Mosquetero
Cuando, por su edad, ya estaba cerca de recibir la vacuna, el mortífero bicho que nos acecha se ha llevado a Pepe Molina, un valeroso hombre sabio, honrado y bondadoso. Sirva de recordatorio, quizá inútil, a quienes hicieron trampa en la cola de la inoculación.
Buen marido, buen padre, profesor mercantil, sociólogo, licenciado en Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales, senior executive for Manchester Business School, doctor en Ciencias Económicas, auditor de cuentas y, a lo último, un incansable luchador por la economía participativa y la limpidez. La democracia real, en suma. José Molina vivió la política 'desde dentro' (fue consejero de Economía y Hacienda de la Comunidad Autónoma de Murcia en sendos gobiernos socialistas, aunque él no perteneció al partido) y pasó épocas duras, como tantos otros de su generación. De sólida formación cristiana, la inquietud social de Molina le llevó a pelear intelectualmente por la libertad responsable y la igualdad desde que, siendo becario en Madrid, conoció al padre Llanos y asumió la gerencia de la progresista Editorial ZYX del movimiento obrero católico.
Ya jubilado, cuando la tecnología le brindó la oportunidad, quiso compartir con sus opiniones, sus inquietudes y sus esperanzas en esta sociedad, muchas veces corrompida. Fue su última tarea, entusiasta y prolífica, la que le llevó a presidir el Consejo de la Transparencia de la Región de Murcia, desde el que, de manera totalmente desinteresada (renunció a cualquier emolumento), volcó sus conocimientos e inquebrantable voluntad de servicio.
«Estoy ingresado en el Hospital Morales Meseguer con la neumonía de la Covid. Di positivo. Tengo bajo el oxígeno en sangre. Lucharé por superarlo y salir pronto». Es el mensaje que nos remitió al grupo de WhatsApp. No recuerdo cómo se inició, pero hace más de diez años que, sin proponérnoslo, Pepe Molina, Tomás Zamora, Mariano Caballero y un servidor formamos un grupo de amigos que nos dimos por nombre 'Los mosqueteros'. Quizá porque, desde nuestra nadería, suspirábamos por paliar el dolor que provocan las deficiencias de una sociedad en la que creíamos, creemos, y a la que amábamos precisamente porque no nos gustaba.
Luchador hasta el último minuto, magnánimo, firme en sus convicciones pero transigente, justamente porque uno de sus convencimientos fue el diálogo y respeto a las personas, sin distinción de credo o ideario. El bicho se ha llevado a Pepe Molina (¡Dios! ¿Cuándo acabará esta pesadilla?), mosquetero de un grupo que se ha mantenido unido por la amistad acumulada. Ahora nos falta 'Aramis'. Como diría 'Athos', vaciaremos alguna botella en recuerdo del apóstol de la transparencia, mosquetero que, sin más rey que su íntima convicción, en su última etapa vital tuvo que sortear las intrigas de los adictos al cardenal Richelieu.
Nos vemos, amigo.