Tres nombres a la vez tuvo la bella plaza de Las Flores de Murcia
La actual rehabilitación del mercado de Verónicas recuerda la historia de la Carnicería Real arrasada en 1893
Es uno de los lugares más emblemáticos de nuestra amada Murcia, incluido su nombre: plaza de Las Flores. Pero no siempre se llamó así. Antes ... se conocía como plaza de la Carnicería, pues allí se emplazó la Carnicería Mayor, reedificada en 1612. El Archivo Almudí, ese insondable pozo de curiosidades, atesora no pocos documentos que permiten reconstruir su historia. En 1881, el Ayuntamiento impulsó el último gran proyecto para modernizar aquél remoto edificio.
Según las actas, el arquitecto municipal Gerónimo Ros Giménez, también académico de la Real de San Fernando, dio el visto bueno del pago de las obras a Vicente Muñoz, tras la obligada visita de inspección.
La reforma fue integral. Los albañiles demolieron la distribución interior y rebajaron el piso para igualarlo antes de cubrirlo «de cemento Portlan». En el centro se repartieron, formando un cuadrado, doce mesas de dos metros de anchas.
El proyecto incluía columnas y otros elementos decorativos de hierro. No es necesario imaginar cómo eran. Podemos admirarlos, pues el Almudí conserva los planos originales.
No habría de pasar mucho tiempo, apenas una década, para que el uso de la carnicería cayera en declive. Lo sabemos pues en 1893, varios concejales elevaron a pleno una moción para que «se derribe la carnicería» y se potenciara el «mercado de flores en su lugar».
Un edificio «vetusto»
Los argumentos parecían lógicos, según el acta de la sesión del 22 de mayo. El primero, era «la necesidad y conveniencia de convertir en una buena plaza lo que impropiamente se denominada hoy de la Carnicería, y no lo es por elevarse en su centro el vetusto edificio del mismo nombre». Confundían aquí los concejales (o lo obviaban) que el término plaza es sinónimo de mercado.
La moción nos permite conocer que el edificio contaba con 319 metros cuadrados. Estaba rodeado por otras casas que albergaban comercios «algunos de relativa importancia». Recordaban los concejales que el Consistorio tenía la obligación de la apertura y arreglo de plazas para «comodidad e higiene del vecindario».
Súmenle a eso que el arquitecto municipal había advertido de que la carnicería necesitaba, «sin pérdida de tiempo, grandes reparaciones» para evitar que se desplomara.
Por otro lado, la descentralización de la venta de carne no convertía en indispensable el edificio. El Consistorio ya había concedido «diez y ocho o veinte expendedurías en diferentes sitios de la ciudad».
Llamada Díaz Cassou
Con el dinero de la venta de los materiales del derribo se propuso pagar un quiosco octogonal de hierro para la venta de flores y pájaros. A los vecinos de las calles adyacentes, cuyas casas darían a la nueva plaza, les pidieron enlucir sus fachadas, por haber ganado tanto «con dicha mejora».
Por último, el alcalde propuso que la plaza recibiera el nombre «del distinguido murciano Pedro Díaz Cassou», abogado, escritor e ilustre escritor costumbrista. Cierto es que el nombre jamás cuajaría, hasta el extremo de que en los anuncios de los comercios del lugar se utilizada la siguiente fórmula: «Plaza de Díaz Cassou, antes de la Carnicería».
Al proyecto, defendido por el concejal Brugarolas, le pusieron pocas pegas sus colegas. Escribano dudaba de que pudiera eliminarse el edificio sin contar con el Estado. Y Blanco mostró sus dudas sobre la ruina del edificio, pues no había informe oficial que lo señalara. Propuso rehabilitarlo. Al final, con cuatro votos en contra, la moción fue aprobada.
En la sesión del 28 de junio de 1893, el concejal Luis Pérez Trigueros denunció que los muros de la carnicería «no han perdido ni una línea de su antiguo aplomo, como tampoco su cubierta amenaza ruina».
Entretanto, dos veces había salido a subasta el derribo sin que nadie pujara. Ese año retiraron la Purísima de Salzillo que presidía el mercado y que acabaría en San Antolín.
Así las cosas, aunque ya no era rentable para las arcas consistoriales, según el concejal, su solidez permitía dedicarlo a otros usos, por ejemplo para oficinas militares o «un colegio de niños». Pérez Trigueros concluyó advirtiendo de que el edificio «está más sólido que esta Casa Consistorial». El acuerdo fue que el arquitecto municipal examinara su estado para proponer «qué aplicaciones puede dársele».
Polémica por el derribo
Muchos murcianos también se opusieron al derribo, lo que quizá aconsejó al alcalde retrasarlo un tiempo. El genial Martínez Tornel profetizó en 'El Diario' que algún día también caería el edificio del Contraste que, precisamente, hacía esquina con la plaza de Santa Catalina.
Los trabajos para la demolición arrancaron un 3 de agosto de 1893. Esas cosas siempre se hacen amparadas en la calorina de agosto. En esta ocasión, se intentó hacerlo rápido. Algún concejal llegó a afirmar que «hay que levantar en seguida el mercado de las flores, porque si no, no se le ve la punta al derribo». Pero doce de sus compañeros impugnaron la decisión. Una comisión decidió más tarde que las obras eran ilegales.
De nada serviría. Porque entonces se dejó caer la Junta Local de Sanidad con que el edificio era, desde hacía muchos años, «un foco de infección».
El detalle enfureció a Martínez Tornel, quien se preguntó en su diario cómo era posible que, de ser cierta esa afirmación, el Ayuntamiento no hubiera actuado. Por último, el gobernador zanjó la cuestión en diciembre. Que se arrase. Y el alcalde envió de inmediato una cuadrilla para hacerlos hasta los cimientos.
Respecto al nombre que los murcianos darían a la plaza, coexistieron tres denominaciones: Carnicerías, Díaz Cassou y Las Flores. Existe una prueba de ello. El Horno de la Fuensanta anunciaba en prensa en 1920 que tenía una sucursal en «la plaza de las Carnicerías». Y al año siguiente situaba en otro anuncio dicha sucursal en «la plaza de las Flores».
Habría que esperar hasta 1968 para que el Consistorio otorgara el nombre oficial de plaza de Las Flores a la que todos los murcianos venían llamando así desde antiguo. Sin embargo, hasta 1979 aún se podía leer en el diario 'Línea' que la procesión del Resucitado surcaba la «plaza Díaz Cassou (Flores)».
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