Cuando llegó a Murcia «algo inédito: ¡Un autoservicio!»
El primer supermercado como se conoce en la actualidad se inauguró en la capital en 1959, tras Cartagena
Hubo un tiempo no tan lejano en que fue necesario explicar a los murcianos, como al resto de españoles, qué era un supermercado. Y no ... es una exageración. Basta recorrer las páginas de los diarios de la época, a finales de los años cincuenta del siglo XX, para comprobar que ni todos lo tenían claro ni resultaba tan obvio como en la actualidad.
De hecho, el diario 'Línea' se preguntaba en 1959: «Pero, bueno, un supermercado, ¿qué es?». Y se respondía: «Una organización comercial que, partiendo del mercado, lo supera». Lo cierto es que sería una revolución para los consumidores. Y arrinconaría, aunque jamás logró erradicar, las antiguas costumbres a la hora de comprar.
La primera, la de escoger el producto, que tantas discusiones causaba con los dependientes. Y la segunda, la práctica de regatear el precio. Así que 'Línea' concluía: «No hay nada que discutir en el supermercado. Lo cual para las mujeres lacónicas, si es que las hay, constituye una ventaja». Y para los hombres, aunque entonces no se habían enterado.
La noticia de la llegada de este nuevo sistema fue todo un acontecimiento. Los diarios anunciaron la apertura de «lo nunca visto en nuestra capital: un 'autoservicio' de alimentos envasados». Era Galerías Preciados.
El centro estaba dividido en secciones y varias plantas, algo hoy habitual, pero entonces desconocido. Y eso que existían desde antiguo los almacenes 'La Alegría de la Huerta', de feliz recuerdo. Pero eso era otra cosa.
En el primer piso se ofrecía cualquier tipo de tejido, tanto para el hogar como para vestirse, desde colchas a mantelerías, perfumería, discos o corsetería. La siguiente estaba dedicada a la llamada 'sección masculina', compartida con otra que incluía delantales y todos los avíos para la cocina. Así que de masculina tenía lo justo, señores.
Sin embargo, como publicó en 'Línea' el maestro Ismael Galiana, «lo realmente sensacional, el gran golpe, fue la apertura del primer 'self-service' de la capital. Todos los productos, a la mano de quienes los compraran, estaban envasados para una venta rápida. Verduras, pescados, conservas, especias y carne congelada, entre muchos.
Era la fórmula ideal para comprar a precios reducidos y evitando, de paso, lo que Galiana describió como «la violencia de enfrentarnos con el clásico dependiente que nos vende un artículo a la pura fuerza».
Así que los murcianos podían adquirir cuanto quisieran «sin intromisiones ni condescendencias personales». Y auguraba, con no poca razón, que el modelo de comercio antiguo sería borrado por esa «casi liberalización de las mercancías alimenticias». Acertaba.
El entonces llamado supermercado comenzaba a arrinconar al mercado y a la plaza de abastos de toda la vida. Hasta tres denominaciones compartiría en ese tiempo. Lo aclaró 'Línea': «El autoservicio es una tienda donde todo esta previamente empaquetado». Su base es, como la «del supermercado, el empaquetado y la fidelidad en el peso».
Justo un año antes, el mismo periodista publicó un artículo donde tildaba el término autoservicio como «palabreja que está tomando carta de naturaleza en nuestra Patria», después de que en Madrid se abrieran los primeros; práctica comercial importada de Estados Unidos, donde ya llevaba más de tres décadas causando furor entre los compradores.
«Recoja bolsa al entrar»
A la inauguración del local, que ocupaba la actual esquina de la calle Correos con el lateral del Cine Rex, según se sube hacia el río, acudió media Murcia, con sus gobernantes a la cabeza y el obispo Sanahuja, quien bendijo el lugar como Dios mandaba. Ocurrió un 3 de octubre de 1959.
La descripción que publicó el diario LA VERDAD sobre el nuevo sistema de venta hoy parece casi pueril, aunque entonces supuso una revolución. Contaba el rotativo que el cliente, al llegar a la sección de comestibles, «recoge una de las bolsas de plástico que le aguardan». Así, «va recorriendo los diversos estantes evitando el 'avispamiento' del dependiente que pueda darle algo que él no desea». Luego paga en caja despachado y «gana en rapidez y seguridad, al tiempo que contribuye al abaratamiento de los precios de forma muy sensible».
Galiana también explicaba algo tan actual como que «a usted, señora, en la entrada del 'self-service' le dan una bolsa de plástico». Una vez hecha la compra, retorna a alguna de las cuatro cajas de la salida y «la señorita de turno cobra».
El autoservicio era una «pura democracia comercial». En otra ocasión, los diarios contaron un detalle que a muchos sorprendió: «Las mujeres alemanas llevan su carrito ligero, que es más cómodo». Adiós a la tradicional capaza.
En honor a la verdad, el primer autoservicio de la provincia ya funcionaba desde hacía un año en Cartagena. Contaba 'Línea' un 3 de octubre de 1958 que el industrial Guillén había inaugurado en nuestra bella ciudad portuaria «el tercer o cuarto» establecimiento de estas características en toda España, por detrás de Madrid, Barcelona, Valencia y La Coruña. Era cierto.
Adiós a las tiendas
El proceso de compra resultaba igual de novedoso. Cada clienta, pues eso de comprar víveres era entonces cosa femenina, por desgracia para cuantos hoy disfrutamos de ello, cogía una cesta, elegía los productos y al final del recorrido encontraba una máquina en la que pagar.
Ni media palabra en ningún periódico local sobre el efecto que la nueva fórmula comercial habría de tener en las tiendas de toda la vida. Aunque Galiana, ese maestro de periodistas que bien merecería un homenaje de esta ciudad desmemoriada, ya anotó que las antiguas tiendas estaban llamadas a la extinción. No se equivocaba ni una 'gelepa', por usar ese vocabulario en extinción que tanto le gustaba.
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