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José Rubio Aguerri. nacho garcía / agm
«Cuando un chaval te apunta con un fusil, conoces lo que es el miedo»

«Cuando un chaval te apunta con un fusil, conoces lo que es el miedo»

José Rubio Aguerri fue misionero en la Republica Democrática del Congo durante 38 años

minera piñero

Miércoles, 13 de febrero 2019, 07:54

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En 1975, José Rubio Aguerri (1941) aterrizó en la República Democrática del Congo. Allí, creó cooperativas agrícolas, impulsó la escolarización y los centros de promoción de la mujer, participó en la reforma de carreteras y puentes, escuchó a los ancianos y estableció espacios para jóvenes. Allí, donde vivió durante 38 años, «incluso ayudé a las mujeres a dar a luz, cosí heridas, me tocó improvisar incubadoras, saqué el veneno de las mordeduras de serpientes». Estas son algunas de las labores que recuerda este misionero, quien actualmente colabora con la campaña contra el hambre 'La mujer del siglo XXI. Ni independiente, ni segura, ni con voz', impulsada por Manos Unidas. Natural de Sádaba (Zaragoza), residió, según cuenta, en zonas rurales, «donde la gente come una vez al día y vive en chozas de barro y paja». Tadu, Kinshasa, Isiro y Dungu son los destinos en los fue misionero.

-¿Qué aprendió de la cultura que conoció en República Democrática del Congo?

-El valor de la hospitalidad, sobre todo. Ellos acogen a todas las personas sin miramientos, sin hacer muchas preguntas. Otro valor que me llamó la atención es el respeto al anciano, algo que en España estamos perdiendo. Allí, por nada del mundo se margina a una persona mayor, a no ser que sea acusado de ser un brujo. En este caso excepcional lo abandonan por miedo.

-¿Qué les enseñó a las familias con las que convivió?

-Primero, a creer en Dios. Ellos creen un dios creador, aquel que les proporciona las palmeras, los elefantes y todo lo que les rodea, un dios que está distanciado de las personas y con el que solo se pueden relacionar a través de espíritus y antepasados. Por ello, cuando oyen hablar del Dios de Jesucristo, que les ama, abrazan la fe católica con mucha felicidad, al conocer a un dios que no es castigador, sino perdonador, a un dios que no es de miedo, sino que les libera del miedo. Es muy bonito ver cómo ayudamos al desarrollo de las personas.

-¿En qué idioma se comunicaba?

-Yo he hablado en lingala incluso más que en castellano, ya que he pasado 38 años de mi vida en el Congo, donde puedes encontrarte con doscientas lenguas diferentes.

-¿Sintió miedo en las guerrillas?

-Cuando ves que un chaval te apunta con un fusil y te dice que eres su prisionero, conoces el miedo. Y lo sientes porque no sabes si ese joven está alcoholizado o drogado. En esos momentos, debes procurar, al menos, no mostrar ese temor. Yo, de hecho, estuve en varios momentos de guerra. Los últimos diez años viví la guerrilla de los rebeldes ugandeses del Ejército de Resistencia del Señor, conocidos como los rebeldes LRA, por sus siglas en inglés. Siempre digo que ese fue el mejor momento de mi vida, cuando me quedé allí en un momento en el que todas las ONGs intentaban escapar.

-¿En qué consiste la campaña en la que actualmente está colaborando con Manos Unidas?

-Yo, en concreto, colaboro en la campaña contra el hambre explicando mi testimonio por distintas ciudades, contando mi experiencia. Este año, el proyecto ha sido denominado como 'La mujer del siglo XXI. Ni independiente, ni segura, ni con voz', ya que la mujer del siglo XXI no es igual en todas partes. No es la misma aquella que en España reivindica sus derechos, que la que se levanta y se pone a buscar los pocos alimentos que podrá proporcionar a su familia día tras día; aquella que coge un cubo y se pone a recorrer varios kilómetros para buscar agua; aquella que ve a sus niños marcharse a la escuela en ayunas. Es una mujer dependiente, que no tiene voz, que no se manifiesta en el ambiente en el que vive.

-¿Cuándo comenzó Manos Unidas su lucha contra el hambre?

-Hace sesenta años, cuando un grupo de mujeres pensaron que podían erradicar el hambre en el mundo.

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