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Multitudinario adiós a José Luis Mendoza
Una marea de feligreses abarrotó este viernes Los Jerónimos para honrar al fundador de la Universidad Católica
jesús nicolás
Viernes, 20 de enero 2023, 20:20
Tardará en verse un homenaje de tal envergadura como el brindado a José Luis Mendoza. Los feligreses se contaban por centenares y las coronas de flores por decenas. Así lució este viernes Los Jerónimos, como un inmenso mausoleo a la memoria de un empresario con alma de misionero que, «objeto de Dios», erigió toda una iglesia de fieles en tiempos de falta de fe.
El Escorial murciano se quedó así pequeño para albergar a tanto apesadumbrado gentío. Familia, claustro de profesores, representantes eclesiásticos, autoridades regionales e incluso militares y miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Todos unidos en el dolor por la pérdida del padre de la UCAM. De la persona que con su sueño -o, más bien, con su «misión», como él convenía en llamar- hizo realidad los de tantos deportistas, docentes y jóvenes que han pasado por las aulas del monasterio de la pedanía murciana de Guadalupe en estos 25 años de historia de Universidad Católica en Murcia.
«Os queda su obra», insistió el obispo, José Manuel Lorca Planes, al mando de un oficio de difuntos que bien podía tener carácter sinodal, pues, para despachar al hombre de los Papas en la Región sus últimos sacramentos, no faltaron mitrados e incluso purpurados. A pie de sagrario, junto a cinco obispos eméritos y en activo y un representante de la nunciatura, levantó expectación la presencia de cardenales como Antonio Cañizares o Rouco Varela, que regresó a esa cátedra que otras tantas veces ocupó como íntimo del empresario cartagenero. Esta vez para darle cristiana sepultura.
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Frente a ellos, los 14 hijos de Mendoza, su mujer, su hermano, su cuñada y una nutrida representación institucional entre los que no fallaron el presidente regional, Fernando López Miras, en compañía de cuatro de sus consejeros. A su vera, el presidente de la Asamblea, Alberto Castillo; una fila por detrás, la alcaldesa de Cartagena, Noelia Arroyo; y, entre las bancadas, personalidades locales de la talla del expresidente Ramón Luis Valcárcel, el rector de la UMU, José Luján, o el empresario Tomás Fuertes.
Y, como no podía ser de otra manera, a los políticos se unieron otras tantas estrellas del firmamento deportivo a las que Mendoza apadrinó y abanderó como mecenas. Tal es el caso de la nadadora Mireia Belmonte, el piragüista David Cal o la campeona del mundo de motociclismo Ana Carrasco. Así como sus queridas plantillas del UCAM de fútbol y baloncesto y el presidente del Comité Olímpico Español, Alejandro Blanco.
Dispuestos ya todos, la eucaristía arrancó puntual sobre las notas del celebérrimo 'Requiem' de Mozart interpretadas por la Orquesta Sinfónica de la UCAM y la coral Discantus. Entonces, a lo largo de la nave central, se abrió paso el clero por detrás de las sagradas escrituras y la cruz procesional. El incienso, de golpe, impregnó el ambiente.
La primera lectura, la Carta de San Pablo a los Romanos, corrió cargo de José Luis hijo y el salmo lo cantó el hermano de Mendoza guitarra en mano. Las peticiones también estuvieron repartidas entre los vástagos, que, en sus idas y venidas de la bancada, no perdían ocasión para besar el féretro de su progenitor, presidido por una bella pero austera imagen de una piedad propiedad del propio Mendoza y a la que guardaba gran devoción.
Así era José Luis. «Un hombre fiel, honrado y honesto» que «nos «nos ha dejado un testimonio muy grande de fe, una obra preciosa y unas huellas muy visibles», resaltó el prelado cartagenero, que apeló a la familia a ser conscientes del papel que les toca ahora. «No os olvidéis del enorme compromiso que tenéis con que está obra grande perdure», señaló.
