«La gente va con la lengua fuera, como los perros»
El mes de junio siempre sorprende a los murcianos con un calor que les ahoga pese a sufrirlo muchos años
Los murcianos, desde que a los michirones se les añade sobrasada en su olla, parecemos rusos al llegar cada junio esta calorina pegajosa y sofocante. ... Hasta el extremo de que, un año con otro, el que más y el que menos exclama: «¡Nunca he visto tanta calor!». En femenino, pues así nombramos la bofetada que el sol nos da, envidioso de que disfrutemos todo el año de una temperatura sin igual en medio mundo. Pero la verdad es otra distinta. Calor por junio siempre hace. E hizo. Ahora, cuando podemos echar mano de las estadísticas y del abanico, pues no hay valiente que ponga el aire acondicionado visto el precio de la luz, la afirmación es incontestable.
No ahondemos tanto en la historia, que cualquiera cava en estas tardes calurosas. Aquel día de San Antonio de 2016 se registró en la Región el cuarto valor más alto de los últimos 32 años de ese mes. La temperatura alcanzó los 40,3 ºC, según registró el observatorio meteorológico de Guadalupe.
El portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología en Murcia (Aemet) Luis Bañón contó entonces que era el cuarto valor registrado, solo precedido de las máximas más altas recogidas en el mismo mes de 2015, con 41,5 ºC; y antes en 2012, cuando el más alto superó los 42 ºC; y en 2001, con 41,8 ºC.
Viene de Marruecos
La prensa anunció que ese valor superaba «los límites de la normalidad». Eso sí, para descanso de tantos, las temperaturas empezaron a descender días más tarde. La responsable de tal infierno atmosférico, una masa de aire cálido y subtropical proveniente del Sahara, Argelia y Marruecos, abandonó la Península Ibérica.
En 2020, la Aemet situó junio entre los más cálidos desde 1941. La temperatura media fue de 23 ºC, aunque la máxima se situó en 37,8ºC y en apenas 7,5 la mínima.
Poco después, en 2022, la temperatura media fue de 24,7 ºC. Solo por detrás de la registrada en 2012, con 24,9 ºC. Las máximas se situaron ese año, de media, en 34,4 ºC, casi 3,5 ºC por encima del registro habitual. La media de las más bajas se situaba en 16,9 ºC, uno y medio por encima de lo normal según registros anteriores.



La Aemet cifró que los primeros 20 días de junio en los observatorios de Murcia y Alcantarilla fueron «los más cálidos de sus respectivas series de 39 y 81 años, respectivamente». También se superaron efemérides de temperaturas medias para junio en estaciones como Cieza, con 26 años de datos; Torre Pacheco, con 18 años; y Jumilla, con 15 años. Además, la temperatura máxima registrada el 17 de junio en Águilas, 38,1ºC, superó la efemérides de máxima para un mes de junio: los 35,6 ºC del día 4 de 2020.
La borrasca 'Óscar'
Apenas había llovido. La medición se presentó con datos hasta el 20 de junio. Durante esos primeros días del mes apenas se registró precipitación. En los observatorios de Murcia y Alcantarilla no se registraba un periodo tan seco en junio desde 2009, y en el de San Javier desde 2017.
Llegado 2023, la Región de Murcia soportó uno de los años más húmedos desde 1961. Además, como se anunció, fue el tercer mes más húmedo de todo el siglo XXI, solo superado por los años 2008 y 2010, y fue el más lluvioso de los últimos trece años.
A eso contribuyó la borrasca llamada 'Óscar', que repartió agua sobre estas tierras. Rayos tampoco faltaron. Se registraron 13 días con actividad eléctrica, con 3.034 descargas.
Las temperaturas máximas se registraron el día 25, alcanzando una máxima mensual de 38,7 ºC en Archena y Los Valientes, en Molina de Segura. En el observatorio de Murcia contaron 16 noches tropicales, siendo el tercer junio con más asfixiantes madrugadas desde 1984. ¿Y qué publicaba la prensa histórica hace siglo y medio? Pues que este calor, señores murcianos que parecemos siberianos, no es nada nuevo. Aunque, eso sí, el cambio climático resulta evidente.
Por citar un ejemplo, el 'Boletín Oficial de la Provincia de Murcia' publicaba en 1848 un oficio del director de Instrucción Pública que recomendaba que las clases que «en aquellos meses donde el calor sea molesto», esto es de junio a septiembre, se impartieran «por la mañana temprano, procurando que a las diez estén terminadas». Al año siguiente, La Palma lamentaría que «el calor que va en aumento» disminuye la concurrencia a los teatros, lo que provocaba que «los actores no es esfuercen».
Otro 18 de junio, esta vez de 1867, el diario La Paz clamaba ante el «calor sofocante que experimentamos». Y añadía cómo la gente andaba por las calles «con la lengua fuera, como los perros; las campanas de varias iglesias se ablandaron y al tocarlas se quedó soldado el badajo; derritiose el asfalto». Pelín exagerados. A no todos les molestaba el calor. Pongo por caso a algunos comerciantes que, aprovechando el pozo de calcinación que siempre fue Murcia en verano, ofrecían remedios para evitarlo.
«No equivocarse»
Eso anunciaba la esterería de José Fuster, ubicada en la calle Santa Isabel y que ofrecía «un gran barato de persianas» muy eficaces contra el sol. El anuncio se publicó en 'Las Provincias de Levante' en 1895, con una frase final que desafía cualquier campaña publicitaria actual: «No equivocarse».
La retahíla de reclamos en prensa cuando llegaba junio es tan nutrida como interminable. LA VERDAD publicó en 1922 el supuesto mejor remedio contra los calores para los niños. Se llamaba 'Glaxo', un sustitutivo de la leche que, según el anuncio, permitiría a las embarazadas «tener más leche» si comenzaban a tomarlo unos meses antes del parto. Aquel sucedáneo no tenía «harinas ni drogas». Sería un consuelo.
Algunos años todo dependía de cuando arremetiera la calorina. En 1927, el Santo Rosario que se celebraba cada sábado en el santuario de la Fuensanta, a cargo de los frailes de La Luz, se convocó un 27 de junio a las ocho de la mañana «en atención al mucho calor que se siente».
LA VERDAD también clamó en 1930 contra el calor que de la ciudad cada junio, sobre todo entre las mujeres obreras, «por estar el trabajo femenino peor organizado y reglamentado que el de los hombres». Para ellas aconsejaba pasar unos días «en la montaña o en las orillas del mar». Como si aquellas remotas huertanas pudieran permitirse, aunque fuera una tarde, ir al Malecón.
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