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El director Rodrigo Sorogoyen (i).
Rodrigo Sorogoyen: el director imprevisible

Rodrigo Sorogoyen: el director imprevisible

La imprevisibilidad caracteriza la (todavía) incipiente trayectoria de este realizador, que aspira a un Goya junto a grandes como Bayona, Almodóvar o Alberto Rodríguez

mikel labastida

Viernes, 27 de enero 2017, 11:54

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No hubiese sido fácil adivinar que el director de aquella pequeña (y exquisita) rareza que es 'Stockholm' iba a sorprender en 2016 con un thriller tan potente como es 'Que Dios nos perdone', una de las producciones que más elogios recibió el año pasado. Pero tampoco era previsible que la anterior iba a ser la ópera prima en solitario de un autor que había debutado en la gran pantalla con el filme comandado a cuatro manos, junto a Peris Romano, '8 citas'. La imprevisibilidad caracteriza la (todavía) incipiente trayectoria de este realizador, que aspira a un Goya junto a grandes como Bayona, Almodóvar o Alberto Rodríguez, después de que ya optase a la candidatura de mejor novel por su anterior trabajo.

Nacido en Madrid, Rodrigo Sorogoyen (1981) iba para historiador, carrera en la que se licenció, pero el cine por el que se siempre había mostrado predilección- se cruzó en su vida para quedarse. Y para encauzar aquella pasión decidió saber más de ella en la Escuela de Cinematografía de la Comunidad de Madrid, donde estableció unos primeros contactos que le permitirían convertirse en guionista de series como La pecera de Eva o Frágiles.

Estudió francés, y al país galo viajó como Erasmus. Allí, por cierto, caprichos del destino, se enamoró de una italiana y de Italia. Lo mismo le gusta Enric Caruso que Nacho Vegas y se considera un incondicional de Woody Allen. A Amalia Rodrigues le debe el título de su última película y a Ben E. King algunos de sus primeros recuerdos del cine.

Para su debut en la pantalla grande buscó la complicidad de un compañero de Historia con el que escribió una sucesión de pequeños relatos que se desarrollan en citas de pareja y que juntas forman una especie de manual para (des)aprender a relacionarse. El proyecto salió adelante y contó con un reparto que incluía a actores tan conocidos como Belén Rueda, Adriana Ozores o Fernando Tejero. Todos se pusieron a sus órdenes en 8 citas y el experimento funcionó.

La cinta, con buena acogida en festivales y salas, sirvió de aprendizaje para este director que decidió, ya en solitario, seguir investigando en el arte de la cita con Stockholm, en torno a una pareja que se conoce en una discoteca y terminan pasando la noche juntos. Ya en ella el realizador jugaba a ser imprevisible con un argumento que desconcierta al espectador, cuando creía que estaba viendo una comedia romántica se estampa de pronto con un drama de consecuencias sorprendentes. Financiada a través de 'crowfunding', logró sacar adelante un proyecto modesto que obtuvo varias distinciones y ganó repercusión gracias al boca oído. Astuta, sencilla y algo inquietante, esta película daba la vuelta a aquella máxima de 'Un tranvía llamado Deseo': "Siempre he dependido de la amabilidad de los extraños".

Aunque tenía varios proyectos entre manos su último trabajo, que ha recibido un buen número de nominaciones a los Goya y salió galardonado del festival de San Sebastián, es un thriller angustioso, violento, intrigante. E imprevisible, sí, lo han adivinado. Que Dios nos perdone lo inspiró la visita del Papa a Madrid, de la que él fue víctima -testigo quise decir- desde su piso en la madrileña calle Montera. En el proyecto embarcó a su compañero de piso, un Javier Pereira soberbio, y consiguió reunir un presupuesto bastante más abultado del que había contado en anteriores ocasiones. En se contexto narra la búsqueda de un asesino en serie que se dedica a matar ancianas en Madrid. El resultado no decepciona y descubre a un realizador con ganas de asentar el cine de género en España, de dotar de imaginación y de nuevos universos a cada una de sus películas, y de sorprender al espectador. Y de resultar imprevisible, para que nadie le pierda la pista.

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