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Cuando el lujo son aulas mixtas y enseñanza casi personalizada

Los colegios rurales agrupados ofrecen opciones pedagógicas inviables en las ciudades, y mantienen la vida y el pulso cultural en los núcleos más aislados

F. CARRERES

MURCIA.

Domingo, 31 de marzo 2019, 17:24

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La férrea voluntad por hacer de la educación el impulsor de la igualdad de oportunidades de los más de 220 maestros que enseñan en los colegios rurales agrupados de la Región mantiene al 100% las expectativas de futuro de los 1.210 escolares murcianos que estudian en esos centros. En el CRA Entretierras, que agrupa las sedes de Los Olmos, Los Meroños y El Jimenado, llevan años formándose con el sistema bilingüe, participan en programas de innovación educativa, como Comenius, de intercambio con otros colegios europeos, y el próximo curso tomarán parte en el plan Erasmus+. El director del centro, Fulgencio Garijo, satisfecho con las oportunidades pedagógicas que los centros rurales ofrecen, trabaja con el empeño de que a sus alumnos no les falte de nada, y se desvive porque actividades como asistir a una función de teatro en el Romea sean para sus alumnos tan accesibles como para un escolar del centro de Murcia.

La mezcla de chavales de distintas edades y niveles en la misma aula no es un problema para Garijo, firme convencido de que las clases mixtas ofrecen más ventajas que trabas. Los mayores vuelven a escuchar lo que ya aprendieron y lo refuerzan, a la vez que tutelan a los pequeños ayudándoles. Al mismo tiempo, los menores anticipan los contenidos que van escuchando, un trabajo en espiral mejorado porque las aulas mixtas tienen, por ley, menos alumnos. «El aprovechamiento es superior al de un aula convencional, porque además reciben una atención individualizada y personal», cuenta satisfecho con los resultados en su centro, que lleva unos años ganando alumnos por el tirón residencial y del campo en la zona.

En la pedanía caravaqueña de Singla no tienen este curso esa tranquilidad. La clase a la que atiende la maestra Sacra apenas tiene doce escolares de entre 3 y 12 años, pero las previsiones para el próximo curso pintan peor: cuatro niños terminan en junio la Primaria y se van al instituto, «y creo que solo entra uno nuevo, así que me va a tocar hacer campaña», dice en tono de broma, pero a sabiendas de que la supervivencia de los centros depende de su demanda. Entre los cauces de los ríos Quípar y Argos, pinadas y bosque bajo, la pedanía apenas mantiene, según los últimos censos, unos 500 habitantes.

La desaparición de la escuela, de la algarabía del recreo, supone para muchos parajes un apagón

La maestra ha asistido con pesar al cierre en los últimos años de las aulas rurales de El Moralejo y Caneja, que en 2016 no alcanzaron el mínimo de alumnos para mantener el recurso. La desaparición de la escuela, de los niños de camino a sus clases, del sonido vivo del timbre y de las voces de los chicos jugando en el recreo, supone para muchos de esos parajes un apagón. Aunque económicamente pueda ser más rentable llevar a esos alumnos en autobús hasta el centro más cercano, a los docentes no se les escapa que ese desgaste por los desplazamientos diarios puede terminar erosionando el afán por estudiar de los chavales, y en el peor de los casos, apagando las expectativas de las familias. De ahí la importancia de mantener todas las sedes. Del Colegio Rural Sierra de Mojantes, ubicado en Archivel, dependen hoy las extensiones de Singla y Navares, y entre los tres centros casi alcanzan el centenar de alumnos. 98 escolares que son la alegría y la vida de los vecinos de Archivel, que viven los carnavales, los cambios de estación, la Navidad y la pascua a través de las actividades de los chiquillos. Sin niños, no hay pueblo. Y sin colegio, el silencio de la mañana se hace eterno.

El alma del pueblo

«Cada cierre ha supuesto un golpe importante para la zona», admite Luis Vázquez, director del CRA Sierra de Mojantes, quien desde hace veinte años, dedica todo su afán en que sus alumnos tengan exactamente las mismas oportunidades y expectativas que los de cualquier colegio. De hecho, defiende que el trabajo más individualizado y calmo termina dando mejores resultados: «Hace años que lo venimos apreciando en Selectividad; sacan mejores calificaciones», dice orgulloso de sus estudiantes, hoy abogados e ingenieros. La conexión a Internet, una ventana al mundo imprescindible en un paraje sin biblioteca ni cine o teatro, es básica. De hecho, el de Archivel es un centro digital, y los alumnos trabajan desde hace años con tabletas.

El recoleto colegio es, además de colegio, el alma de la pedanía: las instalaciones deportivas siguen abiertas por las tardes, las actividades extraescolares mantienen el bullicio después de comer, y no faltan clases de refuerzo para quienes las necesiten. Siempre, insiste Vázquez en su compromiso, con el objetivo de que la igualdad de oportunidades tome cuerpo curso tras curso en Archivel.

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