Repsol emplea ya a cuatrocientos obreros en construir su planta de biocombustibles

Montadores y soldadores junto a conductores de camiones, grúas y cargadoras trabajan en la que será la primera planta de la petrolera dedicada a la elaboración de carburantes a partir de grasas, residuos de la industria agroalimentaria y aceites usados de origen vegetal, entre ellos los de las cocinas.

La nueva planta estará compuesta por cuatro áreas dedicadas a la producción y el almacenaje, que abarcan una superficie equivalente a 41 campos de fútbol. Se trata de las unidades de hidrotratamiento y de producción de hidrógeno y de las zonas de depósitos para el acopio de los biocombustibles y de tanques. Esta última está ubicada en las instalaciones de la Autoridad Portuaria en Escombreras.

En el área de hidrotratamiento, avanzan los trabajos de obra civil y las estructuras de hormigón, que servirán de soporte para equipos y tuberías. En la de hidrógeno ya ha comenzado el montaje de las paredes del horno de la unidad. El traslado hasta el complejo industrial exigió un vehículo especial. Este reformador, que tiene un peso de 360 toneladas, es el conjunto más pesado incluido en el proyecto.

En cuanto al área de depósitos, de los ochos previstos, dos de ellos están a punto de completar el proceso de construcción. De forma paralela, se trabaja en la adecuación de las instalaciones del puerto, con el montaje de nuevos brazos de descarga para la recepción de los residuos. Estos llegarán por vía marítima.

El número de trabajadores que ahora se encarga del montaje de las nuevas instalaciones irá aumentando conforme se acerque octubre, mes en el que está previsto que la compañía llegue a emplear a un millar de obreros.

De los 200 millones de euros de inversión previstos para esta planta, Repsol ya ha gastado 91, entre las fases de ingeniería previas, compra de equipos y contratación de empresas auxiliares, todo ello para avanzar en los trabajos de construcción que se prevé que concluyan en el primer semestre de 2023, indicaron fuentes de la empresa.

La planta tendrá capacidad para producir 250.000 toneladas al año de biocombustibles, como biodiésel, biojet, bionafta y biopropano, que podrán usarse en aviones, barcos, camiones y coches, entre otros vehículos, sin necesidad de hacer modificaciones en los motores actuales. Estos combustibles sostenibles se producirán a partir de residuos, como el aceite de cocina usado, y su uso permitirá reducir 900.000 toneladas de CO2 al año.

«Los biocombustibles avanzados son una solución sostenible para todos los segmentos de la movilidad y, especialmente, para aquellos que no cuentan con otra alternativa para descarbonizar su actividad, como el transporte marítimo de larga distancia y la aviación», indicó a LA VERDAD una portavoz autorizada de la compañía petrolera. Con ellos es posible reducir entre un 65 % y un 85% las emisiones netas de CO2 respecto a los combustibles tradicionales a los que sustituyen, añadió.

Este proyecto es un ejemplo del proceso de transformación industrial en el que está inmerso el complejo industrial de Repsol de Cartagena. Su objetivo es avanzar en la descarbonización de la economía, la reducción de emisiones y la economía circular.

La construcción de la primera planta de biocombustibles avanzados se lleva a cabo de forma paralela a la búsqueda de acuerdos con otras empresas para avanzar en la transición energética. Un ejemplo de ello es que el pasado mes de abril, la multienergética firmó un acuerdo con Geregras, la asociación de referencia en el sector de recogida de aceites usados, para impulsar conjuntamente la recolección de aceites de fritura procedentes del sector Horeca (hoteles, restaurantes y cafeterías) y del uso doméstico.

Con esta acción, Repsol busca un doble objetivo, según indicó la portavoz. Por un lado, contribuye al desarrollo de un sector que en España se encuentra todavía en un estado incipiente y poco profesionalizado, como muestran las bajas tasas de recolección, que se sitúan actualmente por debajo del 40%.

Por otro lado, se promueve la recogida y una adecuada gestión de estos residuos, al permitir su valorización y reducir el uso de recursos naturales, ya que pueden emplearse como materia prima alternativa para fabricar biocombustibles y otros productos con baja huella de carbono.