Un Museo del Pimentón en el Casino de Espinardo
Hay colecciones que recuerdan nuestra histórica industria que serían donadas para un local sin uso que debería exponerlas
El célebre escritor Víctor Hugo, por si ustedes no lo saben, algo conocía de Murcia. No es que veraneara en estas magníficas playas, en su ... época más salvajes y bellas, ni que degustara nuestro pastel de carne o, pongo por caso, un zarangollo cocinado según los antiguos cánones. No. Él se lo perdió. En cambio, editó por mandato de la asociación de la prensa francesa la publicación 'Paris-Murcie' para recaudar cuartos en favor de las víctimas de la terrible riada de Santa Teresa de 1879.
Publicidad
Pues bien. Contaba Víctor Hugo que «nada es más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo». Venía a concluir que, por mucho que uno se empeñe, las higueras solo dan higos en verano. Y si alguien quiere recolectarlos en otra estación, mal camino lleva. Tampoco es que el escritor descubriera la pólvora. En la huerta de Murcia siempre se ha dicho que «cada cosa tiene su tiempo... y los nabos en Adviento». Pues eso.
Y ahora, creo, ha llegado el tiempo de reclamar un Museo del Pimentón en Espinardo para toda la Región de Murcia. Nadie me hará caso pues, como cantaba Antonio Machado, se suele despreciar lo que se ignora. Pero invocando a Bertolt Brecht, para que quede este artículo gracioso, «el que lucha puede perder. El que no lucha, ya ha perdido». Nada, otra obviedad.
Total. Hace un tiempo leí en estas páginas que el empresario Jesús Pérez, también fino escritor, ofrecía nada menos que 3.000 latas de pimentón que evidenciaban en sus espléndidas estampaciones sobre el metal la industria murciana que tanta gloria nos dio. Como tanto le dieron por saco a ella más tarde por la ineficacia de los políticos. Y le contaba don Jesús a mi colega Miguel Rubio, siempre al quite de atentados contra el patrimonio, que le encantaría ver su colección en un museo.
Publicidad
Bueno. Ya tenemos 3.000 joyas, a las que se sumarían no pocas piezas de aquella época dorada del pimentón murciano, que es bastante más sabroso que el de la Vera, porque no trituramos el rabo para elaborarlo, entre otras cosas.
Por otro lado, y aquí viene lo bueno, resulta que el Casino de Espinardo, joya arquitectónica del esplendor pimentonero, se estaba cayendo a pedazos. El Ayuntamiento lo hizo suyo, en una decisión que le honra. Por tanto, también tenemos un espacio idóneo para exponer la donación del bueno de Jesús Pérez, si es que aún sus descendientes lo desean.
Publicidad
Seguro que sí. No escribo de oído al invocar la generosidad de los industriales del ramo. En el año 2012, por citar un ejemplo, gestioné la colocación de un molino pimentonero que cedió gratis et amore don José María Fuster Hernández, dueño de la firma 'La Odalisca' que desde 1919 ha dado sopa con ondas de pimentón del bueno al mundo entero.
El antiguo molino fue restaurado y se colocó en la rotonda de la calle Mayor de Espinardo. Ni idea de cómo andará. Y no pocas ocasiones he escuchado al hijo de aquél gran empresario, que se llama como él, lamentar el poco caso que le hacemos a tan grande tradición.
Publicidad
Eso, sin contar las veces que otro amigo, José María Albarracín, quinta o sexta generación de quienes en 1854 crearon su empresa y el pimentón 'La Estrella', ha compartido conmigo el pesar del escaso interés que tenemos en esta tierra por industria tan histórica.
Ñoras, bolitas sabrosas
Tiene razón. El pimentón llegó a Murcia desde América después de que Cristóbal Colón trajera las semillas de pimiento en su primer viaje y se encargaran de cultivarlas los monjes Jerónimos de La Ñora, de ahí el nombre que reciben en la actualidad esas bolitas sabrosas que, en cantidad de dos por comensal y bien cocidas, como diría mi querido Paco del restaurante Alfonso, que ya anda en la gloria de los fogones celestiales, dan al caldero un sabor inigualable.
Publicidad
Así las cosas, convendrán conmigo que existe una voluntad generosa de donar piezas que recuerdan el esplendor pimentonero, que por cierto dio nombre al Real Murcia, aunque esa es otra historia. Y además tenemos un espacio en pleno corazón de Espinardo para darle visibilidad. Este humilde cronista se pregunta: ¿A qué pijo esperamos? Qué pena que resuene en mi mente aquella frase de otro célebre escritor, Camus, quien aseguraba: «El hecho de que una causa sea justa no significa que vaya a triunfar».
Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión