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Pedro Cascales Campos (1978, Cieza) se ha convertido este mes en el catedrático de Cirugía más joven de España, lo que representa un escalón ... más en su intensa carrera. Jefe de sección en La Arrixaca y responsable de la Unidad de Cirugía Oncológico Peritoneal y Sarcomas, presidió entre 2022 y 2024 la Sociedad Española de Cirugía Oncológica. Discípulo de Pascual Parrilla y Pablo Ramírez, la medicina es su vocación desde la infancia. La música –toca el violenchelo– es su otra pasión.
–Ha contado en alguna ocasión que su vocación nació de una experiencia personal en el colegio. Un compañero suyo sufrió una hidrocefalia y tuvieron que operarle.
–Yo no vengo de una familia de médicos. Mi padre era albañil. De hecho, fui el primero de la familia en ir a la universidad. Me llamó mucho la atención un caso que presencié en el colegio, tendría yo 8 o 10 años. De repente, hay un niño que se pone malo de la cabeza. Le operan y aparece por clase otra vez. Fue mi primer contacto, llamativo, con la medicina: vi que había un niño que estaba mal y alguien le curaba.
–¿Por qué decidió especializarse en cirugía oncológica?
– Soy cirujano porque cuando hice la carrera me encontré con gente que me cautivó en sus clases, sobre todo con Pascual Parrilla. Al final, muchas vocaciones surgen porque te cruzas en el camino con personas muy carismáticas. Y a nivel práctico, yo decido ser cirujano por Pablo Ramírez [el actual jefe de servicio de Cirugía General]. Después de un examen en el que no nos conocíamos de nada me acogió, y hasta hoy. Es mi maestro y mi mentor. En cuanto a la Cirugía oncológica, fue otra persona la que me marcó mucho. Cuando yo era residente [MIR], venía a mi casa mucha gente, solo para que yo les explicase lo que les pasaba. Una vez vino una chica con un cáncer de ovario avanzado. Me impresionó tanto que no supe qué decirle. Murió poco después. Coincidiendo con esto, la madre de un compañero fue a Córdoba a operarse de una recaída también de cáncer de ovario. Vi que había un área que aquí [en la Región] no se había desarrollado. El destino va cambiando en base a experiencias que son puntuales, y que te van marcando.
–¿Por qué acudían pacientes a su casa cuando era médico residente?
–Había gente que le preguntaba a mi padre o a mi madre cuándo iba a ir a casa. Así que si iba un sábado a comer, veía a vecinos en la puerta con los resultados de su resonancia o de otras pruebas esperándome. Al principio eso me generaba mucha presión, pero luego me di cuenta de que lo único que querían era que alguien les explicase lo que les estaba pasando. Algunos llevaban muchísimos especialistas a la espalda y no se habían enterado de lo que les ocurría. Mientras mi madre hacía la comida, yo los pasaba a mi habitación y les escuchaba.
–Eso rompe con uno de los mitos del cirujano: la idea de un profesional más frío que no habla con sus pacientes, en contraposición con médicos de otras especialidades.
–El componente emocional de la práctica diaria del cirujano es intenso. Es verdad que a veces se ha asociado al cirujano con la frialdad. Yo soy atípico. Conozco a los enfermos, a las familias, a las parejas, a los hijos; hemos ido a comer con algunos de ellos. Alguna vez cojo la silla, me siento y hablamos de otras cosas. He vivido en la familia la enfermedad y sé que cualquier detalle es importante, para bien o para mal.
–La implicación tiene sus riesgos. Muchos de sus pacientes no presentan un pronóstico favorable. ¿Cómo lidia con esto?
–Sí, ese es mi día a día. Si miramos la estadística, la mejora que se ha producido en los últimos 15 años es impresionante. Pero es cierto que ves a muchos pacientes por los que no puedes hacer nada, o por los que sí puedes hacer algo pero la biología de la enfermedad sigue su curso. Muchas veces, cuando alguien se quema en el trabajo, la respuesta natural es alejarse, en este caso del paciente. A mí, de momento, no me ha pasado eso, pero es verdad que la carga emocional es importante. Intento muchas veces explicar esto casi como un sacerdocio, pero se sufre. El día a día es de sufrimiento y, en algunas patologías, más.
–Habla de una mejora importante en el pronóstico del cáncer en los últimos años. ¿Cuáles son los factores que han permitido estas mejoras?
–La evolución de la cirugía siempre va de la mano del avance de las especialidades y de la tecnología: la anestesia, la recuperación postoperatoria; todo eso es fundamental. Estos pacientes son muy delicados, y en cirugías de ocho o diez horas, pequeñas variaciones del intraoperatorio pueden tener mucha repercusión. El bisturí que utilizamos es el mismo que se usaba hace cien años, pero la evolución de la Oncología médica ha sido fundamental. La cirugía es una herramienta más en una secuencia de tratamiento del cáncer; el arte es saber posicionarla. Tienes muy pocos disparos para poder curar a una persona y la clave está en saber cuándo dar ese disparo. La cirugía tienes que posicionarla en medio de tratamientos con quimioterapia, radioterapia. Tiene que ser en el momento más óptimo.
