Mediterráneo, zona cero de Danas, olas de calor y sequías
Los expertos en cambio climático estudian esta región como un 'punto caliente' donde fenómenos meteorológicos como las de la última riada serán frecuentes y extremas
Manuel Buitrago y Rocío Mendoza
Domingo, 3 de noviembre 2024, 07:33
Hace casi tres años que el panel de expertos en cambio climático de la ONU (conocido por las siglas IPCC) decidió dedicar, dentro de su sexto informe de evaluación, un capítulo específico al Mediterráneo. La cuenca del Mare Nostrum lo merecía después de que todos los modelos climáticos la señalaran como uno de los 'puntos calientes' de este fenómeno, que, aunque global, no se produce de forma homogénea en todo el planeta. El calentamiento que experimenta es superior a la media del globo y eso tiene consecuencias en la expresión de su clima. Por resumir, lo radicaliza. Y no andaban descaminados en su decisión: desde aquel marzo de 2022 en el que se publicó el trabajo, unos meses después, las intensas y largas olas de calor de ese verano batieron un récord nunca visto en 700 años; al año siguiente, en 2023, un ciclón con características tropicales asoló Grecia y Bulgaria, y dejó más de 2.000 muertos en Libia. Y ahora, pasados poco más de dos años, la costa este española es azotada por la peor gota fría de este siglo, dejando tras de sí un reguero de víctimas. ¿Qué está pasando? ¿Es lo que cabe esperar en un contexto de cambio climático? ¿Hay que acostumbrarse a estos fenómenos devastadores?
Una tragedia como la que aún late en nuestro país siempre lleva inevitablemente unida la búsqueda de un porqué y el cambio climático no ha tardado en ser señalado por expertos y opinión pública. ¿Lo es realmente?
Jofre Carnicer, investigador del Centro de Investigación en Ecología y Aplicaciones Forestales (CREAF) y profesor de Ecología en la Universidad de Barcelona, es uno de los redactores del citado informe del IPCC. Desde su punto de vista, que coincide con el de otros colegas ecólogos y meteorólogos, hay que ser cautos a la hora de relacionar directamente un fenómeno y otro –es decir, que esta DANA ha sido provocada directamente por el cambio climático– hasta que se realicen los conocidos como 'estudios de atribución'.
Fenómenos más severos
El delegado territorial de la Agencia Estatal de Meteorología en la Región de Murcia, Juan Esteban Palenzuela, apunta en la misma línea: «No podemos decir que un fenómeno en concreto se pueda atribuir al cambio climático. Hay que realizar un estudio de atribución, un trabajo que llevará un tiempo», declara a LA VERDAD. «¿Que este episodio en concreto –añade refiriéndose a la DANA– no hubiera llegado a los niveles que ha llegado si no hubiera sido por una mayor temperatura del agua y del aire...? Estos fenómenos requieren un análisis de datos, e incluso utilizar modelos numéricos con datos de reanálisis, etc», apunta en relación a los estudios de atribución, de los que ahora nos se dispone.
Para el responsable de la Aemet en Murcia, lo que sí está claro, viendo los datos y analizando los escenarios, es que los fenómenos extremos, que siempre han existido en esta zona del Mediterráneo, «tienden a ser más severos o más extremos si cabe. ¿Por qué? Pues porque hay una cosa que parece bastante obvia, y es que cuando la atmósfera se calienta, tiene mayor capacidad para contener vapor de agua».
Detalla que con el cambio climático se producen olas de calor marino que son más frecuentes y más intensas y por tanto la temperatura superficial del agua de mar es más alta, y eso hace que el aire en contacto con ese agua también se caliente más y por tanto también tenga más capacidad para absorber vapor de agua.
