María Fuster Martínez: «Los espacios libres de móviles liberan a los adolescentes de algo que les atrapa»
«Nos debemos tomar en serio la pandemia de salud mental; la ciudadanía está diciendo basta ya, hay que hacer algo»
La pandemia de salud mental, advierte María Fuster (Murcia, 1967), es el reflejo del impacto global de grandes cambios en los estilos de vida, las ... formas de consumo, los modelos educativos y de crianza. Es un desafío que requiere atención urgente. La presidenta del Colegio de Psicólogos de la Región considera que los espacios libres de móviles permiten a los adolescentes liberarse del 'secuestro' en el que les atrapan sus teléfonos.
-La polémica por el uso de dispositivos digitales en el aula a edades tempranas está agitada. El grupo de expertos regional no los recomienda hasta quinto de Primaria. Desde su visión profesional, ¿percibe algún problema en su uso en la escuela?
-Desde el plano profesional vemos que ha habido un problema, pero un problema que tiene que ser considerado desde el impacto global en el uso de las tecnologías, que ha producido cambios en la forma de introducir determinadas metodologías que a lo mejor no estaban suficientemente probadas o contrastadas. No es que la tecnología sea el problema en sí misma; el tema lo tenemos en qué uso, qué espacio, cómo, cuándo, dónde. Habría que haberle dado otra pensada, dedicarle un poquito de reflexión. Los profesionales sabemos que el uso de las tecnologías puede facilitar y democratizar muchísimo el conocimiento, pero por otra parte también sabemos que tiene exposiciones a riesgos. Tenemos que buscar el punto medio entre la exposición al riesgo y favorecer el aprendizaje utilizando las tecnologías que lo van a favorecer, no a generar problemas.
-¿Tiene alguna base esa idea de que hay personalidades especialmente adictivas a las que esta entrada temprana en la tecnología les puede generar problemas?
-Hay temperamentos que son más sensibles, podríamos decir más agitados, y que en esa excitabilidad mayor van a encontrar en la tecnología también un atrapamiento de la atención que a lo mejor no va a ser del todo beneficiosa, y probablemente va a dar lugar a problemas. Esos temperamentos más sensibles necesitan una especial mirada. El problema de las tecnologías es que no haya un adulto que esté mirando a ese niño y se adapte a sus necesidades específicas.
-Y en ese contexto ¿qué le parece el uso de los 'chromebook' individuales para cada alumno, el conocido modelo 'one to one', en Primaria?
-Yo no creo que haga falta el 'chromebook' para funcionar en los niveles de Primaria y, si hace falta, habrá que justificar por qué y para qué y limitar el uso a aquello que sea un facilitador para la gestión del tiempo, pero que en sí mismo no sea el objetivo.
-¿Se puede hablar de adicción al móvil? ¿Qué porcentaje de casos se registra entre los adolescentes?
-Podemos encontrarnos con usos problemáticos, y ya después adicciones, es decir, problemas ya generados de esos usos problemáticos. En esos usos problemáticos tenemos las adicciones, la exposición a la violencia, a la pornografía de inicio precoz; al final, el inicio precoz de todo. Se ha democratizado de una forma universal sin que exista una reflexión sobre qué impacto iba a causar en la infancia y en la adolescencia.
-Ese acceso precoz a tantas cosas, ¿les roba niñez?
-Sí, pero no las tecnologías únicamente, sino la forma en que estamos organizando el mundo. Hemos generado estilos de vida basados en el rendimiento, en la inmediatez, en la satisfacción a toda costa del placer inmediato… En la tecnología hay mucho de eso, de inmediatez, satisfacción rápida, excelencia, innovación, y todo eso recubierto de consumo, con lo cual hay un atrapamiento. Las plataformas están diseñadas desde algoritmos que lo que hacen es atrapar la atención. En ese atrapamiento de la atención lo que tenemos es una pérdida de la capacidad de concentración, y por tanto los aprendizajes se van a ver afectados.
-¿Qué aporta la escritura manuscrita en el proceso de aprendizaje?
-Si yo estoy escribiendo letras, las estoy interiorizando en mi mente. Pero si yo tecleo una letra, si yo pulso un teclado, no la interiorizo ni hago esa imagen mental. Son procesos cognitivos superiores que implican unos niveles de redes neuronales más complejos; escribir a mano te permite pensar, te permite imaginar, proyectar, y esos aprendizajes se están perdiendo. Tenemos la experiencia de países que han dado marcha atrás cuando habían digitalizado todo.
