De Cartagena a Manila a través del canal de Suez
La Murcia que no vemos ·
La Región se incorporó pronto a la nueva ruta marítima abierta, hace justo 150 años, desde el Mar Rojo al MediterráneoEs evidente que el faraón Ramsés II no conocía Murcia ni jamás, a menos que algún historiador lo pruebe, conoció siquiera estas tierras. Eso que ... se perdió. Pero su sueño de abrir un canal que uniera el Mediterráneo y el Mar Rojo, andando los siglos, se haría realidad. Y la noticia de tan vasta empresa cambiaría las rutas comerciales del mundo y afectaría, como no podía ser de otra manera, a la Región y al puerto de Cartagena.
Los murcianos conocieron la marcha del proyecto desde el inicio mismo de las obras. El diario 'La Paz' informó en septiembre de 1858 de que el empresario francés Ferdinand de Lesseps se disponía a acometer los trabajos tras la autorización del virrey de Egipto.
Lesseps comunicó al 'Diario de Barcelona' que estaba abierto el plazo para comprar acciones de su compañía y que algunas naciones ya tenían sus reservas. Y de ello se hizo eco 'La Paz', si bien no consta que en esta tierra nadie echara las campanas al vuelo.
Aquella noticia, por poner un ejemplo, no centró la atención en Cartagena, lo que hubiera sido lógico por las oportunidades que el nuevo canal daría a su puerto. Y no la centró porque la información se produjo al mismo tiempo que el desbordamiento de un rambla que anegó la ciudad portuaria, como en tantas otras ocasiones.
La avenida cubrió las calles con tres palmos de agua y fue necesario el uso de lanchas para rescatar a algunos habitantes del campo. En el puerto se hundió un buque griego, «mas afortunadamente se salvó toda la tripulación y diez y ocho mil duros que traía», añadió 'La Paz'.



En la ciudad de Murcia no era más halagüeño el panorama aquel año. La aparición del cólera en la capital y su vega causó que las principales familias, como era costumbre, salieran despavoridas hacia sus fincas u otras ciudades a la espera de que pasara la epidemia. Las calles aparecían desiertas, cerrados los comercios, sin rastro de artesanos ni la sabrosa rutina que en tantas veces glosaran no pocos viajeros encantados.
Miles de víctimas
La construcción del nuevo canal de Suez fue menos romántica de lo que muchos aseguran estos días. De entrada, la mano de obra corrió a cargo de miles y miles de campesinos a los que se obligó a trabajar a destajo en las excavaciones. Sin rechistar. La falta de maquinaria obligó a emplear pico y pala, condiciones terribles que en aquel clima abrasador causarían en torno a 20.000 muertos, que pronto se escribe. Aunque algún autor eleva la cifra a más de cien mil.
Los lectores murcianos nunca conocerían estos detalles. Pero sí estuvieron al día de los avances en las obras. Y hasta conocieron el paso del primer barco por el canal el 17 de febrero de 1867. Era una embarcación de 80 toneladas, lo que «demuestra que está ya abierta la navegación para buques de pequeño porte», anunciaba el rotativo 'La Paz'.
El redactor mostraba también su admiración hacia la obra y advertía de que era «una muestra grandiosa del alcance incontrastable a que hoy ha llegado la inteligencia humana». En cualquier caso, halagos aparte, la inauguración oficial se retrasó hasta noviembre de 1869.
Una emperatriz española
Las noticias de este acontecimiento llegaron a la Región dos días después de celebrada la apertura. Así supieron los murcianos que se había dispuesto una comitiva de yates encabezada por el que llevó «a la emperatriz de los franceses y al emperador de Austria», señaló 'La Paz'. Aquella emperatriz era Eugenia de Montijo. A su buque siguió otro centenar. Y durante dos días alternaron navegación con festivales, gastronómicos claro.
La única curiosidad que la prensa murciana destacó de aquel hecho fue que la bendición del nuevo canal se hizo de forma simultánea por un sacerdote católico, un pope griego, un pastor protestante, un armenio, un ulema y un budista. Nadie, en aquella sociedad conservadora de provincias, puso un reparo en la prensa.
A partir del año 1871 proliferaron en los diarios locales diversos anuncios del buque 'El Buenaventura', que unía Barcelona con Manila. Los interesados podían dirigirse a un delegado en Alicante para cerrar sus contratos.
Pero la oportunidad que brindaba el nuevo canal era irresistible para los empresarios. En septiembre de 1879 decidió el Gobierno, a través del Ministerio de Ultramar, sacar a concurso el servicio de vapores-correo entre la Península y Manila. Los murcianos conocieron la noticia por una de las ediciones del Boletín oficial de la Provincia de Murcia.
El pliego de condiciones aporta algún dato curioso sobre aquel recorrido donde se incluía la Región. Por ejemplo, el itinerario entre España y Manila, que arrancaba en Cádiz y tenía su primera escala en el puerto de Cartagena.
La navegación entre ambos puntos duraba entonces un día y cuatro horas. Los vapores, atracados en la ciudad portuaria, descansaban otras doce horas hasta partir rumbo a Barcelona, última escala en la Península. El recorrido total, que incluía el paso por el Canal y una escala en Singapur, entre otras, duraba unos 40 días. Y así, poco a poco, Murcia se incorporó aunque fuera de forma humilde, al trasiego económico de una nueva ruta que cambiaría la navegación para siempre.
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