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Varios voluntarios trabajan en el yacimiento arqueológico de El Salitre, en Librilla. Vicente Vicéns / AGM

Voluntarios para descubrir la historia de la Región

El yacimiento arqueológico de El Salitre, en Librilla, acoge durante dos semanas a una docena de jóvenes llegados desde diferentes puntos de España para trabajar de forma desinteresada en esta excavación

Sergio Navarro

Murcia

Domingo, 22 de julio 2018, 08:03

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Entre polvo arcilloso, picos, palas y constantes gritos de ánimo, una docena de voluntarios trabajan durante estos días en el yacimiento arqueológico de El Salitre, en Librilla. No obstante, la mayoría de ellos no sabían lo que suponía este duro trabajo hasta hace apenas unos días y, casi con total seguridad, tampoco conocían esta excavación ni el municipio que la acoge. Se trata de jóvenes llegados desde todos los rincones de España para participar en uno de los ochos campos de voluntariado que la Región alberga durante el mes de julio.

Bajo la denominación 'Librilla, en busca de sus orígenes', este municipio es, junto a Murcia, Cartagena, Cehegín, Calasparra, Bullas y Lorca, una de las opciones con las que han contado cerca de 120 jóvenes de toda España para conocer la Región y trabajar en tareas relacionadas con la excavación y recuperación del patrimonio arqueológico, la promoción turística, o actividades de dinamización social. De esta forma, esta iniciativa impulsada por la Dirección General de Juventud ofrece, según afirma su director general, Fran Sánchez, «la posibilidad de conocer otros lugares y formas de cultura, fomentando los valores característicos del voluntariado».

Estos programas, que en años anteriores han estado destinados exclusivamente a personas de 18 a 30 años, ofrecen como principal novedad durante esta edición la posibilidad de inscribir a menores de edad en los campos de voluntariado creados en la pedanía lorquina de Coy y en la Comarca del Noroeste de la Región, con un precio que oscila entre los 72 euros y los 110 euros.

El pasado romano de El Salitre

En este caso, el yacimiento arqueológico de El Salitre ha sido uno de los grandes beneficiados por este programa. Descubierto en 2016 cuando se planificaba la construcción de una escuela junto a la rambla de Librilla, los trabajos realizados desde abril de 2017 han permitido sacar a la luz siete fases de ocupación que se remontan a la época imperial romana, en el s. I d. C, y llegan hasta los siglos V y VI d. C. De esta forma, tras dos campañas impulsadas por Arqueonaturaleza, la última de ellas a través de un programa de Garantía Juvenil, el yacimiento ha logrado un nuevo impulso durante este mes gracias a la participación de estos voluntarios; aunque, tal y como afirma María José Morcillo, directora de la excavación, «estamos ante un proyecto que puede perdurar durante años».

No obstante, estos esfuerzos no han sido baladí, ya que en tan solo un año han permitido recuperar y reconstruir una gran cantidad de objetos que pertenecieron a nuestros antepasados. Así, compuestas fundamentalmente por cerámica y sigilata, el Museo Arqueológico de Murcia ya alberga piezas reconstruidas como platos, fuentes, ollas, monedas, pulseras, hojas de cuchillos y hasta una jarra en perfecto estado, todas ellas procedentes de El Salitre. Además, las teselas de vidrio encontradas en la zona evidencian que estos espacios contaron en su día con «un mosaico de gran calidad», albergaron pinturas murales y «servían para almacenar herramientas destinadas a la agricultura como aperos de labranza», tal y como explica Olga Briones, la directora de conservación de El Salitre.

Del mismo modo, los trabajos realizados en este yacimiento también han permitido descubrir una almazara que data del s. I d. C. y conocer la valiosa posición que este enclave ocupaba hace siglos. Tanto es así que, aunque sufría constantemente las riadas de la rambla que se encuentra junto a él, «nuestros antepasados no dejaron de ocupar este espacio debido a su utilidad a la hora de controlar las vías de comunicación», según explica María José Morcillo.

