de cocaína y éxtasis, así como diversos útiles para la adulteración y manipulación de droga. Esta semana, la juez de Primera Instancia e Instrucción número 7 de San Javier, María Dolores Gómez, le ha hecho comparecer para notificarle que será un jurado popular el que se encargue de enjuiciarlo, si es que sus letrados, Fermín Guerrero Faura y Eduardo Romera, no consiguen evitarlo 'in extremis'. Por el momento, sus esfuerzos se centran en tratar de restar validez a las grabaciones que lo incriminan. Saben que ellas conforman la clave de bóveda de este endiablado asunto.
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