La Plaza de San Francisco revive gracias a los bares
Los vecinos piden que se vigilen horarios y se limite el ruido. La apertura de nueve establecimientos en solo dos años convierte la Glorieta en el centro principal del ocio durante los fines de semana
Los empresarios, los vecinos y el Ayuntamiento afrontan esta temporada la búsqueda de un término medio en la reactivación de la Plaza de San Francisco, tras el cambio de una explanada deprimida y llena de bajos comerciales vacíos, cuya falta de vida era fuente de tranquilidad para los vecinos, a la actual explosión de actividad hostelera que anima el entorno pero causa molestias a los residentes. Cada sector hace reivindicaciones que influirán en la consolidación de este punto de encuentro entre la zona desarrollada del casco histórico (Calle Mayor, Puertas de Murcia y calle Carmen) y la más deprimida (a partir de las calles Serreta, Caridad y Gisbert).
«Yo viví la decadencia de los años 90 y de la primera década del nuevo siglo», advirtió esta semana Fuensanta Martínez. Su familia regenta un quiosco en el que se venden periódicos desde la Guerra Civil. «Lo cogí en 1984 y vi cómo la ruina de las casas del Molinete arrastraba tras de sí a la Glorieta», explicó. Con la despoblación del entorno llegó la marginalidad, que hizo más visibles la prostitución, el trapicheo y el vagabundeo.
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Fuensanta Martínez, quiosquera «Mi familia lleva 80 años con el quiosco Yo lo cogí hace más de treinta y vi el bajón de la glorieta. Desde hace un año, esto ha cambiado del todo»
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Luisa María García, hostelera ( Glorieta 4-70) «Llegamos nada más acabar la remodelación hace tres años No solo hay muchos negocios en activo, sino también la posibilidad de que se instalen más».
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Ruymán Treviño Miranda, hostelero (La loca Juana) «Abrimos ahora que la glorieta es la plaza principal de la ciudad y solo necesita que le demos un poco más de vida, para que su revitalización sea total».
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José Galindo, vecino «Estamos a favor de que la plaza recupere actividad, pero no a costa de instalar solo bares que incumplan los horarios de cierre».
Con la reducción del número de vecinos, se hizo más difícil la permanencia de los comercios y con ellos se le escapó parte de la vitalidad a la plaza. Primero se convirtió en zona de paso entre la parte noble del casco histórico y el Ensanche, en la que cada vez escaseaban más los motivos para hacer un alto. Y en los últimos años, mucha gente encontró otros caminos para ir de un lugar a otro.
Iluminación La luz ornamental de colores es demasiado tenue y obliga a iluminar las terrazas de los locales
Flecos por solucionar
Hace cuatro años, el Ayuntamiento hizo una reforma que costó 600.000 euros y que, pese a las críticas al acabado, la ha recuperado como zona de ocio. Así lo constata Luisa María García, responsable del restaurante Glorieta 4-70, cuyo quiosco fue parte de la reforma y comenzó a funcionar nada más acabar la obra. «Fuimos los primeros en comprobar cómo la plaza se convertía en una zona principal para el esparcimiento de los cartageneros», explicó.
Solicitan más atención a los restos vegetales que desprenden los árboles y a la contaminación acústica
Limpieza y ruido
Sin embargo, en 2014 los resultados estaban aún por llegar. Primero hubo un efecto rebote sobre el tejido empresarial. Al cierre de dos agencias de viajes, le siguió el de dos oficinas bancarias, una papelería, un estanco y otra agencia más. Las principales quejas eran por la peatonalización de la plaza y la eliminación de los aparcamientos. El 80% de los bajos comerciales se quedaron desiertos. Solo aguantaron una farmacia de larga tradición, un locutorio y un almacén multiprecio, en el antiguo cine. Las fachadas en constante deterioro de dos de los cuatro laterales (entre Arco de la Caridad y San Antonio El Pobre y entre esta calle y la oficina de Cajamurcia) empeoraron las perspectivas de salir del bache. Además, a la crisis económica no se le veía venir un final que hiciera aflorar inversiones de la iniciativa privada para reflotar el tejido empresarial.
Todo ha cambiado en apenas tres años, aunque no lo ha hecho a gusto de todos. Con las aperturas de una taberna (El Duende) y de un bar de vinos (La loca Juana), en los últimos dos meses, son ya 13 de los 22 bajos comerciales de la glorieta que tienen actividad. Nueve son bares, que sumados al chiringuito del centro de las plaza, sobrecargan el peso de la hostelería (más del 70%) respecto al número de negocios en activo.
Hay doce fincas cuyos locales permanecen vacíos (antes eran una veintena) de los que cinco están o se acercan a la ruina. Los dos edificios más bellos y valiosos de la Glorieta son la excepción. Se trata de las sedes históricas de los bancos de Santander y Central Hispano. En ambos hay carteles bien visibles de 'Se alquila', una invitación que no ha sido atendida en las condiciones que reclama el propietario. El proyecto de instalar allí una galería comercial, hace tres años, tropezó con discrepancias insalvables entre el dueño y la empresa que hizo la oferta. Desde entonces, no ha trascendido ninguna más.
Un hotel en el horizonte
El lado contrario, junto a CajaMurcia, hay una gran finca comprada a principios de año con el proyecto a largo plazo de construir allí un hotel, aunque la presencia de restos arqueológicos en el subsuelo aconseja a sus promotores actuar con calma.
Además, comerciantes y vecinos creen que la reforma de la plaza dejó aspectos importantes por pulir, como el del cuidado de los ficus centenarios, para los que se pide una mayor vigilancia, por si es necesario hacer saneamientos preventivos. También se ha planteado la recolocación de la estatua de Isidoro Máiquez, que ocupaba el centro y fue reubicada en el lado oeste. Ahora se contempla situarla un poco más cerca de la calle Honda. Asimismo, a juicio de todos los sectores consultados, es prioritario darle una solución a la iluminación ornamental de colores que se colocó hace tres años y que mantiene la glorieta en una penumbra que remite a los tiempos que la reforma de la plaza pretendió dejar atrás.