¿Sabe usted que la torre de la Catedral de Murcia está inclinada?
Desde antiguo se conoce que se vence hacia el noroeste, lo que provocó una gran polémica cuando se terminó
No es la torre de Pisa. Pero tampoco los murcianos hemos sabido vender que la nuestra, la de la Catedral, también está inclinada. Y miren ... que esa evidencia es casi tan vieja como orinar a pulso. E incluso puede admirarse a simple vista si uno se sitúa en la plaza de Cadenas y observa la esquina del Suroeste. Desde ahí verán como esos bellos e imponentes 98 metros de altura y sus 20.000 toneladas de peso se inclinan.
Ya en el siglo XVIII lo notaron aquellos murcianos que encargaron un estudio. Por si las moscas, pensarían. Sobre todo, tras el derrumbe de la torre de Villarramiel (Palencia), que causó 106 muertos un 2 de febrero de 1776.
El suceso se produjo después de que le añadieran dos cuerpos a la antigua estructura. Súmenle que en esa época se andaba estudiando terminar nuestra torre, que hasta entonces solo tenía dos cuerpos. Como señaló la catedrática Concepción de la Peña en la revista 'Sarmental', en 1765 se barajaban varios diseños.
Entre ellos, los de José López y Juan de Gea, que triunfaron. Estaban convencidos de que la torre era «alhaja de las mejores de Europa» y cuando estuviera acababa «no tendrá en España otra de igual estimación». No se equivocaban.
La belleza de la piedra de Sangonera la Verde y sus canteras de Mayayo ya era evidente. En 1771, estaban tallados los cuatro santos que coronan los Conjuratorios, obras de Francisco Elvira y Sebastián Navarro.
José López propuso rematar la torre con una pirámide. En eso andaba en 1782 cuando, por retomar la historia, el Cabildo encargó un informe sobre la estabilidad al arquitecto Ceferino Enrique de la Serna y a Lorenzo Chapulí, maestro mayor de las obras de Alicante. Los dos andaban en algún proyecto por estas tierras, como las obras del Puerto de la Cadena.
En las actas del Cabildo se conserva una del 3 de agosto de ese año que proponía «hacer reconocimiento» del edificio «por advertir notable declive en la torre, o por la suma gravedad de su obra, o lo poco firme del terrero».
El informe fue claro como el agua de un brazal: «No cargar obra grande sobre edificio antiguo». Los expertos advirtieron de que la torre andaba «sin fuerzas para nuevas y exorbitantes cargas». Por ello, aconsejaron no terminar el remate proyectado, asegurar los cimientos y reforzar el cuerpo de campanas. Es más: aconsejaban robustecer la estructura aunque la torre no estuviera inclinada.
El arquitecto se cabrea
Este informe, como es natural, desató las iras de José López, quien ya había redistribuido las cargas de sus nuevos cuerpos en el Oeste para contrarrestar la inclinación. El arquitecto invocó a Vitrubio y perjuró que el centro de gravedad caía dentro de la base. Así lo refiere Alfredo Vera Botí en su obra 'La Torre de la Catedral de Murcia: de la teoría a los resultados'.
Los planos fueron revisados en la Academia de San Fernando y uno de sus arquitectos, Ventura Rodríguez, zanjó la cuestión proponiendo una cúpula apuntada con una linterna. Al instante, otra vez, surgieron críticas.
Hubo quien satirizó el diseño por su parecido con un «bebedero de palomas», como señaló el Doctoral de la Riva. El remate causó «general disgusto en los murcianos». Un articulista de 'El Correo de Murcia', ironizando sobre la gran cabeza de un parroquiano, añadió que «quizá le venga chico el gorro que le han puesto a la Torre de la Catedral para que no se constipe».
Total. 'El Correo de Murcia' publicó en noviembre de 1792 que «el día 21 del presente mes por la mañana se concluyó la magnífica torre de la Catedral», tras la colocación de la veleta de hierro, que el periódico describió como «un famoso, aunque imperfecto, Pararrayos de toda la Ciudad».
Bien podía escribirlo. Unas semanas antes, en un tempestad acaecida el 16 de septiembre, un rayo cayó sobre las obras de la torre. Incluso hubo testigos tan directos como cercanos.
Allá arriba andaban un sacerdote y otros fieles, que en ese instante intentaban conjurar la tormenta alzando una reliquia del Lignum Crucis desde una ventana. Todos aseguraron «ver pasar el rayo» a medio metro de ellos. Para Vera Botí, la obra concluyó realmente en abril de 1793, cuando retiraron los andamios. La historia de la inclinación de la torre se actualizó en 2023 cuando un equipo de investigadores de la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT) realizó un acertado estudio bajo la dirección de Marcos Martínez, de la Escuela de Caminos y Minas.
Las conclusiones son tan interesantes como indiscutibles. La torre está inclinada hacia el este unos 0,7 grados y al norte otros 0,5 grados. Eso se traduce en unos 60 centímetros sobre el eje vertical, según algunos autores. Además, se asienta en el mejor lugar de la ciudad para soportar terremotos por las capas de grava compacta que existen más cerca de la superficie.
Pero sigue en pie
Pese a todo, la espectacular torre ha aguantado tremendos terremotos como el que asoló Torrevieja en 1829 y cuya magnitud se situó entre cinco y seis grados en la escala de Mercali. Eso, siguiendo a Vera Botí, evidencia que la zapata debió construirse sobre pilotes de madera de hasta seis metros de profundidad. Y ahora la pregunta inevitable: ¿Se sigue inclinando la torre? No se sabe a ciencia cierta. O yo no he logrado aclararlo, claro. Los científicos de la UPCT aconsejaron más estudios geofísicos para identificar huecos ocultos bajo su estructura que, sin duda, influyen en la estabilidad del edificio. Como muchos otros antes, recomendaban el monitoreo del suelo para predecir sustos. Improbables quizá; pero por si acaso.
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