Durante el pasado mes de junio, el yacimiento vivió uno de sus grandes momentos: el descubrimiento de los restos de uno de los ocupantes de este enclave. Se trata de un esqueleto completo del que, gracias a los estudios antropológicos, se pudo saber que correspondía a una persona de entre 25 y 35 años, que padeció artrosis y anemia, dio a luz y, en honor al nombre del yacimiento, recibe el nombre de 'Sali'.

Los restos de una mujer descubiertos en el yacimiento de El Salitre durante el pasado mes de junio.
Los restos de una mujer descubiertos en el yacimiento de El Salitre durante el pasado mes de junio. Arqueonaturaleza

Descubrir el oficio de arqueólogo

Se trata de una aportación al patrimonio arqueológico de la Región en la que, durante estos días, están trabajando doce jóvenes llegados desde La Rioja, Pamplona, Madrid, Valencia, Huelva, Asturias y Murcia, que comienzan su jornada laboral a las ocho de la mañana y, bajo el sol de justicia que castiga esta tierra en verano, no dejan de excavar y limpiar hasta la una de la tarde. Una jornada de cinco horas en la que el ruido de los picos contra la piedra se funde y disipa entre el continuo murmullo de los voluntarios, los consejos de la directora de la excavación y los gritos de celebración cada vez que encuentran una nueva pieza que sumar a la colección.

A través de este entusiamos se puede explicar la motivación de estos jóvenes para apuntarse a esta aventura: las ganas de descubrir nuevas experiencias. Y es que salvo Paula Ortigosa, una joven riojana graduada en Historia del Arte y actual estudiante de Arqueología, el resto de los voluntarios no han cursado estudios relacionados con este oficio, sino que han llegado a Librilla guiados por «la curiosidad de saber lo que es trabajar en un yacimiento», tal y como explica Miguel Bayón, aspirante a ingeniero de telecomunicaciones. «Al principio cuesta un poco porque es un trabajo muy físico donde se nota mucho el calor que suele hacer en la Región, pero ya lo tienen muy controlado», asegura la directora de la excavación.

Instalados en el albergue 'Los Forestales', cerca de la pedanía murciana de Barqueros, no todo son madrugones y calurosas jornadas laborales para estos jóvenes, que también se encargan del mantenimiento de este espacio. Los campos de voluntariado incluyen actividades de ocio para que conozcan el yacimiento arqueológico de Los Baños, en Alhama de Murcia, realicen rutas de senderismo por los barrancos de Gebas, un enclave que sorprendió a Paula por ser un paisaje «tan verde y tan acuático», o desciendan el río Segura haciendo 'rafting' en Blanca.

Para contribuir a esta inmersión en las tradiciones de la tierra, los monitores del campo también organizan cenas con comida típica de la Región y concursos de lanzamiento de hueso de oliva. «Para alguien que no tiene conocimientos sobre arqueología, este tipo de experiencias le pueden servir para descubrir cuál es la identidad de un pueblo. Para alguien que sí estudia este oficio, es una forma aprender lo que no te enseña la universidad», comenta Paula. Así, se trata de un programa que traspasa los límites de la Región y coloca a Librilla como un punto de encuentro en el que jóvenes de edad similar pueden «debatir sobre temas que quizás se ven de diferente forma en función de la comunidad en la que vives», destaca Miguel.

Además, tal y como explica el onubense Jorge Maestre, en el campo de voluntariado «hay un gran compañerismo» que les ayuda a «sacar el trabajo adelante todos juntos». Una realidad que también reconoce Paula, aunque admite, entre risas, que «al principio había un poco de pique entre los del norte y los del sur», por lo que para trabajar se distribuían en grupos según este criterio «para ver quién lo hacía mejor».

De este modo, mientras los voluntarios exploran el oficio de arqueólogo y se ponen en contacto con gente de su misma edad, pero de ciudades y regiones diferentes, estos programas también ayudan a enriquecer el patrimonio de la Región y ofrecen a estos jóvenes la oportunidad de visitar los principales atractivos de la Comunidad para que descubran que esta tierra es algo más que, en palabras de algunos de los voluntarios, «un punto escondido en el mapa de España».

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