-Educación ha prohibido los móviles en los institutos. Un mes después apenas se han registrado problemas, y algunos directores coinciden en la sensación de que, en el fondo, es como si los alumnos hubieran estado demandando ese límite sin ser conscientes de ello.
-Totalmente. Pero ya no solo por el límite, sino porque los liberan de lo que en realidad les atrapaba. Un niño tiene que conocer, para eso tiene que mirar, explorar, tocar, probar, pero no tiene que saber. No es un momento de concluir nada. Es un momento de experimentación. Para la experimentación tiene que estar libre, poder moverse, poder hacer. Si yo tengo algo que me atrapa la atención, es difícil. Tiene que haber espacios libres de móviles que liberen a los adolescentes de ese atrapamiento. La adolescencia es un momento importante de la interacción con iguales.
-Pero los trabajadores del futuro deben manejar el lenguaje digital, con sus riesgos y ventajas, porque será su herramienta.
-Tiene que estar medido. Tenemos que permitir o generar las mejores condiciones de maduración y sabemos que todo eso pasa por un aprendizaje experiencial, pero no solo a través de la tecnología. Eso de los nativos digitales no existe; es que los exponemos a lo digital, que es diferente.
-Quizá ha llegado el momento de parar y reflexionar antes de seguir implantando planes digitales.
-Yo creo que es fundamental. Nos lo están diciendo los organismos internacionales; pararnos, valorar, ver las experiencias, valorar el cuándo y el dónde y cómo es el acceso. Las plataformas también tienen que estar implicadas en crear un mundo mejor, que es lo que nos toca a todos.
-Los casos de niños y de adolescentes que acuden a los centros de salud porque requieren atención han subido un 28% en el último año.
-Solo un 10% reciben atención psicológica, porque no hay más profesionales.
-Los institutos se vieron sobrepasados a la vuelta de la pandemia por la cantidad de problemas de salud mental en las aulas. Han reclamado en muchas ocasiones ayuda, tanto por la cantidad de casos como por los medios para atender a los estudiantes.
-El incremento de casos es un reflejo social del cambio que se ha producido en los modelos de consumo, los modelos económicos, la introducción de las nuevas tecnologías y otras dos cuestiones importantes, como son la crisis del conocimiento y de los modelos tradicionales educativos. De alguna manera, todo eso ha producido una desorientación. Que el conocimiento se haya universalizado y democratizado tiene grandes ventajas, pero también tiene grandes inconvenientes, como la sobreexposición a la información. Todo eso nos lleva a tener una infancia y una adolescencia que al final parece que se está borrando. Tienen que ser adultos muy rápido, son adultos en miniatura, depositamos sobre ellos un montón de expectativas sobre lo que nosotros fuimos o no tuvimos, y al final los llenamos de cosas. Lo estamos viendo en la hiperactividad, en la hipersexualidad, en la hiperconectividad. Hay algo que tiene que vercon la dificultad para vivir en un mundo donde la infancia y la adolescencia tienen que proyectarse demasiado rápido. No pueden seguir eso que les estamos de alguna forma imponiendo en el mundo que hemos creado y, por tanto, presentan síntomas.
-Llevan años reclamando la necesidad de que sean psicólogos quienes atienda a los adolescentes en los institutos.
-No podemos esperar a que aparezca la patología. Lo que tenemos que hacer es ir dando respuestas que permitan un proceso de maduración. Que ante los problemas que están viviendo con todas esas condiciones pueda haber un acompañamiento; pero no cualquier acompañamiento, porque estamos ante síntomas muy importantes. Es decir, las autolesiones hay que entenderlas, hay que comprenderlas. No podemos responder desde cualquier perfil. Tienen que ser profesionales de la psicología porque son los que saben del desarrollo, saben de síntomas y tienen la capacidad de hacer un diagnóstico diferencial. Sabemos que es imposible que haya un psicólogo por centro, pero si no hacemos una planificación, no lo vamos a tener nunca. Se puede crear una especialidad de orientación de psicología que esté preparada para responder a todas las problemáticas actuales; que resuelva, derive o coordine cada caso. No necesitamos protocolos, necesitamos psicólogos, porque tenemos a lo mejor un niño o un adolescente que tiene tres protocolos abiertos. Los protocolos son una solución para la Administración, pero no una solución para las personas.
-Una vez detectado el problema, tampoco es sencillo conseguir una cita con el psicólogo. La escasez de profesionales en los centros de salud mental es evidente. ¿Cree que el sistema sanitario afronta esta pandemia de salud mental con déficit de recursos?
