El murciano que patentó al ratón Mickey y cabreó a Walt Disney
Un empresario de Lorquí tuvo la genial idea de registrar la imagen del célebre roedor como marca de su pimentón
Casi diez mil kilómetros, mal contados, en línea recta. Esa es la distancia que separa, por encima de un océano y medio Estados Unidos, la ... localidad californiana de Burbank, sede de la multinacional Walt Disney Company, de la tan humilde como bella ciudad murciana de Lorquí. Pero hay quien jura y perjura que las maldiciones del creador del célebre ratón Mickey hicieron vibrar los remotos cangilones de la noria del Rapao, que desde el siglo XVIII funciona junto al Segura.
No era para menos. Pese a los incontables millones que atesoraba el magnate no logró registrar la marca Mickey en Europa en todos los soportes que pretendía. La razón: un industrial de Lorquí se le había adelantado. Esta es la historia de una industria murciana que plantó cara al todopoderoso Disney y lo venció.
A finales del sigo XIX ya era Francisco Martínez Lozano un próspero industrial del pimentón, asentado en Lorquí y desde donde exportaría pocos años después a Estados Unidos el preciado oro rojo que, porque somos como somos, dejamos casi perder no hace tanto.
Ya lo advertía en 1902 'La Ilustración artística' cuando publicaba que la cocina española de la clase media «exigen esta especia para el condimento de casi todos los guisos usuales».
La industria murciana del pimentón comenzaba a arrasar en todo el mundo. En 1927 exportábamos desde el puerto de Cartagena unas dos mil toneladas cada año. Casi nada. Era una de las joyas de nuestra tierra. Junto a la seda que, por cierto, fue otro gran negocio que no supimos conservar.
En los años veinte del siglo XIX, Evaristo Martínez Carbonell, hijo de Francisco, cruzó el inmenso charco para ofrecer su producto en Nueva York bajo el nombre de La Carreta.
Lo sabemos porque el corresponsal del diario 'ABC' escribió el 19 de enero de 1927 que había visitado la Gran Manzana tras recorrer algunos estados «uno de los seis o siete compatriotas que desde Murcia vienen todos los años, desde hace más de veinte, a vender el ya aquí famoso pimentón dulce murciano». Y añadía para gloria de esta tierra que el producto era «muy superior al similar húngaro llamado 'paprika'». Sin lugar a dudas. Como lo sigue siendo. Y no, que le pregunten a los Albarracín o los Fuster.
El pimentón de La Carreta lo distinguían los americanos al instante pues se ofrecía en artísticos envases de latón, «cuyas litografías atrajeron poderosamente la atención de cuantos las vieron». Desconocía el corresponsal que aquella forma de presentación era habitual en las marcas pimentoneras murcianas.
Ahora viene lo bueno. Poco después, en 1928, se estrenó el primer cortometraje protagonizado por Mickey Mouse. Está por aclarar si Evaristo presenció aquella histórica proyección en algún cine americano. O sí, como sostienen otros autores, incluso conoció a Ub Iwekrs, socio de Disney y autor del dibujo original del gracioso ratoncito. Sea como fuere, los murcianos se apresuraron a registrar el nombre. Y pasó el tiempo.
Cuando en 1935 decidió Disney hacer lo propio en nuestro país se encontró una sorpresa poco grata. Podía registrarlo en cuantos productos quisiera, salvo en la categoría de especias, conservas vegetales y frutas. En ellas se le había adelantado un 16 de junio de 1933 Matías Martínez, otro hijo de Francisco. Así constaba en la Oficina Internacional de la Propiedad Industrial de Berna (Suiza), donde los murcianos patentaron con acierto y astucia un dibujo del ratón al que no le faltaba ni el más mínimo detalle respecto al original, ni siquiera los pantalones rojos.
La descripción del ratón de los Martínez era idéntica; pero los empresarios de Lorquí habían llegado antes. Nada pudo hacer la potente multinacional, aunque lo intentó. Los murcianos se hartaron de reír. Y también de envasar pimentón con ese nombre, además de melocotón en almíbar, otra exquisitez de estos benditos pagos.
Así, acaso por vez primera en la historia comercial murciana, unos pequeños industriales de un rincón perdido en el mundo lograron vencer al todopoderoso magnate americano. Y sin pagar, oigan, ni un solo arancel ni medio por explotar la marca Mickey.
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