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Un hombre fotografía la obra "Celda I"-1991, de la colección "Estructuras de la existencia" de la francesa Louise Bourgeois.
Los fantasmas enjaulados de Louise Bourgeois

Los fantasmas enjaulados de Louise Bourgeois

El Guggenheim reúne la mitad de las inquietantes 'Celdas' de una de las creadoras más originales del siglo XX

Miguel Lorenci

Sábado, 19 de marzo 2016, 08:15

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«El arte es garantía de cordura». La frase se repite como un mantra en varias de las obras de Louise Bourgeois (París, 1911-Nueva York, 2010) que acoge el Museo Guggenheim. Son las 'Celdas' en las que esta original e influyente creadora franco-estadounidense enjaulaba sus fantasmas. Complejas guaridas de emociones en las que la genial buhonera de objetos y obsesiones encierra sus demonios, sueños y temores. Es el legado de una 'madre araña' que despliega su tela una y mil veces. Una creadora torrencial que vivió 98 años al borde del abismo, tratando de ordenar su caos. Arponeada por sus miedos, halló en el arte su tabla de salvación y en el dolor, la angustia y la culpa el barro para moldear su atormentado universo.

Construyó Bourgeois 62 'Celdas-células' en sus 30 últimos años de vida. 'Cell', su denominación original, alude tanto a la celda de una cárcel o un monasterio como a la célula biológica. Son unas instalaciones inquietantes, más cercanas al infierno que al paraíso y en las que, con 70 años cumplidos, volcó la artista sus frustraciones, anhelos y fobias. El museo bilbaíno ha logrado reunir casi una treintena -todo un récord- de las desconcertantes jaulas que facturó ente 1986 ('Guarida articulada') y 2008 ('La última subida').

Con objetos hallados -puertas, ventanas, rejas, alambradas y mobiliario de la fábrica de tejanos de Brooklyn donde instaló su estudio en 1980-, armó muchas de las 'Celdas' con las que Bourgeois exorcizaba el dolor y el desconcierto, se autoafirma e indaga en su subconsciente. Recicla desde la cabina de un ascensor a un descomunal depósito de agua, o la escalera de caracol del estudio que incorpora a su última celda.

Organizada por Haus der Kunst de Múnich en colaboración con el Guggenheim y con patrocinio de la Fundación BBVA, 'Estructuras de la existencia' revela el torturado mundo de Bourgeois. Original, diversa, lírica y siempre autobiográfica, su obra se adentra en la memoria, la sexualidad, la maternidad, la soledad o la frustración.

Julienne Lorz y Petra Joos son sus comisarias. Han contado con el apoyo de Jerry Gorovoy, presidente de la fundación que vela por su legado, su asistente durante tres décadas y una suerte de albacea de Bourgeois. La creadora fue madre de tres hijos de los que viven dos que controlan el Trust Bourgeois, que gestiona y comercializa parte de su obra.

De carácter atormentado y humor oscuro, Bourgeois trató de suicidarse en dos ocasiones, cuando murió su madre y cuando atisbó un forzado matrimonio de conveniencia. Lo cuenta con naturalidad Gorovoy, que tuvo que lidiar con el hosco y corrosivo carácter de la artista. «Su necesidad de crear surge del sentimiento de culpa. No se sintió jamás una buena madre» explica. Acosada por ansiedades, miedos y depresiones severas, el arte fue su flotador. «Le ayudó a vivir y a conformar esos sentimientos en su obra, que testimonia sus obsesiones y conecta con su subconsciente», señala.

     

Huida

     

«Tienes que contar tu historia y olvidarla. Olvidas y perdonas. Eso te libera», sostenía Bourgeois herida desde joven por la traición de su padre, que engañó a su madre con la niñera durante una década. «El arte es una huida, no un destino» aseguraba esta diminuta mujer y gigantesca artista, «muy fuerte, determinada e inquieta» según Gorovoy. Ella se enorgullecía de «hacer, rehacer y destruir como me da la gana». Actúa con la determinación de la araña «capaz de construir una y otra vez su tela partiendo de su propio cuerpo». «La araña, como Louise, no se rinde nunca. Si rompen su tela, la reconstruye un millón de veces», señala Gorovoy.

Empeñada en «expresar los devastadores efectos de las emociones», repetía Bourgeois que «las personas felices no tienen historia». «Su arte conecta con sus fantasmas. Sin conflicto no habría obra» ratifica su albacea. «Si el dolor remite, la tensión se reduce, la compulsión desaparece y el dolor se elimina, la escultura funciona» decía la artista.

Sus 'Celdas' encierran esculturas, ajados muebles, dibujos, ropas, bordados, tapices, figuras de trapo, cuerpos mutilados, espejos, huesos, frascos de perfume y hasta la guillotina «con la que cercenaron su infancia» según la comisaria, o una silla eléctrica que segó decenas de vidas. A caballo entre la escenografía y la instalación estas obras son para Lorz «una unidad escultórica sin parangón en la historia del arte».

Los objetos enclaustrados reflejan las obsesiones de Bourgeois, que se psicoanalizó durante cuarenta años y dejó miles de páginas escritas sobre sus conflictos plásticos y vitales. Como «su profundo temor al rechazo y al abandono», algo que según Gorovoy estaría «en la raíz de su creativo síndrome de Diógenes».

Jamás visitó Bourgeois sus exposiciones. Le traían sin cuidado el público, las galerías y los museos, el mercado o el meteórico ascenso de su cotización. «Sentía predilección por los espacios claustrofóbicos y su universo era su estudio» dice Gorovoy.

«He intentado toda mi vida convertir a la mujer de un objeto pasivo a un sujeto activo», aseguraba Bourgeois, a quien tomaron por bandera feministas y homosexuales. «Abominaba de la etiqueta de feminista y no lo era en términos políticos. Creía además que el arte político envejece fatal» concluye el albacea.

     

Reconocimiento tardío

     

Nacida el 25 de diciembre de 1911 en el seno de una familia con recursos, el taller de restauración de tapices antiguos que regentaban sus padres marcó la trayectoria de Bourgeois, que tuvo en los textiles uno de sus materiales fetiche. Simbolizó la feminidad y la maternidad en las pacientes, protectoras e incansables arañas, tejedoras como su madre. Son también símbolo de su capacidad crear desde su propio cuerpo.

Instalada en Nueva York desde 1938, expone pinturas por primera vez en 1945 y esculturas en 1950. Pero el reconocimiento crítico y comercial de una creadora tan rara como poderosa fue más que tardío. Había cumplido 71 años cuando el MoMA le dedicó una retrospectiva en 1982, la primera de una mujer en el legendario museo neoyorquino.

Se consagró Bourgeois con las gigantescas arañas de bronce que le darían fama universal a partir de 1994, ya con 80 años. José Guirao, exdirector del museo Reina Sofía, fue pionero «cazador» de estas piezas en España. Pero sudó tinta hace 18 años para convencer al patronato del Reina Sofía de la conveniencia de adquirir una de las gigantescas arañas de Bourgeois a la galerista Soledad Lorenzo.

'Mamá', otra araña de nueve metros de altura, es hoy un poderoso símbolo del Guggenheim. Grandes museos y coleccionistas de todo el mundo se disputan estas grandes e inquietantes esculturas cuya cotización roza los 15 millones de euros. Las arañas irrumpieron en su obra en dibujos de finales de los 40 y reaparecen con fuerza en los 90 y se reparten por varias celdas.

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