–Uno de los aspectos más importantes es que el paciente llegue a tiempo de beneficiarse de la cirugía. Ha hablado alguna vez de la necesidad de diagnosticar el cáncer de ovario de manera más precoz.
–Específicamente, el problema del cáncer de ovario es que se retrasa el diagnóstico, pero eso ocurre en todo el mundo porque es un cáncer en el que los síntomas son muy vagos. Esto lleva a que cuando da la cara, ya lo hace en situaciones muy avanzadas. El punto de mejora es intentar que desde el principio todos los profesionales que pueden tener un papel en el tratamiento estén ahí [de forma coordinada]. Hay veces que ves a un paciente, analizas toda la historia y te hubiera gustado operarlo antes, porque identificas el momento en que su historia natural dio un giro hacia mal. Pero eso es muy poco frecuente en Murcia. Somos una región pequeña, nos conocemos todos y el trayecto entre cualquier punto de la región es de 40 o 50 minutos. En otras comunidades puede ser que el paciente dé más vueltas, pero aquí es muy poco frecuente que nos llegue con retraso.
–En algunas entrevistas ha señalado que la meta no debe ser la cronificación del cáncer, sino la curación. Pero ¿no estamos todavía lejos de esta meta?
–Nuestro trabajo debe ser curar el cáncer. Cronificar el cáncer es prolongar la situación de enfermedad de una persona. Si eso es lo mejor que podemos hacer, de momento haremos eso, pero el objetivo no puede ser quedarse ahí. Se han dado grandes avances. Hace años, aquí se fue pionero en el tratamiento de las metástasis del hígado. Había gente al principio que no lo entendía, pero a esas situaciones todavía se puede llegar con opciones de curación. Evidentemente, en unos porcentajes ajustados, que van creciendo.
–Pero esto es entrar en un terreno complicado. Hablar de la curación del cáncer genera muchas expectativas y, a día de hoy, muchos pacientes siguen sin poder curarse.
–Cuando hablamos de cáncer, hablamos de más de 2.000 enfermedades. Cada una de ellas tiene su peculiaridad, y se presenta en diferentes estadios. Pero el cáncer de mama ronda el 90% de curación y el de colon, prácticamente el 80 u 85%. Dentro de un mismo tipo de cáncer, cuanto más evolucionado está el estadio, los resultados serán peores. La falsa esperanza hace también mucho daño. Esto en algunas ocasiones lo ves. El paciente tiene que salir de la consulta con la información clara. Como señalaba un decano de Medicina, hay que contar la verdad con esperanza. Tenemos que hacer entender al enfermo que está en una situación complicada, esto no es blanco o negro. Cuanto más avanzado está el tumor, las posibilidades de curación son menores, pero existen, y en un porcentaje muy sorprendente en relación a lo que teníamos hace 10 o 12 años. A veces, los pacientes quieren escuchar cosas que no les puedes decir. O han leído cosas que no son verdad, y es duro tener que reconducirlos. En esa situación tienes que ser muy honesto porque, digas lo que digas, el paciente te va a seguir. Y te puedes convertir en un chamán o seguir siendo médico científico. Es duro.
–¿Cómo está evolucionando la incidencia? ¿Están aumentando los casos en personas más jóvenes?
–Estamos viendo casos en gente joven. Hay que tener en cuenta que la incidencia es cada vez mayor. Cada vez hay más casos, pero también cada vez se curan más. La Organización Mundial de la Salud ya ha advertido de que uno de cada dos hombres y una de cada tres mujeres va a tener un cáncer. Hay pocas enfermedades que a lo largo de la vida afecten en esa proporción. Esto está relacionado con la actividad diaria. La mayoría de los tumores son la consecuencia de un contacto con tóxicos, y es evidente que estamos más expuestos a tóxicos. La alimentación de nuestros abuelos era más sana que la nuestra. A un oncólogo que se llama Siddhartha Mukherjee y que fue premio Pulitzer le preguntaron por tres consejos para que se reduzca la incidencia del cáncer. Respondió que el primero es no fumar, el segundo, no fumar, y el tercero, no fumar.
–Es el coordinador del IMIB en el área de Cirugía digestiva, endocrina y trasplante de órganos abdominales. ¿Cuáles son las principales líneas de investigación abiertas?
–Investigamos todo lo relacionado con las enfermedades digestivas y endocrino metabólicas, y hay una parte muy importante que es la investigación en trasplante hepático. Hay más de 120 investigadores en el área que coordino. Si no tuviéramos al IMIB, que acaba de reacreditarse con matrícula de honor, no nos hubiéramos subido al carro de la investigación a nivel nacional e internacional. La mayoría de los ensayos clínicos que hacemos los cirujanos son no comerciales. Eso quiere decir que el dinero suele venir de convocatorias competitivas, no tenemos un apoyo de la industria como en otro tipo de ensayos. Por eso es fundamental tener una estructura científica como el instituto, que te da apoyo en todo.
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