Jofre Carnicer considera igualmente relevante, para la intensidad de las tormentas, el incremento de la temperatura del agua del mar, uno de los efectos directos del calentamiento global. «El agua tiene una gran capacidad de absorción de energía. Sabemos que prácticamente alrededor del 93% del calor generado por el efecto invernadero es absorbido por mares y océanos. Por eso son un gran regulador del clima», explica Carnicer. Como consecuencia, los océanos han incrementado 1,09 grados su temperatura media con respecto a la era preindustrial, esto es, antes de que comenzasen a emitirse gases de efecto invernadero a la atmósfera. Pero en el Mediterráneo ya se han superado los 2 grados: el doble.
Juan Esteban Palenzuela, curtido en la predicción de fenómenos extremos en la Región de Murcia, entre ellos el de la desastrosa DANA de 2019, ya alertó el año pasado de que la temperatura superficial de las masas de aguas han registrado un «claro aumento» en los últimos 83 años en que se han tomado registros. El fenómeno se acentuó de forma especial a partir de los 90, cuando empezaron a predominar los valores «entre cálidos y muy cálidos».
Entre enero y agosto de 2023, la temperatura media del agua del Mediterráneo alcanzó 19,5 grados de media, la más alta de la serie histórica desde 1940. De forma puntual, el 15 de agosto de ese año, la temperatura de la superficie del Mediterráneo alcanzó los 28,47 grados, según informó el Servicio Marítimo de Copernicus.
Los 'medicanes'
Daniel Agüello, científico climático en la Universidad de Baleares, centrado actualmente en analizar las precipitaciones en el Mediterráeno, ve en el calentamiento del planeta «uno de los ingredientes» necesarios para que se produzcan este tipo de devastadores episodios. No quiere decir que sea la única causa, pero el recalentamiento del mar sí es un elemento que alimenta la ferocidad de las precipitaciones. «Esto da más energía y más humedad a los sistemas atmosféricos. Si, además, aumentamos la temperatura del aire, la capacidad para almacenar humedad también es mayor», explica.
Los expertos analizan también los efectos de los 'medicanes', pequeños huracanes y ciclones que surgen en el Mediterráneo; tormentas extremas de carácter tropical que causan devastaciones, como sucedió el año pasado en varios países. La posibilidad de que las lluvias sean más intensas en un futuro sí que es señalada expresamente por las proyecciones de los expertos de Naciones Unidas. Jofre Carnicer recuerda que, si bien no se analizaron expresamente fenómenos como las DANA, «sí se hizo un análisis del riesgo de pluviosidad extrema».
En este sentido, el resultado fue «muy relevante» porque los modelos climáticos de predicción señalaban la aparición de un nuevo riesgo importante de precipitaciones extremas inducido por el cambio climático en la mitad norte del Mediterráneo. «Estos mapas de pluviosidad nos afectan directamente porque señalan zonas de Francia, España, Italia y las distintas islas de estas costas», puntualiza el autor del informe. Resulta llamativo que las lluvias torrenciales convivan con otras amenazas que son las que realmente han llamado la atención de la situación de la cuenca mediterránea, como lo es la sequía y la aridez progresiva de la zona, junto con las olas de calor y su efecto sobre la salud de la población.
La necesidad de adaptarse
Estos escenarios propios del cambio climático se van más exacerbados en el Mediterráneo, pero también en otras regiones, como el Ártico o la cima de las cordilleras. Son zonas en las que el fenómeno se acelera. Se da una especie de «compartimentación», como la denomina José Luis Pelegrí, investigador del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC.
Sobre el futuro, Carnicer reconoce que viviremos «un incremento de eventos extremos como olas de calor, sequías y lluvia extrema en el norte del Mediterráneo». Ahora bien, este investigador concluye a modo de recordatorio que está bien documentado que reducir las emisiones de gases de efecto invernadero redunda en una menor cantidad e intensidad de los fenómenos extremos. La capacidad para adaptarnos y evitarlos es lo que los científicos reclaman desde hace años a los gobiernos.
Juan Esteban Palenzuela incide, asimismo, en que los escenarios de cambio climático apuntan a que posiblemente en el área Mediterránea tendamos a menos días de precipitación, pero no parece que vaya a haber una disminución de precipitación. «Dicho de otra manera, la precipitación está más concentrada».
