«Me costó mucho dar el paso, pero por desesperación no tuve opción»
«Pasé semanas llorando», relató a los agentes una testigo protegida, que aseguró que en los clubes se traficaba con cocaína
Está identificada en las diligencias policiales como la testigo protegida TP UCRIF II 22/2019. Bajo esas siglas y números se oculta una joven venezolana ... cuya situación económica en su país era «límite», como ella misma la definió cuando prestó declaración ante la Policía Nacional. No ocultó que la red que la contactó en su Venezuela natal le ofreció trabajar como prostituta y que ella lo aceptó, forzada por la grave penuria de su familia. «Me dijeron que podría ganar fácilmente 3.000 euros al mes, una vez saldada mi deuda, aunque nunca me dijeron cuál sería esa deuda antes de viajar a España», indicó. Antes de realizar el viaje tuvo que hacerse unas fotos desnudas, que fueron remitidas a los dueños de los clubes para que decidieran si valía la pena asumir el coste de su desplazamiento.
Aunque muchas otras víctimas entraron en Europa a través de París, en su caso le sacaron el pasaje de avión para Madrid, donde la recibió una mujer apodada 'La Negra'. Ya antes había recibido indicaciones precisas de 'Angelito' sobre lo que tenía que decir si algún policía se interesaba por su actividad: que estaba alojada en el 'hotel' -en realidad, el club de alterne- por 50 euros diarios, que no ejercía la prostitución y que estaba allí de manera voluntaria.
Fueron las otras chicas del establecimiento quienes la pusieron al tanto de las normas. Debía cobrar 70 euros por media hora de servicios y 150 euros por una hora, de los que la organización se quedaba con 50 en concepto de habitación y 10 euros por las sábanas.
En las copas iba al 50% con los responsables del local, a quienes acusa de proporcionar cocaína a los clientes que así lo solicitaban.
El horario de trabajo era de 17 a 3 horas de la madrugada de domingo a miércoles, y hasta las 4 horas los viernes y sábados. Tenían un día de descanso a la semana.
No podría abandonar el club hasta transcurridos al menos tres meses o saldado totalmente su deuda.
Sostiene que pasó miedo y que teme represalias, ya que los dueños «son personas muy peligrosas», y afirma que los primeros días fueron muy duros. «Pasé semanas llorando. Me sentía menos persona; pensaba que no valía nada».
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