María Luisa de Parma, la reina que marcó el destino de España
María Luisa de Parma fue una de las figuras más controvertidas de la historia de España. Reina consorte de Carlos IV desde 1788 hasta 1808, ... su reinado estuvo marcado por la corrupción, el despotismo y la influencia de su amante, el primer ministro Manuel Godoy. Sin embargo, también fue una mujer inteligente y sofisticada, que dejó su huella en la cultura y la sociedad española.
En los últimos años, la figura de María Luisa de Parma ha sido objeto de una revisión historiográfica. Los historiadores han empezado a reconocer su papel como impulsora de las reformas en España, y han matizado su responsabilidad en la corrupción y el despotismo de su reinado.
María Luisa de Parma tuvo catorce hijos. De estos, solo siete sobrevivieron hasta la edad adulta. Se dice que ninguno de los hijos de María Luisa de Parma fue de su marido. Era una mujer extrovertida y coqueta, y se rumoreaba que tenía muchos amantes, aunque todo apunta al primer ministro Manuel Godoy, con quien tienen mucho parecido físico algunos de estos descendientes.
Vínculo con Cartagena
Visitó la ciudad en dos ocasiones. El 11 de agosto de 1765, María Luisa de Parma había sido prometida al entonces heredero al trono de España Carlos IV y llegó al puerto en el navío 'Rayo', acompañado por la escuadra al mando del general Blas de la Barreda. Fue la primera vez que la futura reina pisaba territorio español y lo hacía por Cartagena.
Sobre las cinco de la tarde y junto a la marquesa de la Victoria desembarcó y se dirigió entre los vítores de cientos de cartageneros a la maestranza del Arsenal, con las calles engalanadas con todo tipo de adornos. Y desde allí, fue a su alojamiento en Cartagena, el edificio de Capitanía General del Departamento. En el Ayuntamiento fue recibida por la Corporación al completo, que aprovechó la ocasión para solicitar a la insigne visita su intercesión para que se le otorgase a Cartagena voto en las Cortes.
Fueron jornadas muy intensas, con numerosas fiestas y actos lúdicos en honor de esta princesa. El despliegue de medios fue de tal calibre que la duquesa quedó enormemente agradecida y sorprendida, algo que recordó el resto de su vida.
Navidades en familia
La segunda estancia fue el 17 de diciembre de 1802 para pasar junto a la familia real las navidades. Esta presencia real en Cartagena estuvo perfectamente preparada, con un enorme y majestuoso arco levantado por la Armada en la Puerta de Murcia y todos los edificios y calles adornados con flores y tapices. Una comisión del Concejo, compuesta por los regidores Juan Rivera, Vicente Rato, Victoriano López de los Llanos y Lope Varcárcel se desplazaron al Albujón en espera de la comitiva. Carlos IV, María Luisa, su hijo el futuro Fernando VII y su esposa, junto a Godoy, entraron en la ciudad por las puertas de Madrid abarrotadas de público, las tropas desplegadas ocupaban toda la carrera.
La comitiva llegó desde Valencia y fueron recibidos por la máxima autoridad civil y militar: el Marqués de Camachos, Francisco de Borja y Poyo, muy amigo de Godoy, algo determinante para que se produjera esta larga estancia de los reyes.
Carlos IV rondaba los setenta otoños, lo que contrastaba con la edad de Godoy, casi la mitad de la del monarca, junto con su esbelta figura. Los reyes de Etruria, Fernando VII y su esposa María Antonia de Nápoles, eran también muy jóvenes.
Hubo durante estos días de Navidad varias reuniones en el Concejo presididas por los reyes. En ellas, una vez más, se reivindicó la restitución del obispo a Cartagena, en base a que se presentaron pruebas concluyentes. Francisco de Borja tardó cuatro años en conseguirlas. Logró las referenciadas bulas del Vaticano que convenientemente traducidas por Miguel Blesa, maestro de latinidad en Cartagena, desvelaron que no se autorizaba ningún traslado. E incluso un certificado de la Secretaria del Pontífice en la que se afirma que no existe documento alguno que trate de traslación efectuada con autoridad pontificia de la silla episcopal de Cartagena a Murcia.
Todo apuntaba a que esta vez, la ansiada restitución era cosa hecha, pero los acontecimientos históricos que se estaban produciendo en España impidieron que así fuera. Carlos IV y Godoy desaparecieron de la escena con las vergonzantes abdicaciones de Bayona ante Napoleón, y Francisco de Borja, acusado de afrancesado, fue linchado y arrastrado por las calles de la ciudad. Así concluyó esta gran oportunidad de recuperar la enconada y vieja aspiración cartagenera, sin quedar impresión alguna de toda esta documentación que estuvo sobre la mesa en 1802.
Aquella Nochebuena los regios visitantes acudieron a la misa de gallo en compañía de todo el Concejo cartagenero. No era normal que una visita de estas características se prolongara tanto en el tiempo y todo parece indicar que fue por deseo expreso de la reina María Luisa. Insistentemente reconocía lo complacida y a gusto que se sentía en esta ciudad en compañía de su esposo, hijos y amante.
Promesa incumplida
Siendo las ocho de la mañana del 27, los reyes, con Godoy, Borja y demás invitados se dirigieron al Arsenal y allí embarcaron hacia un nuevo destino.
Se decía en Cartagena «¡Los reyes se van!». Y en efecto, se fueron Carlos IV, los príncipes, Godoy, pero sobre todo la reina María Luisa, un controvertido personaje de la historia de España. Tras su marcha y su estancia de once días, dejaron muchos momentos inolvidables llenos de luz, color, banquetes, bailes y fiestas. Cartagena se volcó en el agasajo como nunca se había visto, pero dejaron una promesa incumplida, la vuelta del obispo de Cartagena a su sede, después de su ilegítima traslación a Murcia donde todavía hoy día continúa.
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