El elevado porcentaje de 'suelo sellado' hace más vulnerables las zonas de costa
La cuenca del Mediterránea no está considerada un punto crítico en un contexto de cambio climático solo por las demostraciones extremas del clima; otras circunstancias hacen a esta zona del planeta especialmente vulnerable. Destaca entre ellas la urbanización de las costas.
La Agencia Europea del Medioambiente (EMA, por sus siglas en inglés) maneja el concepto 'sellado de los suelos' como uno de los factores que contribuyen a que, en caso de lluvias torrenciales en zonas altas, el agua baje con violencia, arrasando todo lo que encuentra en su camino hacia el mar, como se ha visto en las impresionantes imágenes de Valencia.
El apelmazamiento de la tierra en algunos tipos de cultivos, pero sobre todo la urbanización y el asfaltado, hacen que la Tierra pierda su capacidad natural de absorción del agua de lluvia.
Asfalto y cemento
Gonzalo Delacámara, director del Centre for Water and Climate Adaptation en el IE University, destaca en este sentido la alta tasa de 'suelo sellado' que tienen las ciudades costeras españolas. El país, en su conjunto, se encuentra un poco por debajo de la media de las ciudades centroeuropeas con más densidad de población, como Alemania o Dinamarca.
«Pero si se miran los datos con detalle por regiones, hay zonas cuyo porcentaje de suelo sellado está al nivel de estas grandes urbes europeas», advierte. Es el caso de la Comunidad Valenciana, con entre un 8 y un 10% de suelo ya impermeabilizado por el cemento y el asfalto. A 500 metros más cerca de la costa, el porcentaje crece al 25%. «Es más, por ejemplo, hay zonas de la costa de Málaga con prácticamente el 100% del suelo sellado».
En contra de esta realidad, la conservación de la capacidad natural de absorción del suelo garantizará unas tasas de infiltración más altas. «Tenemos que ser capaces de renaturalizar nuestro entorno, de restaurar determinados ecosistemas costeros, de garantizar la recarga natural de los acuíferos, de diseñar nuestras ciudades de tal manera que incorporen todos estos nuevos elementos de incertidumbre que trae el cambio climático», enumera Gonzalo Delacámara, quien reconoce que se trata de una labor costosa, pero pide reflexionar sobre cuál sería el coste de la inacción y, tal y como se ha visto con la última gota fría, si estamos dispuestos a asumirlo.
En la batería de medidas de adaptación que propone, señala, por ejemplo, la de la red de alcantarillado. «Se renueva un 0,4%. Llevamos medio siglo con la misma red y en algunos lugares está en un estado lamentable», añade Delacámara.
La memoria reciente de la DANA de 2019 y la riada de San Wenceslao
Gran parte de las tragedias, de las pérdidas de vidas humanas y de bienes, se explica por las escorrentías y riadas que lo arrasan todo a su paso, y no tanto por la cantidad de lluvia que haya caído en un punto concreto. El delegado de la Aemet, Juan Esteban Palenzuela, señala que, en el caso de Letur, llovió muy poco en el pueblo, pero sí en los alrededores. Lo mismo que ha sucedido en ocasiones anteriores en municipios costeros, como los de Los Alcázares y Águilas, donde las ramblas del entorno han causado los grandes problemas. La Región aún tiene muy reciente los efectos de la catastrófica DANA de septiembre de 2019, que provocó graves inundaciones por los desbordamientos del río Segura y de las ramblas que obligó a evacuar a miles de personas. La zona del Mar Menor quedó arrasada y días después la falta de oxígeno de la laguna costera causó una mortandad de peces. Los daños también fueron importantes en la Vega Baja alicantina. También en septiembre, en el año 2012, la trágica riada de San Wenceslao causó cinco muertos y daños de cien millones de euros. Trescientas viviendas y más de 250 granjas de Lorca y otras zonas del Guadalentín quedaron afectadas.