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José Sacristán y Javier Godino, en 'Muñeca de porcelana'.
Sacristán, solo ante el peligro
CRÍTICA DE TEATRO

Sacristán, solo ante el peligro

El actor ofrece en el Romea una de las mejores interpretaciones de su carrera al servicio de un David Mamet muy menor

Antonio Arco

Miércoles, 11 de mayo 2016, 20:03

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No hacía puñetera falta 'Muñeca de porcelana' después de 'Noviembre' y de 'Glengarry Glen Rose'. No aporta nada a la producción dramática de David Mamet; es más, demuestra que está perdiendo facultades. No hay en este texto -que a España nos llega en la versión limpia de Bernabé Rico- ni originalidad, ni profundidad, ni un brillante análisis de la realidad de hoy, ni diálogos memorables, ni nuevas vías para la reflexión y para no dejar de estar alerta. Todo, todo lo que se dice, está más que oído, visto y trillado. El texto es una sucesión de tópicos, incluso una sucesión aburrida de ellos. Ya saben: la mayoría de la gente es imbécil y con derecho a voto, el poder corrompe, el dinero llama al dinero, hay mucho progre ridículo, todo el mundo tiene un precio, las mujeres guapas necesitan ser protegidas por hombres con el riñón bien cubierto, aunque sean ya viejos o casi; y los jueces también se pueden comprar y, además, tampoco es que estén muy caros... En fin: cero chispa. Y, más grave incluso, cero superar a los maestros del -digamos- teatro político o ideológico. Sabe a nada este Mamet menor al lado de Brecht, de Dürrenmatt, de Ibsen y, no digamos ya, de Arthur Miller, cuya 'Muerte de un viajante', que el propio José Sacristán interpretó -¡qué maravilloso y trágico personaje el de Willy Loman!- junto a una prodigiosa María Jesús Valdés, cobra vigencia por días, y no hay quien pueda con su desoladora y torrencial crítica a los males del capitalismo, que siguen confundiendo a las personas con tornillos, y anulando sin tregua dignidades.

Y como 'Muñeca de porcelana' insiste en seguir hablando del lado oscuro del poder político y de la voracidad con la que se convierten en un peligro público los amasadores de fortunas, debería haber superado David Mamet a lo ya escrito.

Veamos: en 'Noviembre' ya nos quedaba claro el nivel de mediocridad, ineptitud, falta de vergüenza y desajustes hormonales y cerebrales que padecen en demasiada cuantía los políticos; también los más poderosos, y eso que todavía no teníamos la suerte macabra de conocer a Donald Trump. Te divertías muchísimo con esta disparatada sátira política y te reías de lo lindo con el personaje de Charles Smith, que está a punto de dejar de ser presidente de EE UU, según todas las encuestas, y que no quiere desalojar el Despacho Oval, donde transcurre toda la función, sin asegurarse antes de que lo hará con los bolsillos llenos de pasta. Un presidente mediocre hasta la médula, inculto hasta el dolor de muelas, racista, homófobo, misógino, antijudíos, antichinos, antiopositores y totalmente negado para tener una sola buena idea. Y que se niega a largarse sin dejarse la vida bien resuelta: dinero, dinero, legal, ilegal, por las buenas, por las malas, engañando a los contribuyentes, a los votantes, a la gloriosa bandera y al santo patrón. Así es que Charles Smith, que confunde Irak con Irán, que no monta una pelotera nuclear de puro milagro cada dos por tres, y que se permite burlarse hasta del mismísimo Martin Luther King, se lanza a ganar unos milloncejos de dólares a costa de los dirigentes de la Asociación Nacional del Pavo y de los Derivados del Pavo, que acuden a la Casa Blanca para solicitarle que este año, por Acción de Gracias, indulte a dos pavos en vez de a uno (pavo). En España, tuvimos la suerte de que a Charles Smith le dio vida Santiago Ramos.

Y luego está 'Glengarry Glen Ross', otro bombón. El maestro Daniel Veronese, responsable de la versión y de la magnífica dirección de este elogiado y muy bien construido texto dramático de Mamet que cosechó un enorme éxito en su gira española en 2010, ponía en situación al espectador, desde el programa de mano, resumiéndole así el argumento: «La fábula de David Mamet es tristemente reconocida: debido a las pocas ventas, la central de una empresa inmobiliaria reta a un grupo de sus vendedores a un singular concurso: el mejor vendedor se lleva un Cadillac, el segundo un práctico juego de cuchillos. Los demás, a la calle». A la puta calle. La obra te hacía hervir.

No pasa lo mismo con 'Muñeca de porcelana', que Mamet ha escrito para Dustin Hoffman, a quien la crítica ha vapuleado. No sucederá lo mismo en España con José Sacristán, sencillamente porque está magistral en cada uno de sus gestos, sus palabras y sus silencios. No te deja que apartes la mirada de él, aunque quede claro casi a cada momento que su interpretación está muy por encima del texto. Lo que cuenta la obra es poca cosa: un millonario sin escrúpulos le acaba de comprar un avión a su joven prometida. Planea jubilarse y dedicarse enteramente a ella. Durante su último día en la oficina antes de volar junto a su amorcito, instruye a su joven ayudante -Javier Godino- para poder atender sus negocios desde lejos. Y, de pronto, recibe una llamada y empezará su calvario: las autoridades van a por él. El montaje es potente. Juan Carlos Rubio y todo el equipo artístico y técnico han hecho un buen trabajo.

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