-Es un déficit gravísimo. El Ministerio habla incluso de duplicar los profesionales, y esperamos que sea un compromiso real. Yo lo que noto y percibo en la sociedad es la urgencia. Los políticos van muy tarde. Reaccionan despacio a una cuestión que preocupa mucho a la población, a los adultos responsables de los niños y de las niñas, a los profesionales que están angustiados.
-Si en lugar de una pandemia de salud mental habláramos de un virus, ¿la Administración actuaría con más celeridad?
-Pues lo hemos visto, ¿no? Hace solo cuatro años, y nos sentimos vulnerables. Ahora estamos padeciendo esa vulnerabilidad en salud mental. Nos lo deberíamos tomar en serio, porque la ciudadanía está diciendo que basta ya, que tienen que hacer algo. Pero hace falta que vayan más rápido. No podemos esperar a que aparezca una patología. Tendremos que hacer prevención, promoción de salud mental, cuidar del bienestar psicológico de los menores. Y para eso tenemos que actuar en los contextos, los centros educativos, los barrios, con inmediatez. Necesitamos que la perspectiva psicológica esté en las políticas públicas. Lo que no podemos hacer es esperar a tener un montón de gente que se está quedando en el camino porque no se le está atendiendo.
-En el último año la Región anotó el mayor número suicidios desde que hay registros, 135.
-Lo que tenemos es una escala de malestar en la que hay una base donde las personas están sometidas a numerosos factores de riesgo y de estrés, y lo que van sucediéndose son procesos de agravamiento en los que la cúspide son los gestos suicidas o parasuicidas. En sociedades que son del bienestar nos vemos, paradójicamente, confrontados al hecho de que las personas pierden el sentido de vivir. No porque quieran morir, sino porque al final no le encuentran sentido a un sufrimiento que se ha instaurado en su vida y del que no saben salir. Todo eso es debido al impacto global de muchos cambios, de problemas socioeconómicos importantes, de la desigualdad creciente.
-Los expertos señalan que los adolescentes tienen hoy poca tolerancia a la frustración.
-Si yo educo la acción inmediata, si estoy inundando de objetos a un niño, si yo lo siento a comer conmigo y le pongo una pantalla y no le sostengo, no le converso, no le calmo, no aprende a regularse. El atrapamiento de la pantalla es el atrapamiento de su atención; pero si yo, adulto, le atrapo la atención, lo que voy a hacer es un impacto de humanización y de regulación sobre el niño, y es fundamental. Si establezco las bases de la regulación emocional establezco las bases del aprendizaje, que van paralelas. Yo tengo que sostenerle, enseñar a calmarse a ese niño que está agitado, y que tiene que aprender a convivir en sociedad. Ahora todo es inmediato, y si la novedad ha pasado en cuatro segundos, necesito otra cosa. Y después otra cosa, y después otra cosa, porque tengo que mantener esa inmediatez de forma continua, esa especie de subidón continuo. Al final tenemos niños volubles, caprichosos, y con tolerancia cero a la frustración.
«El consumo de antidepresivos podría bajar con terapia psicológica»
-El consumo de antidepresivos se ha disparado, especialmente entre las rentas bajas, pensionistas, parados. ¿Cree que son colectivos que pueden tener más dificultades para pagar un psicólogo?
-Si se entiende que los psicólogos no tienen que estar en los centros de Atención Primaria y que son los médicos los que tienen que hacer el cribado, y que son los enfermeros y los trabajadores sociales los que se tienen que ocupar, no estoy mirando a la atención psicológica de la persona. Si usted viene con un problema de sueño, el médico lo que puede hacer es recetarle, pero no tiene tiempo para explorar la parte psicológica. Es una forma de abordar el malestar desde la farmacología, pero no desde la reflexión personal de qué es lo que nos pasa, sobre qué vida llevamos.
-¿Se podría rebajar entonces ese consumo?
-Claro que se puede evitar; los tratamientos psicológicos están basados en las investigaciones y están superincorporados en el mundo. Hablamos de autoestima, de autoconcepto, de la vivencia que tenemos de la sexualidad, de las relaciones personales. ¿Por qué no lo llevamos a los servicios públicos?
-También los jóvenes de entre 14 y 19 años han incrementado su consumo de ansiolíticos y antidepresivos.
-Sabemos que muchos jóvenes ya ven en la medicación la forma, y además en muchos casos sin receta. Evidentemente los profesionales de la medicina llevan mucho cuidado con este tipo de medicaciones y saben cuál es el límite, son muy conscientes del uso limitado. Pero el mensaje que mandamos es ese.
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