«Lucho por enamorarme de un gesto»
músico
ROSA MARTÍNEZ
Jueves, 18 de mayo 2017, 01:24
A Jorge Pardo (Madrid, 1955) la intuición le ha permitido viajar por mundos reales e imaginados, por lugares mágicos impregnados de historia. Por países, culturas y músicas de todo el mundo. Conoció las melodías gnawa, propias del Magreb, a través de un «colega», Said Oughassal, confiesa, y quedó fascinado por su poderío. Viajó entonces hasta Esauira, en Marruecos: «Es uno de los mejores festivales en los que he estado en mi vida, y he visitado muchos», responde. Mañana -22.00 horas- actúa en la plaza de los Apóstoles de Murcia; presenta 'A world love supreme', una revisión de la obra del estadounidense John Coltrane con protagonismo de la música gnawa. Pardo ha sido distinguido con el galardón a mejor músico de jazz europeo por la Academia de Jazz de Francia en 2013 y el Premio Nacional de Músicas Actuales en 2015.
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Qué Concierto 'A world love supreme', con Jorge Pardo.
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Dónde y cuándo Plaza de los Apóstoles, en Murcia. Mañana a las 22.00 horas. Entrada libre.
-«Una reunión de dos mundos a través de la música gnawa» es el texto con el que se define su propuesta para Murcia Tres Culturas; ¿a qué dos mundos se refiere?
-En realidad son muchos, no solo dos, pero al mismo tiempo hay uno principal, el espiritual, que puede ser tomado con diferentes acentos, aromas, sensibilidades... Todo el mundo habla de Dios, pero unos lo llaman Alá y otros Yahvé. Aquí aparecen dos mundos, el cristiano y el musulmán, representado este por la tradición gnawa, pero son uno.
-¿Qué caracteriza y qué le aporta la música gnawa?
-En Occidente hemos traído la música al mundo del espectáculo y la hemos presentado sobre un escenario, con focos y ante un público atento; sin embargo, el origen de casi todas las músicas fue, más bien, una función social y, muchas veces, curativa. Este último es uno de los poderes que no ha perdido la música gnawa, que no deja de provocar un estado de trance que es, también, a lo que aspira toda representación artística, porque ese trance que nos puede parecer muy alejado es simplemente la ilusión que aparece cuando te plantas delante de un cuadro y viajas dentro de él, o cuando vas a un concierto y te da la impresión de que han pasado diez minutos cuando en realidad llevas dos horas sentado en la butaca. Ese es el estado de trance que ha seguido muy fielmente la música gnawa, y yo, aunque también represento al flamenco, he estado muy atento a esa sensibilidad.
-¿Cómo conoció esta música?
-Fue en Madrid, a través de un buen colega, Said Oughassal. Él es representante de una de las familias más importantes de la música gnawa. Empecé a tocar y a hacer sesiones con ellos y quedé fascinado por su poderío. Rematé la experiencia yendo al festival de música gnawa de Esauira, que es uno de los mejores festivales en los que he estado en mi vida, y he visitado muchos.
-¿Qué le empuja a buscar nuevos sonidos, a seguir indagando y experimentando?
-Lo mismo que empuja a una persona un poco curiosa a ir de vacaciones a otro pueblo al que va habitualmente o a cambiar de camisa de vez en cuando, aparte de por la higiene; o a probar otra comida que no ha probado. Esa idea de buscar sensaciones diferentes es lo que me lleva a mí a no parar.
-¿Qué ha ido aprendiendo o descubriendo en este camino?
-Más que un aprendizaje ha sido un gozo. Y quizá el gozo ha sido un aprendizaje, y una cosa se ha retroalimentado con la otra. Hay mucha gente que haciendo lo mismo toda la vida consigue la misma sabiduría; no es una cuestión de sabiduría sino de gozo.
-¿Y los años, qué le han ido aportando?
-Unas arrugas en el rostro [ríe], pero también, comprobar que la intuición, que se atribuye más bien a una persona joven que carece de experiencia, es tan o más válida que la experiencia en sí misma. Lo que ocurre es que la conjunción de intuición y experiencia, que es de lo que yo presumo, redobla esas virtudes.
-¿Hacia qué lugares, que después le han resultado muy satisfactorios, le ha llevado esa intuición?
-La intuición te lleva a arriesgar, a imaginar paisajes inimaginables y a hacerlos reales tiempo después. La intuición es el motor del amor, el pálpito en el pecho de algo que quieres.
-¿Por qué lucha cada día?
-A parte de para pagar mis facturas, como todo cristiano, y musulmán también [ríe], lucho por enamorarme de un gesto, de una mirada, de un sonido, de un paisaje y por sentir querer estar vivo.
-¿Lo consigue?
-[Piensa] Pues sí, claro que sí.
-Dice usted que su mayor premio es hacer música, ¿por qué?
-La música para mí, quizá para otros es la pintura o la albañilería, por qué no, es lo que me permite concentrarme en mis inquietudes, esas que te hacen levantarte cada día y que tengas ilusión por hacer cosas a pesar de que tener 120 años.
-A Murcia ha acudido en varias ocasiones. Este verano también estará en el Festival de Jazz de San Javier; ¿se siente a gusto en la Región?
-Bueno, no quiero sacar mi demagogia a pasear [ríe], pero es cierto que Murcia es de esas tierras que están grabadas en mi más tierna juventud. Desde muy joven he ido a tocar allí, a diferentes sitios. He tenido muchos compañeros con los que he experimentado muchas vivencias. Para mí Murcia es una chincheta en el mapa que está grabada muy fuerte.
-¿Qué recuerdos guarda con especial cariño?
-Podrían ser algunas cosas inconfesables [vuelve a reír], pero de las que sí se pueden confesar me quedaría con esas noches de experimentación musical en la Puerta Falsa, a pesar de que podría presumir de otras de más relumbrón en festivales grandes como San Javier. Para mí son esas reuniones en 'petit comité' las que se quedan más grabadas.
-¿Qué le gustaría encontrar mañana?
-Sorpresas. Que las cosas me sigan sorprendiendo y que nosotros en el escenario podamos seguir sorprendiendo a nuestro público más habitual y al más novato y joven. Me gustaría encontrar sorpresas, muchas sorpresas.