Investigan si las medusas del Mar Menor se pueden usar en cosméticos y alimentación
El IEO analiza la composición de los celentéreos de la laguna
Si las medusas tuvieran un compuesto útil para la cosmética, el Mar Menor sería una fuente de juventud. Es una de las posibilidades que está estudiando el Instituto Español de Oceanografía (IEO) desde su sede en Lo Pagán. El equipo que dirige el biólogo José María Bellido, especializado en investigación de pesca y ecología marina, ha recibido una financiación de 60.000 euros de los fondos europeos 'Next Generation' para estudiar posibilidades y técnicas de valorización y transformación de subproductos pesqueros.
En concreto, han comenzado ya a analizar la composición de cinco especies autóctonas del Mar Menor y otras dos invasoras, con el fin de «darle un uso a esos subproductos o descartes pesqueros, no de generar nuevas vías de explotación», precisa el investigador.
Bellido cree que en la composición de las medusas podrían encontrar compuestos químicos útiles para la industria alimentaria, la cosmética y la farmacéutica, como el colágeno y las peptinas. Ya han realizado la primera fase, de captura en el Mar Menor de los individuos a analizar, que son cuatro tipos de medusas propias de la laguna, como la conocida como 'huevo frito' ('Cotylorhiza tuberculata'), la 'aguamala' ('Rhizostomapulmo'), la medusa común ('Aurelia aurita') y el 'clavel de mar' ('Pelagia noctiluca').
Un informe de la Universidad de Murcia del pasado 15 de julio calculó más de 82.600 medusas 'huevo frito', sobre todo en la zona norte
Esta verano, las medusas se han convertido de nuevo en motivo de queja de los bañistas. Tras varios años con una baja presencia en la laguna salada, desde la pasada primavera registraron una explosión hasta el punto que la Comunidad Autónoma instaló nuevamente las redes de contención en las playas más saturadas.
Un informe de la Universidad de Murcia del pasado 15 de julio calculó más de 82.600 medusas 'huevo frito', sobre todo en la zona norte del humedal.
La corneta ('Hexaplextrunculus'), un depredador activo y carroñero que en los últimos años se ha impuesto en el Mar Menor tras desplazar y depredar a otras especies de moluscos bivalvos, también está en el objeto de la investigación, pues su caracola contiene quitina, una proteína que le aporta ese recubrimiento calcáreo con propiedades espesantes y estabilizadoras en alimentos y medicamentos. Se emplea también como fertilizante y acondicionador del suelo para la agricultura. Algunos estudios relacionan la cicatrización de heridas y la activación del sistema inmune con este polímero. Tiempo atrás se capturaban estas caracolas para extraer el codiciado color púrpura de sus glándulas, aunque esta actividad se abandonó porque el aprovechamiento era muy bajo: para lograr un solo gramo de colorante se sacrificaban entre 5.000 y 10.000 ejemplares. «Lo que valía hace sesenta años ya no vale, porque no conocíamos tanto del mar como ahora», explica Bellido. El científico cree que «tenemos aún un aprovechamiento del mar muy bajo».
Aprovechar al invasor
Las dos especies invasoras del Mar Menor, que se han incluido en el estudio, son la medusa de lunares blancos ('Phylloriza punctata') y el cangrejo azul ('Callinectes sapidus'). Este crustáceo causa considerables molestias a los pescadores desde su entrada en la laguna, donde ha aumentado su presencia en los últimos años a pasos agigantados. A pesar de que la jaiba ya se vende en la subasta como especie comercial, a los pescadores les ocasiona pérdidas económicas porque suele romper las redes y devora de forma voraz los langostinos, la pesquería más apreciada en la laguna.
Un equipo del Instituto de Investigaciones Marinas del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), con sede en Vigo (Galicia), se desplazó al Mar Menor para participar en la recogida de muestras. Los ejemplares se enviaron congelados al laboratorio gallego, donde los expertos analizarán su composición con las nuevas tecnologías disponibles.
Con los informes del CSIC, «estudiaremos el rendimiento que puede tener cada especie, qué tipo de procesado necesitaría que sea viable sin necesidad de hacer grandes inversiones», señala el biólogo. En las conclusiones influirá el grado de degeneración que tengan los ejemplares desde su extracción hasta lograr un aprovechamiento rentable.
Bellido apunta además la conveniencia de estudiar la composición de las especies en cada estación del año, debido a los cambios en el ecosistema que a lo largo del año pueden influir en la fauna.
«Estudiaremos el rendimiento que puede tener cada especie, qué tipo de procesado necesitaría sin necesidad de hacer grandes inversiones»
Explosiones de especies
«El Mar Menor es un sistema muy inestable. Cuando una especie domina, lo hace absolutamente, de manera que con los cambios, una especie baja y se impone otra», explica el investigador. Así ocurrió durante décadas con el mújol, ahora ya escaso cuando dio paso a la dorada, que en los últimos años ha sido predominante, debido también a la fuga de las granjas acuícolas cercanas, cuyos alevines entraban en la laguna. Las plagas de medusas han registrado otras explosiones dominantes en la albufera, sobre lo que Bellido aclara que «tenemos una visión antropogénica del Mar Menor: si domina el caballito, bien, pero si es la medusa, nos resulta negativo, cuando beneficia la presencia de estos organismos filtradores».
Con la pesca en el Mar Menor en horas bajas, el científico cree que «se podrá recuperar, pero tendrá su proceso y llevará su tiempo». Defiende el uso de «artes de pesca más selectivas para ir a una pesquería más razonable y precisa». El objetivo de su trabajo es «minimizar las capturas no deseadas y dar un uso a los subproductos». En el estudio contempla la promoción de una explotación más sostenible de los recursos y trata de integrar la pesca en la industria manufacturera.