«No descubro nada a nadie si digo que el fundador de esta institución se entregó a esta causa que llevaba grabada a fuego en el corazón», destacó del tesón de un empresario irrepetible del que, dijo, «apenas le vi descansar algunos días en verano. Y, cuando digo descansar, es una figura literaria». Así, Lorca Planes defendió la obra de Mendoza sin peros. «Siempre quiso hacer las cosas bien aunque por su humana condición se equivocará alguna vez».
«No seré yo quien corrija al Señor sobre si ha sido pronta su partida», razonó el presbítero, que reconoció que la marcha de Mendoza «es una gran pérdida». «A vosotros, querida familia, os queda toda la historia vivida. Recordaréis por siempre sus propósitos y trabajos, sus ilusiones y esperanzas», apostilló. «Comenzáis ahora una etapa maravillosa de esperanza. No caed en las trampas de la muerte y mirad al futuro con confianza», consoló el obispo a la familia.
«Cada 18 de enero será para nuestra familia un día de fiesta»
Como en toda despedida, nunca es fácil mantener la compostura y que de las entrañas el dolor contenido aflore por los cuatro costados. Así lo sintieron los familiares de Mendoza. Tras todo un oficio de emociones donde la mejillas sonrosadas de algunos de los hijos indicaban ese alarde de mantener a raya el lagrimón, acabaron transmutados en pleno llanto cuando la matriarca subió a la palestra y la abandonó entre aplausos.
«Bendeciré al Señor toda mi vida aunque este sea un momento triste y aunque todavía no me haga a la idea de vivir sin él», arrancó María Dolores García. Con apenas dos días de viudedad, la nueva cabeza de la familia sacó fuerzas de flaqueza y dio todos una lección de entereza con un alegato de amor y fé que a más de uno dejó los pelos como escarpias. «Dios me regaló a Jose Luis y él me enseñó a amar a Cristo. Las últimas horas de José Luis han sido un memorial para nosotros. Cada 18 de enero será por nosotros un día de fiesta».
Momento en el cual compartió sin tapujos las últimas horas de vida del fundador de la primera universidad privada de la Región en las que un cura de urgencia le dio la extrema unción y comulgó con vino cuando apenas podía tragar. «No podía mantener una conversación, pero estuvo consciente hasta el final».
Al menos lo suficiente como para, dijo García, «dar gracias y pedir perdón a sus hijos». Fue entonces cuando, contó, el papa Francisco, por mediación de una de sus hijas, hizo esa llamada que Lorca Planes desveló durante la capilla ardiente. «Apenas podía decir: 'gracias, gracias' y el Santo Padre le dio la indulgencia plenaria». Poder papal que eximió a Mendoza de penitencias por el perdón de sus pecados.
«Lo que he aprendido hoy es que él está en el cielo, que tenemos allí un intercesor. Os pido que, por lo que aún pueda llegar, que recéis por él y por mi familia», pidió la viuda también por uno de sus hijos que, anunció, «también quiere ser sacerdote».
Descanso eterno en Los Jerónimos
A la conclusión de la misa funeral se procedió a dar sepultura a José Luis Mendoza. En los días previos, se especuló con la posibilidad de que sus restos fueran trasladados a Cartagena para su entierro, de donde procede la familia. Pero, finalmente, se optó por una ubicación mucho más previsible y coherente con la labor desarrollada por el fallecido en los últimos años.
Sus restos fueron inhumados en el centro espiritual del enclave sobre el que fundó la Universidad Católica hace ya 25 años, el templo del monasterio de Los Jerónimos. En concreto, sus restos reposarán en una sala anexa al presbiterio. «Un lugar discreto», incidieron desde la universidad, donde se habilitó una fosa a la que el cuerpo fue trasladado a hombros por los hijos del difunto al cierre de la ceremonia, según se pudo ver a través de las pantallas del templo.
A la salida, no fueron pocos los corrillos de autoridades y personalidades que aprovecharon para tener unas últimas palabras. «Estudié dos años en la UCAM. Es verdad que me ayudó mucho desde el principio y estar aquí por este motivo se me hace difícil», compartía la piloto de motos Ana Carrasco. «Lamento mucho su pérdida. Le tenía mucho aprecio, ha hecho muchísimo por mí y por el deporte español», agradeció la nadadora Mireia Belmonte, que acudió desde Barcelona al sepelio.