¿Por qué se muere la Cartagena castiza?
Cartagena, con su historia milenaria, es una ciudad cuya esencia parece desvanecerse entre los muros degradados y vacíos de su casco antiguo. Lo que un ... día fue el corazón palpitante de una urbe llena de vida y tradiciones, hoy es un reflejo pálido de lo que describieron cronistas y escritores como Isidoro Valverde, Juan Mediano Durán o José Monerri. La Cartagena castiza, aquella que vivía en sus calles más icónicas como las del Aire, Duque, Serreta, la Plaza de la Merced o la Glorieta de San Francisco, se desmorona bajo el peso del abandono y la migración hacia las periferias.
El casticismo representa la autenticidad y singularidad cultural de un lugar. Es la esencia que emana de su gente, sus costumbres, su arquitectura y su tradición oral. En ciudades como Madrid, por ejemplo, el casticismo persiste en barrios como Lavapiés o Malasaña, donde la convivencia entre lo histórico y lo moderno revitaliza el espíritu urbano. Sevilla, con sus cascos antiguos llenos de vida, sigue siendo un referente de casticismo andaluz. Pero en Cartagena, esa chispa se apaga a medida que sus habitantes se dispersan y sus calles emblemáticas pierden su razón de ser.
El casco histórico de Cartagena, antaño vibrante y lleno de personajes castizos que dotaban a la ciudad de un carácter único, hoy enfrenta un vacío alarmante. La falta de inversión en la rehabilitación de viviendas, junto con el desplazamiento de la población hacia grandes urbanizaciones en barrios periféricos y diputaciones rurales, ha dejado al centro como un escenario casi fantasmal. Los barrios del casco histórico como el Molinete, Monte Sacro, el Barrio de Pescadores y otros han desaparecido; los icues y queos ya no juegan en sus calles, y en las plazas los bancos están vacíos. Hasta la Calle Mayor, que era el metacentro del casco, ha perdido su casticismo: ahora es solo un lugar de paso para turistas de cruceros o consumidores de ocio y festivales.
Las causas
Durante las últimas décadas, el crecimiento de urbanizaciones como el Polígono de Santa Ana, La Vaguada o de las grandes diputaciones y pueblos como Canteras, Pozo Estrecho, La Palma, El Algar, Los Belones o La Manga, entre otras han ofrecido viviendas más amplias y modernas, atrayendo a las familias fuera del casco antiguo.
El desplazamiento de la población hacia diputaciones y urbanizaciones ha fragmentado la identidad de la ciudad. Ahora, muchos de los habitantes de Cartagena se identifican más con sus barrios periféricos que con el casco histórico. Esta desconexión emocional contribuye a la pérdida del sentimiento de pertenencia hacia una Cartagena única e irrepetible y crece el segracionismo.
La descoordinación en las políticas urbanísticas ha resultado en un abandono progresivo del centro. Proyectos fallidos, falta de incentivos para rehabilitar viviendas y la desconexión entre el Ayuntamiento y los vecinos han agravado esta situación.
Erosión del tejido social: Los personajes castizos, aquellos vecinos que durante generaciones llenaron las calles con su presencia y sus historias, se han ido perdiendo. Personajes como 'La Pelela', 'El Pichi', 'La Charito', 'El Jaqueta' o 'El Negro del Muelle' son ahora solo recuerdos. Sin ellos, las calles icónicas de Cartagena han dejado de ser espacios de encuentro y tradición.
Turistificación sin arraigo: Aunque el turismo ha crecido, no ha sido suficiente para devolverle vida al casco. Muchos espacios han sido reconvertidos para fines turísticos, pero sin un equilibrio que atraiga a residentes permanentes.
¿Qué ha sido del habla de Cartagena, de sus dichos, de su seseo? En definitiva, ¿a dónde han ido a parar las entrañas de esta ciudad? Quizás estén en un solar vacío de los que abundan por todo este casco antiguo, que ha dejado de ser un lugar entrañable para convertirse en un parque temático de arqueología para turistas fugaces o un plató de cine para películas de ciudades destruidas. ¿Dónde está la Cartagena de los vecinos, de la chispa de ingenio popular, de los tipos humanos? ¿Dónde está su memoria del corazón? Porque se muere todo lo que hacía entrañable a Cartagena y la estamos convirtiendo en otra cosa. ¿Dónde está la intimidad de este pueblo: la intimidad de la Cartagena que rememoran con nostalgia sus calles, sus piedras, sus rincones, sus bares, sus comercios, sus mujeres y hombres, su gracia? Muchas de nuestras tradiciones se nos van de las manos ante nuestra indolencia y desapego. Nos estamos despersonalizando y la Cartagena castiza de nuestros padres y abuelos se muere, convirtiéndose solo en recuerdos de los que todavía quedan de los que la vivieron. Quizás la culpa de esta muerte no sea de nadie o de todos.
Comparar Cartagena con otras ciudades de raíz histórica, como Cáceres, Toledo o Ávila, evidencia cómo una buena gestión puede preservar el alma de un casco antiguo. En estas ciudades, los centros históricos son habitados por residentes que encuentran servicios, oportunidades y una comunidad vibrante. Además, se han implementado incentivos fiscales para fomentar la rehabilitación de viviendas y evitar la despoblación.
Las soluciones
Recuperar la Cartagena castiza requiere un enfoque integral: rehabilitar el casco histórico: incentivar la restauración de edificios y viviendas para atraer a nuevos residentes.
Fomentar el arraigo cultural: promover actividades y eventos que celebren las tradiciones cartageneras, devolviendo ese casticismo a sus calles.
Políticas urbanas inclusivas: crear un plan estratégico que revitalice el centro con servicios, comercio y espacios culturales.
Conectar las periferias con el casco: diseñar políticas que refuercen el vínculo emocional entre los habitantes de las diputaciones y urbanizaciones con el centro histórico.
La Cartagena castiza no debe ser solo un recuerdo nostálgico en las crónicas de Valverde, Mediano Durán o Monerri. Recuperar su esencia es un deber que trasciende lo histórico; es una apuesta por el futuro. Con voluntad política y el compromiso de sus habitantes, el casco histórico puede volver a ser el corazón latente de una ciudad con un pasado glorioso y un futuro prometedor y convertirse en esa Gran Cartagena que queremos todos.
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