«Me persiguieron y yo me apoyé en mis valores morales y éticos, de mi madre y de mis educadoras»

Su niñez y adolescencia, con una vida muy estructurada de la mano de las monjas, le aportan una educación férrea, sólida formación y principios morales en los Colegios Mercedes, Inmaculada y Santiago de Madrid, de donde sale para ir a la Universidad de Sevilla, donde se licencia en Historia del Arte, como única manera de llegar a la Arqueología.

Con una beca, se marcha al desierto de Irak un año a aprender arqueología, viviendo como un beduino, alimentándose a base de latas de sardinas con arena y otros menesteres del siglo XVIII.

- ¿Cómo era la higiene en el yacimiento?

- «Pues ducha semanal y el resto de necesidades, entre cuatro lonas, un agujero con dos tablas, una por pie y una pala para echar arena».

De allí fue a Jordania, seis meses durmiendo en un coche para evitar las mordeduras de las víboras, descubriendo un castillo del periodo de Salomón. Al enterarse los israelitas, lo invitaron a excavar en el proyecto Ciudad de David, en la propia Jerusalén. Un privilegio que se concede a muy pocos.

Tras el doctorado con Sobresaliente Cum Laude por unanimidad y el Premio Extraordinario impartió clases de Historia Antigua, cinco años, en la Universidad de Madrid.

Aprueba las oposiciones a funcionario de museos, grupo A, siendo su primer destino director del Museo Provincial de Jaén, en 1984. Luego fue jefe de Departamento de Arqueología Clásica en el Museo Arqueológico de Madrid, durante tres años y medio, desde donde vino a Cartagena como director del Museo Nacional de Arqueología Subacuática, en enero de 1993. Su proyecto para la ciudad cartagenera era doble: excavar un barco fenicio y construir un gran museo de arqueología subacuática.

Obtenido el primer objetivo, fue a ver a la ministra Carmen Alborch y, tras varios intentos, le dijo que quería construir un gran museo en Cartagena.

La ministra le contestó: '¡Convénceme!». «¡Ya tengo museo nuevo!,» dijo para sí. Y vaya que si la convenció. Menudo es Iván en el cuerpo a cuerpo.

Mientras tanto, crea en Bruselas el Foro Euromediterráneo de Arqueología Marítima, con sede en Cartagena, con la implicación de 17 gobiernos.

Recuerda cómo una ministra le llamó para decirle que cómo había llevado la sede a Cartagena. Al poco tiempo lo cesan como responsable del Foro y éste desaparece. ¿Envidias? Todo es posible.

Lo cesan como director del museo, lo tienen que readmitir por sentencia. Lo vuelven a cesar, de nuevo lo tienen que readmitir y hasta la fecha.

- ¿Qué hiciste en ese tiempo?

- «Lo pasé muy mal, me aislaron, arrinconándome en un despacho como apestado, no me daban trabajo, así que tuve todo el tiempo del mundo para investigar la historia de Cartagena».

Además, demuestra que Murcia robó a Cartagena el Obispado, en contra del Papa, profundiza sobre el yacimiento del Molinete y termina un estudio del Palacio de Asdrúbal.

- ¿Cómo superas la persecución y el desprecio laboral?

- «Me apoyé en mis valores morales y éticos, de mis educadoras y de mi madre».

- ¿Por qué te cesaron?

- «No lo sé, quizás mi integridad y honradez podían molestar a algunos intereses».

Ya en su puesto de director recupera las 600.000 monedas del navío 'Ntra. Sra. De las Mercedes', dirigiendo la excavación personalmente.

- Sé que eres un hombre sencillo, que precisas de muy poco. ¿Cuál es tu mayor ilusión, en estos momentos?

- «Recuperar el Palacio de Asdrúbal, tratando la zona como un verdadero yacimiento, como se hace en el mundo entero y a pesar de algunos intereses en contra».

- ¿Tu mayor logro?

- «Mis tres hijos son maravillosos».

- ¿Alguien a quien admires?

- «Teresa de Calcuta y su frase: 'No tenemos en nuestras manos la solución a los problemas del mundo, pero ante los problemas del mundo, tenemos nuestras manos'».

- ¿Comida favorita?

- «Después de lo pasado en el desierto, me lo como todo».

- ¿Música?

- «Clásica y de los clásicos».

¡Ay!, qué cortas se hacen dos horas escuchando a Iván, el mayor defensor del patrimonio de Cartagena, a pesar de los pesares. Y ahora nuestro selfie, con el Palacio de Asdrúbal como testigo y ligerico a echar un cigarrillo... ¡chsss!, en la calle, ¿eh?