«Cuando deseas algo, debes defenderlo por encima de todo»
El dramaturgo cubano, Raúl Rey, homenajea a Lorca en su obra 'No puedo oír tu voz'
minerva piñero
Viernes, 21 de septiembre 2018, 07:34
Sentarse en el Malecón, frente a la inmensidad del mar y sus olas, frente al Estrecho de Florida. Los escritos que dejó en su país. La familia. Estos son los tres recuerdos que más echa de menos Raúl Rey (La Habana, 1969), quien considera que el teatro es un arma capaz de «cambiar la mentalidad y los puntos de vista; algo necesario para todos». Y es Federico García Lorca, para este director de teatro, magia, pureza, sangre y sudor. Un referente. «Y muy transgresor», añade. Mañana homenajeará al autor de la Generación del 27 en 'No puedo oír tu voz', una obra de microteatro que estrenará en los jardines del Museo de Bellas Artes de Murcia a las 19.00 horas. Mientras ejerce como profesor de teatro en Lorca, donde reside, recuerda los años en los que estudió Dramaturgia en el Instituto Superior de Arte de La Habana.
-¿A qué personajes de Federico García Lorca evoca en su obra?
-A las mujeres de Bernarda Alba, a Doña Rosita, la novia de Bodas de Sangre, a Yerma... Esta obra es un homenaje íntimo al autor. Las dos actrices que participan representan a las mujeres que él escribió.
-¿De quién es la voz que no pueden oír, como indica el título de la representación?
-Del propio Lorca. Ellas están buscando a su creador para poder seguir de su mano, están desesperadas porque se han quedado sin él.
-¿Qué reivindica?
-El valor de la sinceridad. Cuando deseas algo, tienes que ir a por ello, debes defenderlo por encima de todo, agarrarte a eso y llevarlo hasta el final. Es una obra fuerte, con carácter; prácticamente es una tragedia. Hace pensar. Me gustaría que los espectadores se sientan, en cierto modo, reflejados. Pero espero que vivan el teatro, sobre todo.
-¿Qué diferencias encuentra entre el teatro que ha visto en España y el de Cuba?
-En Cuba se ha llegado a un punto en el que los grupos de teatro son muy fuertes y potentes, aunque la producción carece de material. Allí, la carrera de arte dramático tiene un nivel muy elevado y fuerte. Los actores se dejan la piel en el escenario. Sustituimos la buena iluminación y el vestuario de calidad por la interpretación con garra y deseo. Los actores lo dan todo con su cuerpo y con su piel. En Cuba, además, el público demanda mucho este arte. Allí nos llevan al teatro desde niños. De hecho, recuerdo cuando iba de pequeño a ver las obras y el ballet clásico... ¡Eso era una asignatura más! Y en cuestiones de precio es más asequible.
-¿Qué percepción tiene de su país desde España?
-Yo no he vuelto a ir hasta allí, hasta mi tierra, mi patria. Desde los años noventa, la veo prácticamente desde la lejanía. Sé que hay muchas promesas políticas y muchas historias sin acabar o sin empezar, pero mi vida ya esta aquí.
-¿Por qué vino a Murcia?
-Llegué a este país en 1991, después de pasar por Lyon, donde realicé un taller sobre el lenguaje del teatro. Me fui a Francia porque gané un premio en un festival de monólogos en La Habana. La recompensa fue aquel taller. Desde el país vecino realicé muchas visitas a España y decidí venirme aquí, aunque cuando llegué estuve muchos años desvinculado del mundo del teatro para poder ganarme la vida. Aterricé en Murcia, en concreto, por unas conexiones que conocía. Ahora he vuelto a mi pasión.
-¿A qué le costó acostumbrarse?
-Después de estar en Francia, aquí me sentía un poco más como en casa; allí hacía mucho frío. Al escuchar a la gente hablar castellano pensaba que estaba en Cuba, así que acostumbrarme fue más fácil. Pero sí eché de menos eso de ir a la casa de los amigos, algo cotidiano en la idiosincrasia cubana. En España vamos más a los bares.