Asaltan dos confiterías: «Me amenazó con un cuchillo en el cuello mientras pedía la caja»
Los atracos se produjeron en menos de quince días en la pedanía murciana de Sangonera la Verde
Dos atracos cometidos en jornadas de fin de semana y en la misma franja horaria, con quince días de diferencia entre un asalto y el otro, y en dos confiterías de la pedanía murciana de Sangonera la Verde. En ambos casos, el único asaltante usó un cuchillo para intimidar a los empleados y apoderarse del dinero de las cajas registradoras.
No hubo, por parte del autor o los autores, aspavientos, gritos ni agresividad a la hora de exigir lo que buscaban, más allá de la notable violencia que supone la amenaza de un cuchillo.
«El tipo estaba muy tranquilo; parecía habituado a esa situación», asegura el propietario de La Espiga, uno de los dos establecimientos asaltados. A pesar de que en ambos atracos existen similitudes en el 'modus operandi', la Guardia Civil, que se ha hecho cargo de las investigaciones, no ha determinado todavía si el autor de los robos es la misma persona. El primer atraco se produjo el sábado 3 de abril en la mencionada confitería La Espiga, situada en la calle Manuel Falla de la pedanía. Un hombre, con acento español y con el rostro cubierto por una mascarilla y capucha, entró sobre las 21 horas al establecimiento. El individuo se situó detrás de una clienta, la cual le dijo que pasara delante de ella, porque ya había sido atendida.
El delincuente continuó andando y sacó un cuchillo de grandes dimensiones del interior de la chaqueta que vestía. Con el arma en la mano, accedió al otro lado del mostrador, donde se encontraban las dos empleadas, a las que amenazó. Una de ellas alertó al propietario del comercio, que se encontraba en la trastienda.
Temor a una cuchillada
«Salí alarmado por los gritos y me encontré con el 'pinta'. Di un paso atrás, e inmediatamente otro hacia adelante. En ese momento me puso el cuchillo jamonero a la altura del cuello mientras me pedía la caja», recuerda Juan Diego, dueño de La Espiga. Una cámara de videovigilancia grabó todo el asalto, y los diez segundos que continuaron fueron los de mayor tensión.
«Accedí a abrir el cajón de la máquina registradora y, mientras él cogía el dinero, me acorraló en una esquina amenazándome con el cuchillo. No podía dejar de mirar la hoja y solo pensaba en esquivar una posible cuchillada. Fueron momentos de mucha angustia», explica. Con el botín en los bolsillos y la caja desvalijada, el ladrón se marchó del establecimiento, sin que se produjeran heridos.
Dos semanas después, el domingo 18 de abril, la dependienta de La pastelería de Hilario, ubicada en la avenida Constitución de la misma localidad, sufrió un atraco similar. Un hombre, con el rostro tapado y un gorro, entró al establecimiento, a las 20.45 horas, y se aproximó al mostrador. Empleando cierto disimulo, mostró a la trabajadora un cuchillo que llevaba en la mano, al tiempo que le pedía el dinero de la caja. «Mi compañera se quedó paralizada, sin reaccionar. Solo pudo obedecer», afirma Conchí, una empleada.
El atraco duró apenas 30 segundos y quedó registrado también por las cámaras de seguridad del establecimiento. Fue tan rápido y discreto que dos clientes, que estaban sentados en una mesa en el interior del local, no se percataron de nada hasta que el atracador se marchó y la trabajadora gritó pidiendo auxilio.