El Penedés-Communay, un trayecto en construcción para la ayuda de Ucrania
El envío humanitario de la UMU reposta en las instalaciones de Andamur en La Junquera y recorre el sur de Francia
Amanece en el área de servicio de El Penedés, donde el camión finalizó su ruta en la madrugada del martes. Chema, el conductor del convoy solidario de la Universidad de Murcia, advierte nada más despertarse: «Aquí hay que tomar café. Antes de salir de España todavía es café». La parada de descanso debe durar once horas, pero el motor de un camión frigorífico no nos permite dormir más de cuatro. Con siete todavía por delante para poder arrancar, la mañana queda relegada al descanso y a revisar el recuento de víctimas de Ucrania. Más de 400 civiles muertos y 800 heridos, según el último balance de Naciones Unidas. Unas cifras que la propia ONU estima que son en realidad «considerablemente más altas». Y «considerablemente» debe ser tomado como un eufemismo si se atiende al cálculo del Gobierno de Ucrania, que informa de la pérdida de 12.000 vidas de soldados rusos en el conflicto, un extremo sin confirmación externa. El drama humano sigue creciendo mientras el camión de ayuda humanitaria urgente permanece parado a más de 2.500 kilómetros de distancia. Los refugiados sobrepasan los dos millones, más de un millón de ellos han cruzado a Polonia, la frontera a la que se dirige el cargamento.
A mitad de mañana, Roberto, un transportista español que ha parado en El Penedés, observa desde la terraza de la cafetería el camión donde Chema intenta acumular otra hora de sueño antes de volver al volante. «¿Vais a Ucrania?», pregunta. «Sí, llevamos ayuda humanitaria desde Murcia», explico antes de que dé su visión de la situación geopolítica. «Putin está loco y va a acabar mandando el mundo a la mierda», sentencia.
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Roberto cuenta que tiene un compañero de origen ucraniano. «El otro día le pregunté por la situación de su familia y casi se pone a llorar», dice. Así que ya no pregunta.
Después de comer es hora de que el convoy humanitario retome por fin su marcha bajo una lluvia fina que no le ha abandonado en todo el recorrido.
La aprobación polaca
Antes de llegar a la salida de la AP-7 a Montseny, la rotulación del remolque despierta las primeras reacciones. Un camionero polaco nos hace una señal de aprobación en mitad de un pequeño embotellamiento. #WeAreUkraine. Nosotros somos Ucrania. Podemos notar, en cambio, por su cara, que no sabe exactamente qué estamos haciendo ni por qué somos Ucrania, nosotros, dos tipos morenos con matrícula de España.
Dejamos atrás el tráiler polaco en cuanto el embotellamiento se disuelve, pero Chema anticipa nuevas retenciones pronto. «Verás, cuando lleguemos a Francia y Alemania, que las carreteras están siempre en obras. Se montan unas retenciones de la leche», advierte.
La siguiente parada es en el área de La Junquera, un espacio por el que cada día pasan cerca de 12.000 vehículos pesados, una ciudad del camión dotada con decenas de surtidores, restaurantes, cafeterías y un centro comercial de gran tamaño.
Allí nos espera Juan Carlos Collado, nieto de los fundadores de la empresa murciana especializada en servicios para el transporte Andamur. Se encuentra allí desde hace un mes en una formación que le llevará a rotar por varios puestos a lo largo de toda la estructura de la empresa familiar, una de las compañías que están brindando apoyo al envío humanitario de la Universidad de Murcia. En sus instalaciones el camión recibe más de 300 litros de gasoil y 25 de AdBlue. Juan Carlos se interesa por la carga de medicamentos, ropa y alimentos no perecederos y se sorprende cuando le contamos que la UMU lo llenó y envió en tres días. También nos invita a dos cafés. Si Chema tiene razón, serán los últimos que tomaremos «de verdad».
A pocos kilómetros de entrar en Francia, una hilera de conos naranjas desvía el camión a un solo carril. «¿Ves?», presume el conductor. La situación se repite tres veces más en un corto espacio de tiempo. «Son obras que nunca terminan del todo –explica Chema–, porque todo lo que recaudan tienen que reinvertirlo en las carreteras por ley». Así, toda vía es sepultada en algún tramo por nuevo asfalto, como si los franceses hubieran tomado la determinación de construir Francia encima de Francia. Chema tiene una idea de negocio: «Aquí, lo suyo es montar una empresa de conos de plástico».
Los kilómetros siguen pasando a buen ritmo. Sobrepasamos Nimes, en la región de Occitania, sobre las diez menos cuarto de la noche, cuando el cansancio comienza a hacer mella.
A la una de la madrugada del miércoles, el camión alcanza el punto final de la jornada: el área vigilada de Communay, en las proximidades de Lyon, un parking protegido donde dormir a salvo de saqueos, pero la misión es imposible. Decenas de vehículos pesados se amontonan inventando sitios fuera de las plazas estipuladas. Hay que acomodar el camión fuera, junto a una gasolinera, y esperar que no pase nada. La última noticia que llega sobre Ucrania es que Polonia ha decidido trasladar todos sus cazas MiG-29 a una base en Alemania para ponerlos a disposición del Ejército ucraniano en los combates aéreos. Nos vamos a dormir con la pregunta en el aire de cuántas manos harán falta el día que haya que construir Ucrania encima de Ucrania.