Esos 'primos' portugueses del gran pastel de carne murciano
En la región de Chaves se preparan pasteles similares a los de Murcia y cuyo origen es una incógnita
Hojaldre firme y crujiente, que contrasta fuertemente con la textura interna del relleno, que es espeso, blando, húmedo, suculento y se funde en la boca». ... Cualquier murciano del común, al leer esta descripción, igual podría pensar en una cosa: nuestros sabrosos pasteles de carne. Pero se equivocaría. Se trata de sus 'primos hermanos': los pasteles que se preparan en la región portuguesa de Chaves y que, curiosamente, son casi calcados.
Al menos, en la receta. Porque en cuanto a la protección del producto nos dan sopas con onda. Chaves es una región que linda con Orense. Ese bocado, al menos de vista, es similar a nuestro pastel, pero con forma de media luna. Como si el nuestro lo dobláramos. El relleno es de ternera picada y cebolla.
Cuentan que su origen se sitúa en 1862, cuando una vendedora ambulante comenzó a repartirlos. Tuvo tal éxito que pronto no dio abasto. Así que vendió la receta a una pastelería. ¿Quién era aquella mujer? Vaya usted a saber. Igual venía de Murcia. O acaso el origen de ambos pasteles, que incluso utilizan idéntico hojaldre, sea el mismo: árabe con raíces romanas.
Aquellos judíos murcianos
Una tercera explicación, según otros autores, resulta interesante. Sostienen que durante la expulsión de los judíos en el siglo XV, muchos de cuantos residían en el sur lo abandonaron por el puerto de La Coruña. No es de extrañar que algunas familias, en lugar de perder de vista su amada tierra, optaran por establecerse en Portugal. Y con ellas, la sabrosa receta.
El historiador y gastrónomo Jorge Guitián añade que más tarde, cuando Portugal ordenó la expulsión, en zonas aisladas quedaron comunidades sefarditas, que siguieron elaborando sus platos. Como los llamados 'cuscos', variante del cuscús.
Sea como fuere, su fama comenzó a extenderse hasta el extremo de que, como sucede en Murcia, son un símbolo de Chaves. Pero allá parecen más dispuestos a honrar su gastronomía. En el año 2014, la Comisión Europea agregó su pastel a la lista de productos con Indicación Geográfica Protegida (PGI). Antes había hecho lo propio el Gobierno portugués.
¿Y eso qué es? Pues un sello de calidad otorgado a productos que tienen un vínculo con una zona geográfica concreta y cuyas características dependen de ese origen. Vamos, una garantía de que los pasteles son auténticos y no esas vomitivas imitaciones que se venden por aquí.
Van por delante
Respecto a Chaves, el 'Diario Oficial de la Unión' publicó el acuerdo un 20 de diciembre de 2014. Resulta de interés pues recoge la historia del origen del plato, sus medidas comunes y la forma de elaborarlo. La descripción del aspecto exterior le suena a cualquier murciano: «Una vez cocido, presenta un color heterogéneo, que varía entre el amarillo tostado y el dorado».
Sobre la historia de nuestro pastel ya se ha escrito mucho. Hunde sus raíces en la Edad Media, claro. En el año 1695 fue regulado mediante una ordenanza que fijaba las medidas, la calidad de la harina y de la carne e imponía penas de destierro a los artesanos que no cumplieran la norma. Esta conocida ley evidencia la importancia que revestía al pastel de carne.
Diversos maestros de la pintura española, por otro lado, han recogido en sus lienzos tan suculento plato. Eso hizo Murillo, quien entre 1670 y 1675 pintó la obra titulada 'Niños comiendo pastel', hoy conservada en un museo alemán y que muestra a dos zagales dando cuenta del tradicional hojaldre. No faltan autores que lo consideren creación de los árabes. E incluso otros señalan al Imperio Romano de Augusto, donde ya se comían hojaldres de carne sazonada, huevo y manteca de cerdo. Tontos no eran.
Batallas para nada
En Murcia vivimos nuestra particular batalla. No para ensalzar los pasteles. Más bien, para impedir ensalzarlos. Todo comenzó cuando la Asociación Huermur solicitó a la Consejería de Cultura la declaración del plato como Bien de Interés Cultural (BIC) en la categoría de Inmaterial.
El Servicio de Patrimonio Histórico, en un informe emitido en octubre de 2019, la denegó pues «se trata de un alimento que no está relacionado con ningún tipo de ritual social o festivo y tampoco es un alimento talismán». Como lo leen. Se conoce que jamás se ha visto a nadie comer pasteles en los campos de fútbol, las procesiones, los conciertos y la retahíla de cosas que celebramos al cabo del año por estos lares.
La cosa terminó en los juzgados. Así, en el año 2022, el Tribunal Superior de Justicia de la Región (TSJRM) desestimó el recurso de Huermur contra Cultura. La magistrada concluyó que «no hay elementos que lleven a catalogar el pastel de carne como un bien inmaterial, al no inscribirse en ningún ritual o costumbre ni ser símbolo de identidad o actividad social, ni impregnar los ámbitos de la vida regional». Y a escupir a la calle. Pasó por alto su señoría algún detalle, como lo es que la sidra o la paella valenciana sí fueron declarados BIC en su día.
Así las cosas, este cronista se atreve a proponer, mientras le hinco un bocado al pastel especial y secreto que hace Carlos de Bonache, que se añada tan histórico plato a la lista de productos con Indicación Geográfica Protegida (PGI).
En ella ya están los vinos de Murcia y del Campo de Cartagena, el melón de Torre Pacheco y el sabroso melocotón de Cieza. ¿Creen ustedes que me harán caso? ¿Sí? ¡Pues vaya imaginación tienen!
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